Victoria Rosell, magistrada y exdelegada del Gobierno contra la Violencia de Género. (Cedida)
Victoria Rosell, magistrada y exdelegada del Gobierno contra la Violencia de Género. (Cedida)

El nombramiento de la jueza progresista Isabel Perelló como presidenta del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) y del Tribunal Supremo ha supuesto un hito histórico, al designar a la primera mujer que ocupa esos cargos. Su elección, además, pone fin al bloqueo que durante cinco años ha sufrido el órgano de gobierno de los jueces. Una noticia que la magistrada Victoria Rosell, ex delegada del Gobierno contra la Violencia de Género, no solo celebra, sino que define en esta entrevista con Infobae España como “un acto de justicia” con las mujeres.

Consciente de que el camino para alcanzar la paridad en la cúpula del poder judicial aún es largo, destaca la importancia de que la Justicia aplique una perspectiva de género día a día.

Pregunta: ¿Cómo se puede entender que nunca hasta ahora haya habido una mujer en España liderando el Poder Judicial?

Respuesta: Son 44 años de democracia desde que en 1980 se creó el Consejo General del Poder Judicial, pero si hablamos del Tribunal Supremo son más de 200 años, desde 1812. Es cierto que hasta 1966 [la legislación franquista] no permitió el acceso de las mujeres a la carrera judicial y que la primera jueza que aprobó la oposición en España [Josefina Triguero] fue en 1977. Pero es que parte de la carrera judicial ha comprado durante mucho tiempo, no por ignorancia, sino con un sesgo evidente, el argumento de que ya llegaríamos con el tiempo porque acabábamos de llegar. Cuando eso pasó hace 40 años, y con 15 de antigüedad puedes ascender y presidir un Tribunal Superior de Justicia o acceder al Supremo, parece evidente que el tiempo era una burda excusa.

P: ¿Cree que aún hay personas en el Poder Judicial que consideran que las mujeres tienen menos capacidades o méritos para ocupar altos cargos?

R: Sí, y además no profundizan en su propio argumento. Que la mujer tenía menos capacidad era ley en el franquismo y parte de la carrera judicial ha estudiado esas leyes y es nuestra tradición jurídica. El Código Civil decía que las mujeres y los púberes no podían ser testigos en determinados testamentos, y eso es del siglo XX, no de la Edad Media. Hay una “cultura jurídica” discriminatoria respecto a la mujer, más allá de los prejuicios y estereotipos machistas, y lo llamamos cultura. Esto es importante que la gente lo sepa.

Quienes piensan que las mujeres no tienen méritos suficientes ni siquiera profundizan en ese argumento, porque ¿a qué llamamos méritos? ¿Dónde, cómo y cuándo se hacen esos méritos? Me parece importante poner el acento en este asunto. Quienes son más abiertamente discriminatorios en su machismo acusan a cualquier mujer que llega a una cumbre de haberlo obtenido por la vía sexual, y quienes no son tan despectivos ni siquiera se lo plantean. Los méritos se suelen hacer en los pasillos, en los espacios informales, y respecto al cómo y cuándo, suelen producirse en comidas y en cenas, en horas en las que las mujeres hemos asumido mucha mayor tarea de corresponsabilidad. La clave está en los espacios absolutamente formales, en los que solo hay una competición de memoria y de conocimientos, y ahí ganan las mujeres. De hecho, en la última promoción judicial las mujeres han alcanzado el 73%.

P: Isabel Perelló se ha convertido en la primera presidenta del CGPG y el Tribunal Supremo. ¿Qué supone su nombramiento?

