El litio no es la única esperanza. La economía en Jujuy, la provincia más al norte de la Argentina, está haciendo movimientos, casi contorsiones, para salir del corset que representa su administración pública y sus producciones tradicionales, el tabaco y la caña de azúcar. En esa puja, un grupo de jujeños cree estar dando a luz un fenómeno extraordinario: los vinos de extrema altura.
No sólo eso. En un país agrietado, donde las divisiones suelen brillar más que los consensos, estos bodegueros jujeños han logrado un grado de organización similar a alguno de los blend que vuelcan en sus botellas: se fusionaron en una cámara empresaria que, junto al área de Turismo, organizó durante el primer fin de semana de junio una exposición que tuvo como único objetivo mostrarles a sus invitados la buena vida, a 3000 metros de altura.
Con el vino más alto del mundo, un Wine Bar de lujo frente al cerro conocido como “La pollera de la colla”, platos gourmet al pie de montañas multicolores, cerca de hoteles que ofrecen paz y descanso, los bodegueros se ilusionan con que el enoturismo prenda otro motor en la economía local.
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En su marca, Bodegas de la Quebrada – BQH Wine Tast – confluyen precursores como Fernando Dupont y familias que apostaron a la industria hace menos de un lustro. Está presidida en la actualidad por Gastón Cruz, un vitivinicultor de Purmamarca que elabora junto a su esposa, la enóloga Claudia Ruiz, Carnaval, el torrontés con mejor reputación de la quebrada.
Cruz ratifica lo que sus colegas contarán a lo largo de toda la recorrida: en una zona con poco espacio para sembrar sus viñedos, la búsqueda que los obsesiona es la calidad.
Apuntan a paladares exigentes, a los “locos del vino” diseminados por la Argentina y el mundo.
Malbec, Cabernet Sauvignon, Cabernet Franc, Syrah, Garnacha, Merlot, Tannat, blends con uvas criollas, entre numerosas variedades, nacen de fincas con suelos expuestos a una amplitud térmica de 25 grados entre el día y la noche, esto es, frío bajo cero cuando se pierde el sol, y calor que quema la piel al mediodía.
“El terroir nos da una oportunidad única, con vinos que no son mejores porque eso no se puede decir de ningún vino, simplemente son vinos únicos”, exhala Adolfo Kindgard, otro de los impulsores de BQH.
Entre todos ofrecen alrededor de 150 mil botellas al año de vinos singulares que llegan a la región, en Buenos Aires, Estados Unidos y países de Europa.
Si bien sus hectáreas representan menos de un tercio de Cafayate, el sólido destino que el norte brinda a los enoturistas, los sorprende ver que, a pesar de su pequeña escala, hay una demanda potente de degustaciones en sus bodegas y restaurantes. Acá está pasando algo, coinciden.
Cruz lo corrobora cuando le piden que abra su bodega, Don Milagro – homenaje a su abuelo, quién le legó la tradición – para ofrecer degustaciones. Él insiste en advertir que en forma simultánea no recibe a más de cinco personas. Cada uno de ellos pagará 5 mil pesos para tomar una copa del torrontés Carnaval o del tinto Pueblo Rojo, junto a una tabla de distintos quesos de cabra.
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Esa semilla es la que buscan que germine. Les falta aún infraestructura en los caminos, señalética, financiamiento para soportar la aspereza del clima en alguna temporada, inversión de magnitudes, más de la que ya apostaron. El Estado se alinea detrás de esa idea. El gobernador electo, Carlos Sadir, se presentó en el encuentro en el exclusivo hotel de Purmamarca, Manantial del Silencio, y dijo que las arcas provinciales ya financiaron y financiarán alguna parte de los proyectos de la ruta del vino de Jujuy.
La combinación de los viñedos, hotelería y gastronomía, es lo que esperan que nazca en un lugar pequeño y único para generar puestos de trabajo y el ansiado derrame local. La presencia de visitantes demandando servicios y anfitriones ofreciéndoselos para dinamizar la industria sin chimeneas, en un segmento premium.
El vino más alto del mundo
La ruta del vino en la Quebrada de Humahuaca, en Jujuy, comienza en Chucalezna, a dos horas del aeropuerto de la provincia, a 108 kilómetros de la Capital, y a 25 de Tilcara, uno de los pueblos preferidos para el turismo.
