Hace 15 años Sabrina Gerez se acercó al Destacamento 3 de Llavallol, partido de Lomas de Zamora, para inscribirse como bombera voluntaria. Le tomó los datos Ricardo Iyay, quien ya estaba en servicio hacía más de una década, y sintió un flechazo ni bien la conoció. Hoy son marido y mujer, trabajan en el mismo cuartel y combinan su vida de pareja, las salidas para brindar asistencia en diferentes situaciones, y sus respectivos trabajos. En diálogo con Infobae cuentan que están agradecidos de compartir la misma vocación, se consideran un sostén mutuo para los momentos difíciles y se capacitan constantemente en distintas áreas para tener cada vez más herramientas y conocimientos a la hora de responder a los pedidos de ayuda.
“A veces hay días muy movidos con tres intervenciones, como también puede ser que no haya que hacer salidas. En verano hay muchos incendios forestales, y en invierno muchos accidentes en viviendas, por estufas o sobrecargas eléctricas. Entonces siempre nos toca hacer alguna colaboración”, explica Sabrina, que demuestra entusiasmo en cada ejemplo que brinda. Con humor, se define como “una persona multiuso”, porque siempre está dispuesta a aprender sobre diferentes rubros.
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La mujer estudia el profesorado de Educación Física, entrena en el gimnasio y trabaja en Centro de Monitoreo de Lomas, mientras que su esposo es chofer de ambulancias del SAME en el centro porteño. “Siempre estamos a full, a veces se superponen sus guardias con mis actividades, que son muchas, pero nos llevamos muy bien y eso ayuda un montón”, cuenta ella, que agradece que cuando vuelve de hacer actividad física, él la espera con la cena y que nunca faltan los mates en cada hueco de la rutina.
“Trabajamos con el 107, colaboramos no solamente con incendios, sino también cuando a un perrito le queda la cabeza atrapada en una reja, un gato arriba de un árbol, incendios de contenedores de residuos, y hace poco unos compañeros fueron a ayudar a una nena a la que le había quedado atrapada la mano en la cadena de la bicicleta”, enumeran. Y agregan: “Es llegar y sea lo que sea, resolver en el momento y hacerlo mejor posible, con el menor riesgo y daño que se pueda”. Tienen en común que son los primeros bomberos voluntarios de sus respectivas familias, y que el interés surgió en vísperas de alcanzar la mayoría de edad.
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“Tenía 17 años cuando estaba con un grupo amigos del barrio y vimos la los bomberos que llegaban al cuartel. Escuchamos la sirena, que sonaba y nos llamó la atención”, recuerda Ricardo. Al ver la autobomba, los movimientos coordinados y la sensación de que estaban haciendo algo importante, la intriga fue aún más grande y definió su futuro. “Entramos, preguntamos, y de los cuatro que fuimos, tres nos quedamos. En mi caso fue para siempre”, revela. Algo similar le pasó a Sabrina, pero en su caso fue en Montegrande, donde vivía con su familia.
“Siempre iba a una capilla y el cura quería hacer una misa para los bomberos voluntarios en su día, el 2 de junio. Y fueron los del cuartel del barrio que empezaron a contar sus historias. Yo salí de ahí, a mis 18 años, llegué a mi casa y le dije a mi papá que quería ser bombera”, revela. A los 21 cumplió con ese deseo, cuando pidió un formulario de inscripción y quien se lo dio en mano fue su futuro marido. “Me acuerdo bien de cuando vino a anotarse, que yo justo estaba, le tomé los datos, y aunque vinieron muchas otras chicas a anotarse, nunca me pasó lo que sentí con ella”, confiesa Ricardo.
A partir de ahí hubo varios llamados telefónicos, pero él no encontró la reacción que esperaba. “Ella estaba de novia y me cortó menos diez. Y como yo estaba en el destacamento de Lavallol y ella en Lomas no nos cruzábamos mucho. Hasta que un día la volví a ver y me enteré de que estaba mal con su pareja, que se había peleado”, narra. Vio una oportunidad para volver a acercarse, hizo un nuevo intento, sin captar mucho interés, y decidió desistir.
“La remó mucho conmigo, pero después yo aflojé y empezamos a conocernos”, dice ella mientras se sonríe rememorando esos primeros meses de noviazgo. Cuentan que al principio prefirieron mantener un perfil bajo y esperaron hasta sentirse más afianzados para oficializar. “No queríamos que perjudicara nuestros trabajos, porque fuimos la primera pareja del cuartel de Lomas de Zamora. Lo hablamos con nuestros superiores y nunca tuvimos problemas”, explican. “Conocemos la jerarquía. Adentro compartimos el día como compañeros y de la puerta para afuera somos una pareja”, detalla Sabrina.
Cuando llevaban 13 años juntos, él le mostró los anillos e hizo la pregunta: “¿Te querés casar conmigo?”, y esta vez no tuvo que esperar, obtuvo un “sí” inmediato. “Nos casamos en plena pandemia, por lo que estuvimos solos en el Registro Civil, y hubo zoom para que los familiares pudieran ver la ceremonia”, relatan. Unos meses después hicieron una pequeña recepción, bailaron el vals y “fue hermoso”, porque pese a las limitaciones por los contagios de coronavirus, pudieron celebrar. “Y ahora, ya con 15 años juntos ya no creo que nos peleemos”, acota ella entre risas.