R: Para mí es una alegría, un acto de justicia con más del 50% de la población. No es ningún regalo caído del cielo. Creo que con una mirada feminista en la Justicia ganamos todos y todas. Pero es verdad que todos los días hay que poner encima de la mesa que de lo que se trata precisamente es de poner perspectiva de género en la Justicia, porque le hace mucha falta. Y esto no es una cuestión ideológica, es una cuestión de derechos humanos. Nos hace falta perspectiva de género, de infancia e interseccional, en suma, de derechos humanos. Lo dice también el Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (CEDAW) de la ONU, que ha hablado con toda claridad de los prejuicios y estereotipos de la justicia, pero en particular de la justicia española. En el informe que realizó la relatora especial de las Naciones Unidas sobre la violencia contra la mujer, Reem Alsalem, esos sesgos y estereotipos se traducían en que la palabra o el testimonio de las mujeres y la infancia tenían menos valor que el de los hombres y esto entronca con lo que hablábamos al principio, que es nuestra tradición jurídica. Otro estereotipo muy dañino que no solo está presente en la ciudadanía, sino también en la judicatura, porque es más conservadora de media que la ciudadanía, es que en caso de separación los niños han de estar el máximo tiempo con el padre y con la madre, aunque el padre sea un agresor. Hay jueces que siguen pensando así pese a que la ley ya dice lo contrario desde 2021, que hay que suspender las visitas salvo alguna excepción, pero los datos están ahí y se han suspendido el 3%. Demasiada parte de la judicatura cree en ese desdoblamiento absolutamente esquizofrénico de que se puede ser un mal marido, un agresor y un buen padre, cosa que no existe.

P: ¿Es patriarcal la justicia española?

R: Rotundamente sí. Y no solo lo dicen las recomendaciones de la CEDAW, sino también algunos dictámenes que han terminado en organismos internacionales, como es el caso de Ángela González Carreño contra España por el asesinato de su hija durante un régimen de visitas a manos de su padre, que acumulaba 51 denuncias. Esa falta de credibilidad de las madres y la infancia por la justicia española frente a los hombres es discriminatoria y esa discriminación es patriarcal.

Victoria Rosell cuando era delegada del Gobierno contra la Violencia de Género. (Alberto Ortega/Europa Press)
Victoria Rosell cuando era delegada del Gobierno contra la Violencia de Género. (Alberto Ortega/Europa Press) (Alberto Ortega – Europa Press/)

P: También hay otros datos llamativos. En España las mujeres representan el 57% de la carrera judicial, pero solo suponen el 21% de los altos cargos del Poder Judicial.

R: Llevamos toda la vida diciendo que la vida la sostenemos las mujeres y la dirigen los hombres. Esto pasa también en la empresa privada. Pero cuando se trata del sector público, de un Poder como el Judicial con tanta competencia para resolver sentencias sobre los derechos de la ciudadanía, es aún más urgente dar una solución. El anterior presidente del Tribunal Supremo y del CGPJ, Carlos Lesmes, hablaba siempre en masculino y todavía nos invitaba a eucaristías en los actos oficiales y ya se le dijo que su política de nombramientos no respetaba el principio de paridad. De hecho, hay un informe de la Asociación de Mujeres Juezas de España (AMJE) que avalaba estos hechos y hubo recursos de compañeras que tenían evidentemente más méritos y más antigüedad que los hombres nombrados. Si nosotras defendemos las cuotas de poder femenino es porque a las mujeres nos cuesta más presentarnos a esos méritos.

Es en los espacios formales, los más regulados, y no en los pasillos, cenas, comidas o copas después del trabajo, donde las mujeres están demostrando que consiguen llegar a la cúpula. Pero en realidad la clave, lamentablemente en la mayoría de las ocasiones, es que como te nombra el Consejo General del Poder Judicial, y a su vez están los representantes de la judicatura que más contacto tienen con la política, es realmente es difícil que un perfil técnico desconocido de una mujer que puede ser brillante en la judicatura llegue al Tribunal Supremo sin haber hecho ese pasillo que también hace falta en el CGPJ. Es evidente que toca compensar.

P: Queda entonces un largo camino para alcanzar la paridad en esa cúpula judicial…

R: Sabiendo que la evolución ha sido tan lenta, quede o no un largo camino depende de nosotras y en gran parte de esa presidenta del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Supremo que creo debe capitanear y tomar las riendas de esta injusticia histórica.

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