El choque cultural es inevitable. Llegas a un nuevo país y tienes que hacerte a un mundo distinto. Nuevo idioma, nuevas gentes, nuevo clima. Hay transiciones más sencillas, como moverse de Oporto a Vigo, y otras en los que el cambio es casi traumático. Al final, te vas haciendo, porque el ser humano se adapta e incluso es capaz de encontrarle la gracia al nuevo entorno. Mudarse de Lituania a Alemania y de ahí a España, además de una ruta imparable hace un clima más benigno, es también un shock.
Lo sabe thelithuanianabroad una usuaria de TikTok que en agosto de 2016 tomó la trascendental decisión de irse a vivir a España. Iba a estar seis meses en el país, suficiente para aprender el idioma, pasárselo bien y tener una historia que contar el resto de sus días. Le debió gustar la cosa, pues todavía está por volver a su país. Empezó viviendo en León, ahora ya ha cambiado a Madrid, en todo caso muy lejos de Vilna o Kaunas.
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En el día a día hay hechos trascendentes que chocan y otros mucho más banales que suponen un verdadero shock. Algunos los resume en un vídeo de la red social. Por ejemplo, para Gabriela, que así se llama, resultó extraño al principio que al llegar a una casa no solo no le hiciesen quitarse los zapatos sino que incluso le pidiesen que se los dejase puestos: “Pero… voy a manchar todo”. Bien, no importa, aquí no se hacen las cosas.
Pagar a escote
Hay otros que, aunque chocantes, no le resultan un problema sino todo lo contrario. Acepta y aplaude la costumbre de que la cuenta se pague a escote, expresión que la lituana no usa, probablemente porque el vídeo está en inglés, pero que designa al método de pago por el cual todos los comensales pagan lo mismo independientemente de lo que hayan comido. Simplifica el pago, indudablemente. Somos conscientes de que en esto también hay dos españas y no en todas partes se hace esto con la misma alegría. Como Gabriela ha caído en León y en Madrid, es posible incluso que no sea consciente de esta brecha geográfica que también se da en España.
Pero las pequeñas victorias que le concede el sur de Europa también tienen sus dosis de amargor. No todo es perfecto en la soleada Madrid y eso Gabriela lo comprende cuando sueña con tomar un té. Partimos de la base de que el té no es algo muy arraigado en España, no es que no se tome, pero se hace poco y mal, es un país más cafetero que otra cosa cuando de infusiones se trata. El shock en este caso no viene tanto por la escasa variedad que ofrece en este sentido como en el método de preparación.
Gabriela busca y rebusca, pero no encuentra su kettle. La palabra española que define este utensilio es hervidor, pero es posible que sea más conocido como “el trasto de los hoteles para calentar el agua”. “Oh, en España no utilizamos kettles, simplemente calentamos el agua en el microondas”, se responde a sí misma, ya que hace tanto el papel de lituana confusa como de española explicadora. Tras ocho años dando vueltas por España le sigue sorprendiendo, pero es probable que ya se haya acostumbrado.
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