El humor y la buena onda es algo que los caracteriza, y por eso reaccionan con una carcajada cuando confiesan que alguna vez se confundieron el uniforme y se llevaron el equivocado. “Por supuesto a mí el de él me queda grande y el mío a él no le entra, pero como todo va al mismo lavarropas y son idénticos, nos ha pasado”, comentan. En 2022 fueron convocados para brindar asistencia en la provincia de Corrientes, cuando el 40% del Parque Nacional Iberá estaba en llamas. Los números eran muy alarmantes, con 74.000 hectáreas en estado crítico, y fueron juntos a ayudar en lo que definen como “la intervención más grande de la que participaron”.
Cuentan que el cansancio, el estrés y el agotamiento por el incesante fuego, fue muy intenso. Pidieron permiso en sus trabajos para quedarse el mayor tiempo posible, y les dieron autorización. “Muchos bomberos que fueron solos, y hablaban con su esposa, lloraban, extrañaban a los hijos, y fueron muchos días donde se extrañó mucho y nos contuvimos entre todos como grupo”, manifiestan. “Tenerlo cerca me hacía sentir que había alguien que me estaba cuidando, que si pasaba algo estaba pendiente, y fue muy importante para mí”, expresa Sabrina, que al poco tiempo volvió a viajar para ayudar en el Delta del Paraná.
“Ahí lo viví un poco más tranquila, y si bien el quinto día ya empecé a extrañar, sabía a lo que iba, a quién iba a responder, y uno elige estar ahí. Realmente amamos estar, y si me vuelven a llamar, volvería a ir a cualquier provincia”, sostiene. Ricardo, por su parte, agrega que son muchos los momentos en que la capacidad de actuar rápido es fundamental: “Los accidentes en viviendas también son fuertes, cuando uno está en contacto con personas lastimadas, o cuando llegás a un lugar y ves a la gente llorando porque se está quemando su casa, por más que querés hacer de todo, contenerlos, ayudarlos, sabemos que lo principal es apagar el fuego y concentrarse en esa prioridad”.
Muchas veces como tienen horarios distintos comparten sus inquietudes, ideas y posibles soluciones a distintas situaciones que enfrentan. “El bombero desde el día que ingresa el cuartel hasta el día que se retira, no importa los años de servicio que tenga, siempre se está capacitando. Tenemos que saber de todo, de electricidad, de autos, de viviendas, porque no hay lugar para las dudas a la hora de salir y exponerse”, sentencia Sabrina. Son siete las letras que les alcanzan y les sobran, que componen una sola palabra: “Gracias”.
“La gente es muy agradecida con los bomberos, te miran con amor, y en un incendio, los vecinos colaboran con una botellita de agua, te contienen sin conocerte, y eso es un montón. Incluso a veces la misma gente que pierde su casa, que se le queman las cosas, te agradece que hayas ido, a pesar del terrible momento que están pasando, y eso vale más que cualquier sueldo porque te llena el alma”, aseguran. También el vínculo que se genera con sus compañeros y el ritual de ir al destacamento, que se convierte en una segunda familia.
“Uno va haciendo amistades, el cuartel te atrapa, si realmente es tu vocación te atrapa. Necesitás pasar tiempo ahí, compartís un montón y muchas veces se encuentra la contención que otros por ahí en su casa no tienen; se va creando un vínculo grande e importante”, describen. Aunque Sabrina es la que menos tiempo libre tiene cuando sale de trabajar, siempre visita a sus compañeros, e incluso se desvía de la ruta cuando va a hacer las compras, porque siente la necesidad de pasar al menos una vez al día. “Es más fuerte que uno, y muchos quizá no lo entienden, pero es el amor, es saber que en cualquier momento alguien te va a necesitar, que alguien está esperándote, porque cuando hay una necesidad o una emergencia se piensa es los bomberos y siempre pasás por la vida de alguien”, expresa.
La pasión que sienten es inmensa, y confiesan que esperan más las festividades por el Día del Bombero Voluntario que sus propios cumpleaños. “Aunque ya festejamos el 2 de junio, un mes después, el 2 de julio cada año se hace un desfile muy lindo, y este año le toca a Lomas de Zamora. Lustramos todas las unidades y hacemos alguna reparación”, explican. Invitan a todos los vecinos que quieran acercarse a compartir ese momento, que comenzará el próximo domingo a partir de las 10.30. Participarán más de 50 cuerpos de bomberos de distintos puntos de la Provincia de Buenos Aires, más de 500 bomberos y más de 100 unidades que desfilarán por la Avenida Hipólito Yrigoyen entre Gorriti y Pereyra Lucena.
La Asociación de Bomberos Voluntarios de Lomas de Zamora lleva más de 110 años de servicio a la comunidad, y además del cuartel central también complementan la labor desinteresada de los destacamentos de Llavallol, San José, Banfield, y el Cuartel IX. “Nos encanta que nos pregunten y nos interesa que la gente también entienda qué es ser bombero y que todos aquellos que tengan dudas o curiosidad, que entren a conocernos, porque si tienen vocación se quedan y no se van nunca más”, proyectan.
“Tengo muchas compañeras de trabajo que me preguntan, y yo les digo que si sus hijos quieren ir a conocer, que los dejen ir, porque van encontrar buena gente, amigos, no van a estar en la calle. Es lo mejor que les puede pasar a un padre, que tenga buenas amistades y una contención sana”, opina Sabrina, que además aclara que no se necesita ninguna inversión monetaria para ingresar. “Es cuestión de que te guste, solo hay que poner tiempo y amor, nada más. Es vocación pura. Nosotros esperamos tener muchos años de vida para seguir siendo bomberos, porque no nos imaginamos el día a día sin el cuartel”, concluye a dúo la pareja.
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