Un 22 de marzo de 1976, casi medio siglo atrás, George Lucas dio inicio al rodaje de su proyecto más ambicioso, Star Wars (La guerra de las galaxias). Las condiciones nunca fueron buenas, la cantidad de personas involucradas era una locura y comenzar a filmar en un desierto de Túnez fue solo el principio de una desastrosa experiencia que resultó en uno de los más grandes clásicos del cine.
El guión de la película aún no estaba terminado -poco antes de iniciar la grabación Lucas decidió matar al personaje de Obi-Wan Kenobi, el Jedi encarnado por el experimentado Alec Guinness- y, una vez concluidas las tomas en exteriores, debían moverse hacia los estudios Elstree en Reino Unido. Allí las tareas iniciaron el 7 de abril, aunque con notables tropiezos de por medio porque los decorados estaban incompletos y la historia aún tenía aspectos que pulir en el camino.
El complejo trabajo con actores
A Lucas nunca se le destacó por su trabajo como director; de hecho, sus propios actores se burlaban de que un filme ideal para él sería uno sin actores. El cineasta ya arrastraba este problema desde producciones anteriores (American Graffiti y THX 1138). Poner una máquina, ya sea una computadora futurista o una nave, frente a la cámara siempre sería más cómodo para él.
“Tengo la ligera sospecha de que si hubiera una manera de hacer películas sin actores, George lo haría”, expresó sin reservas Mark Hamill, según recoge un artículo de The New Yorker de 1997. A pesar de las barreras de su propia personalidad poco sociable, tomó un cariño especial hacia Mark, el actor detrás de Luke Skywalker.
Hamill pronto cayó en cuenta que su rol en la ficción tenía mucho de su director e, incluso cuando se atrevió a incluir modos algo ridículos en su interpretación, no recibió ni una sola queja. Al contrario, George estaba contento con su desempeño para el papel. Respecto a Carrie Fisher, de 19 años en ese entonces, el vínculo era más como de un hermano mayor y su pequeña hermana. Fueron claves su espíritu rebelde y su sentido del humor para retratar a la princesa Leia, aunque seguía todas las instrucciones ante la inseguridad de poder perder el rol frente a otras contendientes rechazadas como Jodie Foster.
La relación entre Harrison Ford y George Lucas podría decirse que era la más horizontal de todas, puesto que el artista (y antes carpintero) expresaba su disgusto por los diálogos plagados de terminologías complicadas que solo Lucas podía entender. Se tomaba las licencias de improvisar y parte de su encanto personal salpicó al rol de Han Solo, el encantador y tramposo cazarecompensas que pilotaba el Halcón Milenario.
La química entre los tres actores principales elevó el largometraje a un lugar especial en el corazón de la audiencia. Puede que George no tuviera las habilidades necesarias para guiar a sus actores, pero no se equivocó al elegir a las personas con las que iba a trabajar. En realidad, su objetivo desde el principio era descartar a los perfiles problemáticos, y optar por la gente más simple y agradable para colaborar.
George Lucas no podía controlarlo todo
El episodio 4 de Star Wars tuvo un presupuesto de 10 millones de dólares (aprobado por la compañía cinematográfica Fox), una cantidad demencial de dinero que el cineasta nunca había visto para llevar a cabo un largometraje. Parte de su gran problema con la película era eso, que se tratara de una producción a gran escala donde no pudiera tener el control al que estaba acostumbrado en el cine independiente.
Intentó controlarlo todo. “Eso casi me mató”, reconoció Lucas, de acuerdo a lo que recoge el libro Once Upon a Galaxy: A Journal of the Making of The Empire Strikes Back. “Era demasiado duro y me sentía muy desgraciado porque las cosas no salían como yo quería”.
La necesidad de crear una atmósfera realista y en un estilo documental también fue otro imperativo que provocó diferencias con otros involucrados en el filme como el montajista británico John Jympson, quien venía de tener un largo historial de películas y fue propuesto por Fox pese a la negativa de George. Este último se encargaría de despedirlo más tarde ante la falta de entendimiento de su propuesta original.
El problema de Jympson eran las tomas largas que Lucas iba enviando, pues el rodaje y la edición ocurrían a la par. Sin embargo, el cineasta consideraba que él no comprendía su visión. “Eso no es lo que quiero y no es así como será”, se quejó de las secuencias armadas por Jympson (Skywalking: The Life and Films of George Lucas, Dale Pollock).
Mientras la filmación de The Star Wars -nombre original de la primera entrega- seguía adelante en mayo, George Lucas enfermó gravemente de una fuerte tos y una infección en el pie. El ritmo era insoportable, trabajaban 24 horas al día y, para el director, nada era suficiente. Su expectativa se veía afectaba conforme delegaba funciones, algo que en definitiva no le gustaba y a lo que era difícil acostumbrarse. Sentía que su visión se vería alterada justamente por esta línea jerárquica en el equipo de producción.
Por otro lado, las presiones de los ejecutivos de Fox se hacían cada vez más intensas frente a los retrasos y Gary Kurtz, productor del film, no podía contenerlos más. El plan inicial era anunciar el estreno para la Navidad de 1976, pero los tiempos iban en contra. Finalmente, la advertencia le llegó a Lucas: había que acabar la película en el plazo máximo de una semana. Incluso, Steven Spielberg, acérrimo rival profesional del cineasta, ofreció su ayuda, pero no fue bienvenida.
“Star Wars” se quedaba sin dinero
En julio, exactamente el viernes 16 de ese mes, George Lucas culminó con la producción de la película. Cerró todo a paso apresurado, pues se vio obligado delegar y dividir su proyecto para no dilatar más el tiempo. Tenía 20 días de retraso y su presupuesto voló con un sobrecoste de USD 600 mil dólares. El disguto de Fox no le importó demasiado a George, ya que más tarde admitiría que hacer Star Wars fue relativamente “barato” para el tipo de película que era: “Fue realmente una película de bajo presupuesto”.
“El hecho es que no teníamos el dinero, y la clave de los efectos especiales es tiempo y dinero”, espetó con enojo en una pasada entrevista sobre el proceso de posproducción. “La película es en un 25 por ciento lo que me hubiera gustado que fuera”. Lo cierto es que Lucas nunca estuvo contento con el corte final y esta necesidad de perfección lo atormentó por décadas hasta el punto de reeditarla más de una vez con las herramientas nuevas que iban apareciendo con la creciente modernidad del cine. Quería exactamente lo que tenía en su imaginación y la rusticidad de la época lo limitaba.
Poco antes del lanzamiento de Star Wars en 1977, admitió que hacer una película “es una experiencia muy dolorosa”. Su idea para la posteridad era retirarse de este tipo de cine comercial y dedicarse a lo más experimental, pero el 1 de mayo de ese año acabó por cambiar el rumbo de su vida. El viaje de Luke, Han y Leia llegó a los cines; y miles de espectadores quedaron encantados. Las colas parecían interminables y los boletos estaban agotados.
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