Allí, el hacedor de vinos Claudio Zucchino – así se presenta en su tarjeta personal – elabora Uraki, en sus variedades malbec, syrah y merlot, con origen en viñedos sembrados a 3.329 metros sobre el nivel del mar.
Zucchino reconoce que “unos tibetanos” plantaron viñedos en el Himalaya y consiguieron disputarle esa calificación, aunque aclara que no conoce a nadie que haya probado esos vinos
Wine Bar de lujo frente a “la pollera de la colla”
El bar de vinos de Viñedos Yacoraite tiene una arquitectura sofisticada en medio de un paisaje rústico. Su ingeniero agrónomo, Ezequiel Bellone, explica que en 5,2 hectáreas producen Malbec, Cabernet Franc, torrontés, merlot y riesling.
Degustar una copa de vino sintiendo la energía que irradia “La pollera de la colla”, es la apuesta. Se trata de una formación rocosa que no tiene nada que envidiarle a los afamados Cerro de los 7 colores y Hornocal.
Bellone menciona además que los tintos de la quebrada producen en el organismo una dosis mayor de resveratrol, un químico natural que previene las enfermedades cardíacas. “Cuiden en el corazón con un vino de la quebrada”, bromea.
Las instalaciones de este exclusivo wine bar se preparan para ofrecer degustaciones desde el 24 de junio, fecha que coincide con el Inti Raymi.
No es un cuadro, es un ventanal
La wine maker Diana Bellincioni elabora los vinos de la Bodega Kindgard, que estrenó su restaurante y apuesta al enoturismo en Purmamarca. De trayectoria en Mendoza y Cafayate, la “Tana” planea volcar la tradición de la cocina familiar, su formación como enóloga y la experiencia acumulada trabajando por décadas en la elite de la industria.
El detalle: si no fuera por los autos en movimiento sobre la ruta 9, las ventanas del restaurante se asemejan a una pintura.
Dejo todo, me voy a hacer vinos
Un abogado de carrera en la provincia de Jujuy participó de una degustación en 2018 y su cabeza dio un giro. Se trata de Ariel Meyer, quien, junto a su familia, alineó su proyecto de vida con el enoturismo. Su inversión se sintetiza en la Bodega Yanay (vocablo Quechua que significa “mi morenita”). Sorprendieron a los visitantes con la calidad de su garnacha cosecha 2020.
El perfil del abuelo por el mundo
El Bayeh se encuentra entre los desarrollos más grandes de las bodegas de la quebrada. Situado en la localidad de Maimará, a 79 kilómetros de San Salvador de Jujuy, cuenta con una producción estimada en 35 mil botellas al año. Exporta y coloca sus blends de uva criolla en restaurantes norteamericanos y europeos. Las barricas de la bodega exhiben el perfil del abuelo de los Manzur, un comerciante libanés que llegó a la argentina a principios del siglo pasado y puso los cimientos de esta tradición familiar.
Las historia de los integrantes de Bodega de la Quebrada tienen en común la singularidad y el sello familiar. También la paciencia, dentro de una actividad de procesos largos. Según datos del Observatorio Vitivinícola Argentino, la superficie cultivada de uvas en 2021 superó las 211.000 hectáreas con Mendoza a la cabeza (70,58%), seguida por San Juan (20,65%), La Rioja (3,57%), Salta (1,71%), Catamarca (1,34%), Neuquén (0,84%) y Río Negro (0,73%), representando el 99,42 por ciento.
Ese 0,58% restante se reparte entre La Pampa, Córdoba, Buenos Aires, Tucumán, San Luis, Chubut, Entre Ríos, Misiones, Santiago del Estero, Santa Fe y Jujuy. Allí es donde quieren explotar e impulsar una provincia estas trece familias del norte del país.
Los trece
Viñedos de Yacoraite
El Bayeh
Bodega Yanay
Bodegas Kingard
Don Milagro
Amanecer Andino
Bodegas Huichaira
Viñas de Uquía
Finca Incahuasi
Bodegas Santa Rosa
Viñas del Perchel
Bodega Tukma
Fernando Dupont
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