Adaya González

Madrid, 9 oct (EFE).- La soledad no deseada, el aislamiento, el edadismo y el deterioro físico y cognitivo inherente al envejecimiento amenazan la salud mental de nuestros mayores que, además, de momento no toman la iniciativa de buscar ayuda terapéutica pero reciben a cambio un exceso de psicofármacos.

Hasta ahora, la salud mental de los mayores ha sido un terreno desconocido incluso para la Medicina, admite a EFE el psicólogo especialista en Psicología Clínica Gabriel Ródenas; pero ante una esperanza de vida cada vez más larga, es momento de estudiar más a fondo las necesidades específicas de esta etapa "tan sensible" en la que ahora mismo viven más 9 millones de personas en España.

Lo primero que quiere aclarar Carmen Rodríguez Blázquez, investigadora del Centro Nacional de Epidemiología (CNE) y miembro de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE), es que no es un grupo homogéneo: ni estamos igual a los 65 que a los 80, ni todos llevamos la misma mochila.

De cualquier modo, está convencida de que esta población es la más resiliente ante las adversidades, un bagaje que les sirve de escudo protector mental, lo que no quiere decir que sean inmunes. "Envejecer -asegura- es un éxito, pero necesitamos vivir cada vez mejor". Y eso sin salud mental es imposible.

El 4,1% de la población tiene depresión, pero la frecuencia crece progresivamente con la edad hasta alcanzar al 12 % de las mujeres y al 5 % de los hombres de 75 a 84 años, según datos del Ministerio de Sanidad.

Junto con la ansiedad, la depresión es el trastorno más común, además de las demencias asociadas a la salud mental: la última Encuesta Europea de Salud disponible, de 2020, contabiliza más de 403.000 personas de más de 65 (el 4,5 %) con cuadros depresivos mayores y casi 446.000, de otro tipo (5 %).

"Se suelen dar sobre todo en contextos de aislamiento, de institucionalización o poco estimulantes, que no favorecen la independencia", aclara Ródenas, vocal de la Sociedad Española de Psicología Clínica-ANPIR.

Las prevalencias van escalando progresivamente (del 3,2 % en la franja 65-74 al 4,68 % en la de 75 a 84 y al 8,2 % en la de más de 85) y dejando muchas diferencias por sexos: mientras en ellos fue de entre el 2,2 % y 3,2 %, en las mujeres se disparó al 6,3 %.

En los suicidios, que también alcanzan su pico en la senectud, ocurre lo contrario: las mayores tasas en 2022 se dieron, según el INE, en las franjas 85-89 y 90-94 años, que rozan los 20 casos/100.000 habitantes (frente al 7,6 general), pero la cifra de hombres llega a ser casi ocho veces superior a la de las mujeres.

Los síntomas de la depresión en los mayores son los mismos, pero con matices "cualitativamente distintos", pues son personas que "van perdiendo su círculo más íntimo, que se encuentran más solos y aislados, cuyos hijos han formado sus familias y pueden tener un sentimiento de soledad o de desconexión".

Mientras que la ansiedad se manifiesta como inquietud, nerviosismo, trastornos de sueño… Cuando aparece la demencia, habrá más agitación, desorientación y pérdida de memoria.

Normalmente es el entorno el que acude a buscar ayuda en el sistema sanitario. "La iniciativa ahora es bastante secundaria", señala Ródenas, que augura no obstante que esta tendencia, fruto de factores culturales, va a cambiar con las nuevas generaciones de mayores.

Pese a que para muchos cuadros se podría ofertar psicoterapia, la realidad es que, "como sucede en la gran mayoría de la población, pero especialmente en ellos", hay una altísima prevalencia de prescripción de ansiolíticos y antidepresivos. "Son farmacias ambulantes", dice con pesar el experto.

Así lo vuelve a corroborar la Encuesta Europea de Salud, en la que el 10,8 % de la población respondió haber tomado algún tranquilizante en las últimas dos semanas, una cifra que se duplica al 22,7 % en los mayores (y, nuevamente, las mujeres, con el 29,6 %, doblan a los hombres).

"Las mujeres vivimos más pero en peor estado de salud: tenemos más enfermedades crónicas, más discapacidad, y sufrimos además doble discriminación, la del sexismo y la del edadismo, y eso, evidentemente, influye en la salud mental", argumenta la epidemióloga.

"Nos queda mucho que aprender y hay que cambiar de mentalidad y dejar de asociar el envejecimiento a problema", prosigue Rodríguez; para erradicar los comportamientos discriminatorios por edad, son necesarias legislación, formación y sensibilización, incluso de los profesionales sanitarios, pero también fomentar las relaciones intergeneracionales.

El bienestar mental pasa también por dejar a los mayores, subraya la especialista en envejecimiento y calidad de vida, "el mayor tiempo posible en su sitio, en su vecindario, con su gente conocida y su tendero de la esquina" y, si no queda más remedio que institucionalizarlos, facilitarles que tengan la mayor autonomía posible, borrando esa imagen de "residencias como mataderos".

"Lo único que nos va a salvar de la soledad son las personas", enfatiza Nel González Zapico, presidente de la Confederación Salud Mental España. "Tener un perrito o un gatito es terapéutico", pero lo que es primordial es "con quién te tomas un café. Y si es fuera de casa, mejor".

Cada 10 de octubre se conmemora el Día Mundial de la Salud Mental, cuyo lema este año es 'Salud mental, salud mundial: un derecho universal'. Pero que en España no está garantizado.

"España no es país para viejos, España a veces no es país para mucha gente. Aquí no se avanza más que a abocar a la gente mayor hacia la soledad, olvidando a la gente que pasó antes por los caminos que andamos nosotros ahora y sin pensar que, al final, todos llegaremos ahí. Y eso -zanja- si tenemos la suerte de llegar". EFE

ada/bal

(foto)

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