En plenos tiempos electorales y a las puertas de un frenético balotaje, la votación no solo alcanza a la política. La música parece metaforizar este mecanismo democrático con el regreso de un grupo que se quedó en las puertas de imponerse en primera vuelta: los estadounidenses Boy Harsher.
Vale recordar la fotografía de casi un año atrás en el predio Costanera Sur, precisamente la noche del domingo 13 de noviembre. El dúo de Savannah, Georgia, esperaba salir a tocar en el Primavera Sound Buenos Aires pero la inclemencia meteorológica (lluvias intermitentes y viento) impidió su salida a escena.
La perplejidad era total: el cerebro musical de la banda, el tecladista Augustus “Gus” Muller calibró su instrumento ante la gente que se agolpaba frente al escenario. Y, por otro lado, las manos en forma de súplica de la cantante Jae Matthews (mientras señalaba con un dedo el cielo, delegando culpas) no fueron suficientes para que una voz en off anuncie la suspensión del show y el desalojo del lugar.
Noche del 9 de noviembre de 2023. Cuesta entender cómo, de las poco más de 200 personas que soportaron el rigor climático en 2022, pasaron a ser casi 1000 almas las que se congregaron en Niceto Club y agotaron las entradas en el recinto palermitano.
En la larga fila de personas que daba vuelta por la calle Humboldt, el cruce generacional estuvo apuntalado por veinteañeros góticos, industriales e indies que convivieron con cuarentones (y algún que otro +50) con reminiscencias y estirpe dark de los ´80.
“Ya son muy conocidos por acá”, respondía un hacedor de fiestas góticas porteñas ante la sorpresa de este cronista por la inesperada convocatoria de los estadounidenses que cumplieron apenas 10 años de trayectoria y “explotó” un lustro atrás, entre la edición de Yr Body is Nothing (2016) y el imprescindible Careful (2019).
Manos haciendo corazoncitos, fotos de gatitos que se comparten de un teléfono celular a otro o comentarios fuera de lugar (y miradas desafiantes) ante algún que otro apretujón (o pisotón) en la pista repleta, pone a contrapelo la “fragilidad” de un sector del público 2023 a comparación de la aspereza de un show similar, varios años atrás.
Así las cosas, la densa niebla y caluroso clima semi-raver dieron lugar al aperitivo de la noche. Balvanera, un joven dúo de dark wave y EBM (electro body music) que se hermana con Boy Harsher (apenas se anunció el show, varios fanáticos del género pidieron por ellos) dejó flotando en el aire una pregunta: ¿juega a favor o en contra del espectáculo que exista tanta similitud musical entre la banda telonera y el número principal? Un sonido potente y una voz nítida (quizás más que el de la mismísima Matthews) le sumó puntos al crédito local.
La espera por el plato fuerte de la noche se estiró entre la ansiedad y el calor. De antemano, se sabía que los shows de Boy Harsher distan de su inmaculado sonido discográfico: en vivo suenan más “sucios”, crudos, graves y fantasmales que en sus creaciones musicales. Y así fue.
La apertura con Keep Driving, esa intro cavernosa y ambient que inaugura el disco Careful (el más ecléctico y pistero del grupo) elevó la sombría voz de Jae que… ¡apenas se oye! Y así se inauguró la eterna “lucha” del concierto: la etérea lírica de Matthews, escondida detrás de la persistente reverberación de su rictus darkwave, generó una especie de eco, silenciado aún más por la galería de secuencias de teclados y machaque del furioso beat, producto de Muller, lo que fue enhebrando un show algo desangelado.
El más lúgubre Give Me a Reason mostró al toque la comunión público-banda, saltos, agite y gritos desaforados. La rubia cantante, con una amplia camisa negra que bordea la línea baja de su short, mostró su outfit sport dark. A puro salto, sus zapatillas botitas deportivas. al tono más oscuro, parecieron hacerla flotar ante cada beat, en medio de las saturadas luces verdes, azules y rojas que monopolizaron la noche.
Aquel segundo tema (junto a Tower) reveló los pasajes más oníricos y densos durante este “jueves negro”, en donde el downtempo de la pista hizo que baje la adrenalina y tuviese su correlato con el plano más cinematográfico y ambiental del grupo. Ambas canciones forman parte del soundtrack de The Runner, un opresivo cortometraje realizado por Boy Harsher, que mixtura suspenso con pizcas de terror y gore. Si, porque el plus que tiene el tándem Matthews-Muller es su carácter cinéfilo, es más, en varias entrevistas confesaron su amor por el séptimo arte, incluso, antepuesto a la música.
Luego del asfixiante Morphine, de su primer disco, la voz de Jae Matthews continuó cotizando a la baja mientras se contrapuso con la temperatura del otro lado de la valla. Maquillaje, indumentaria vinílica-cuero, remeras de red y mucha transpiración electro/minimal/dark elevaron la temperatura de la pista palermitana.
Una coreo de secuencias de sintetizadores al ritmo argentino (el clásico “oh, oh,oh!”) se conjugaron con beats que atronaron la mandíbula y succionaron tímpanos, mezclados con vitoreos de títulos de tracks boyharshareanos. La magnética y trepidante Come Closer, de las más coreadas de la noche, junto a la ensoñadora y reptante Fate (ver su videoclip, acerca de una asesina serial vampírica) representaron alma y corazón de Boy Harsher. La síntesis, el de una oscuridad electrónica que imanta.
Porque si hay algo que el dúo capitaliza es el de generar profundas y crudas emociones en sus oyentes. Es una banda para “escuchar con los ojos” y “ver con los oídos”, que te transporta al galope de su intensidad y nervio musical.
Imperturbable, “Gus”, el multiinstrumentista, sólo cruzó alguna que otra mirada cómplice con Jae quien por momentos se asomaba detrás de los teclados y consolas para sumar recursos sonoros a la demoledora propuesta que tuvo su momento cover con la interpretación de Wicked Game, el clásico de Chris Isaak. En aquella ocasión fue en donde mejor se la oyó a Matthews quien, por momentos, también se acercó a la valla para cantarle bien de cerca a la masa. Marcial y facial.
La presentación de un tema nuevo, bajo el mismo prisma oscuro por el cual se tamiza su arte, dio respiro para el machaque de los estadounidenses que escaló con LA, otra gema de Careful, su disco total.
El epílogo con Modulations (de su vena más postpunk y EBM de aquel primer grito de guerra, el EP Lesser Man) detonó Niceto Vega al 5100 coronado por el opresivo Pain, con su título hecho mantra en las gargantas darks ajustado con una hipnótica base synth, también de este primigenio álbum que le abrió lugar a los codazos, como en la pista.
El show finalizó sin saludos ni nada. Seco. Tal cual este año en aterrizajes musicales del estilo. Pero la agenda oscura 2024 mostró, vaya paradoja, un resquicio de luz. Sellarán pasaporte por Ezeiza el dúó postpunk británico-alemán de Lebanon Hanover, un esperado debut local. También vendrán los neerlandeses Clan of Xymox como así también, sin tanta vena dark, el regreso de los neoyorkinos de Interpol, presentes en el PS del año pasado. Aquel día, el del no-debut de Boy Harsher, quien tuvo su revancha.
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