Los autos de otros tiempos pueden diferenciarse entre otros por su antigüedad, por la autenticidad de sus partes, o por la historia que hayan escrito para la industria, tanto en diseño como en tecnología. Pero dentro de cualquiera de esas clases en las que se los sitúe, algunos modelos en particular tienen también el valor agregado del propietario original.
Personalidades del cine, de la música o de otras expresiones artísticas, personajes del mundo de la política o deportistas famosos, se han desprendido a lo largo de su vida de muchos modelos de automóviles, y en muchos casos sin reparar en la importancia que en el futuro podrían tener esos vehículos por haberles pertenecido. El caso de esta Ferrari F40 es uno de esos. Su primer dueño fue el piloto francés Alain Prost, allá por 1990, pero ni siquiera la condujo y la vendió poco tiempo después. Sin embargo, ahora sale a subasta y se estima que pagarán por ella más de 2,5 millones de euros.
El auto es maravilloso, porque más allá de sus prestaciones deportivas únicas para su tiempo, fue el último proyecto de Enzo Ferrari, quién con un hilo de voz alcanzó a presentarlo en sociedad en julio de 1987, para nunca más hacer apariciones públicas hasta su fallecimiento en agosto de 1988. Este proyecto era una obsesión para “Il Commendatore”, quien quería vencer a Porsche en las calles tras haber perdido en las pistas con la marca alemana.
Enzo le había encargado al ingeniero Nicola Materazzi que construyera “el auto más rápido de todos los tiempos”. Así, basado en el Ferrari 288 GTO Evoluzione, nació así la Ferrari F40. Un auto que no tenía nada de confort. Por el contrario, su interior era casi rústico, adoleciendo de tapizados, aislaciones sonoras, e incluso manijas para abrir las puertas desde la butaca. Así es, en su lugar había un cable que accionaba la cerradura. El auto no tenía tecnología. Era pura mecánica, casi indomable en sus primeros ensayos, después mucho menos agresivo con una correcta puesta a punto de suspensiones que dosificaban la entrega de la potencia al piso.
El motor era un V8 biturbo de 2.9 litros, que había superado los 470 CV de potencia. Aceleraba de 0 a 100 km/h en sólo 4,1 segundos y podía alcanzar los 324 km/h de velocidad final gracias también a su bajo peso de sólo 1.100 kg. Enzo Ferrari falleció el 14 de agosto de 1988, el ingeniero Materazzi se fue de Maranello apenas unos meses después. “Fue uno de los mayores logros de mi vida en la industria, y fue gracias a la confianza incondicional que me dio el señor Ferrari. Sin él, no pude seguir más allí y decidí dejarlos”, dijo poco después.
Un año después, el 6 de septiembre de 1989, Alain Prost anunciaba al mundo que dejaría McLaren para unirse a Ferrari en 1990. Su rivalidad con el brasileño Ayrton Senna era ya insoportable. Como regalo a los tifosi, Prost ganó el Gran Premio de Italia una semana después, y en el podio, alentado por la hinchada italiana como si hubiera manejado una Ferrari y no un McLaren, les arrojó a modo de ofrenda, el trofeo que acababa de recibir por ganar en Monza. Apenas 45 días más tarde, en la polémica definición del título en Japón, Prost chocó a Senna y se consagró como nuevo monarca. Luciría el número 1 en una Ferrari en la temporada de 1990. La locura en Italia era total.
Apenas llegó a Ferrari para sus primeras pruebas, en Maranello lo esperaba una Ferrari F40. Prost la recibió y la envió a su casa en la campiña francesa, al sur de París, pero desde que el auto entró en su garage, jamás tuvo a su dueño al volante.
Como si fuera un presagio de una relación tumultosa, que terminaría mucho antes de lo previsto y de muy mal modo. Prost no pudo ganar el campeonato de 1990 por otro choque, esta vez de Senna sobre su auto, en el Gran Premio de Japón. Al año siguiente, con su nuevo compañero de equipo, Jean Alesi, no se sintió cómodo en el auto. No ganó carreras en todo el año, apenas 3 segundos puestos, hasta que en Japón tuvo la mala idea de decir que manejar ese auto era como manejar un camión por lo pesado de la dirección. Lo despidieron inmediatamente. Fue reemplazado para Australia y por toda la temporada 92, en la que cobró su sueldo sin correr.
Ese año había vendido la F40 a un coleccionista y corredor de carreras GT llamado Graham de Zille. El auto no tuvo mucho uso aunque sí varios dueños. En 2016, su ocasional propietario lo llevó a una carrera de F40 en la que terminó segundo. Allí decidió que lo restauraría en la propia fábrica, donde constataron que ese era el auto que le habían obsequiado a Prost. De hecho, todavía queda algo de la firma del piloto francés en el techo, algo que hizo al entregarle el auto a de Zille en 1991.
El auto tiene apenas 6.000 kilómetros de rodaje, muy poco para un auto de 1990 que se utilizó en carreras de Ferrari Challenge. Ahora RM Sotheby’s lo pone en subasta y calcula que su precio rondará entre los 2,5 y los 3 millones de euros. Las ofertas se abrirán el 10 de mayo y se cerrarán dos días después. Ahí se conocerá el precio que haya pagado el auto que fue propiedad de Alain Prost, pero que jamás manejó.
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