Tras el salto cambiario y ajuste de precios que estaban “pisados” hasta noviembre, la inflación se disparó en diciembre y ahora sorprende con un brusco frenazo a partir del segundo trimestre. Al 25% de diciembre le siguió una marca de 11% en marzo y, probablemente, de 6% (o menos) en mayo, con la expectativa de que los meses subsiguientes marquen un nuevo, aunque paulatino, descenso en la tasa de inflación.
Los factores de ese descenso incluyen una notoria dureza fiscal y monetaria, el uso del ancla cambiaria, la persistencia de elementos de represión financiera (cepos) que desploman la brecha cambiaria, la decisión de postergar ajustes tarifarios desde mayo y la expectativa prevaleciente de que este escenario descendente se puede mantener unos cuantos meses, lo que frena la inercia (vinculada a una baja credibilidad del ajuste).
No todos los precios se mueven, sin embargo, al mismo ritmo y la política económica puede confundirse al asumir que todos los precios son flexibles, embarrando las cosas. Hay barreras nominales que ya se enfrentaron durante la Convertibilidad, y que aparecen mucho antes de que la tasa de inflación se acerque a cero. Las inflexibilidades operan no solo nominalmente, sino también en términos relativos.
El ejemplo más simple de inflexibilidad nominal entre los argentinos es el de los salarios (en el mundo, lo era el de las tasas de interés nominal en cero, hasta que Japón introdujo tasas negativas que ahora eliminó). Las inflexibilidades operan afectando precios relativos mucho antes de llegar a una tasa muy baja de inflación, y por supuesto se agravan cuanto más baja la tasa porque el ajuste entre precios opera por diferenciales en tasas de crecimiento (si es que algunos precios no pueden caer nominalmente).
Las inflexibilidades operan no solo nominalmente, sino también en términos relativos
Un escenario de deflación -para tomar el caso extremo, lejos probablemente del caso argentino- requiere mucho tiempo para ajustar precios relativos y resiente la actividad, tal como lo muestran episodios recientes en Hong Kong y China.
Se puede asumir que las actuales autoridades son conscientes de los riesgos que implica un escenario de muy baja inflación -sin siquiera llegar al de “deflación” tantas veces mencionado- en el cual todavía no se han quitado las inflexibilidades nominales.
La dinámica de corto plazo de salarios reales y costos laborales ilustra el impacto de estos “bandazos” que se da la Argentina al pasar de un régimen de alta inflación a otro de baja inflación sin cambiar sus rígidas regulaciones.
Vemos fuertes cambios de costos y salarios que responden a un patrón cíclico (desde el auge a la recesión, a los ajustes de precios y al rebote de actividad) y también a factores de tendencia (estructurales).
El panorama que ofrecen los salarios y costos medidos en dólares (oficiales y alternativos) es el de una gran volatilidad pero sin tendencia positiva de largo plazo. La volatilidad está asociada a ciclos reales y cambios en la tasa de inflación, mientras que la ausencia de tendencia es consecuencia del estancamiento de la productividad.
De hecho, como hemos destacado en forma reiterada, con tendencia negativa en productividad, no sorprende la brusca caída de ingresos reales respecto de otros momentos del pasado (la Convertibilidad y cortos periodos posteriores como el 2011/13, el 2017). El relato que surge de deflactar salarios privados formales con el tipo de cambio oficial muestra una ligera tendencia positiva entre 1995 y 2024 (30 años), mientras que calculado en términos del dólar libre la tendencia es nula, con un valor de 800 dólares.
La volatilidad está asociada a ciclos reales y cambios en la tasa de inflación, mientras que la ausencia de tendencia es consecuencia del estancamiento de la productividad
Los períodos de fuerte represión económica con brecha cambiaria muestran lo peor: ingresos a dólar libre bajos (para el asalariado) con costos a dólar oficial elevados (para las empresas). Esos instantes presagian la insostenibilidad de la represión y el inevitable derrumbe posterior.
Para escapar de este proceso con fuertes ciclos y tendencia negativa no hay otra salida que repensar las reglas del juego. No se puede lograr estabilidad sin cambiar esas reglas e inflexibilidades que impone la regulación (no solo salarial, sino de normas laborales en convenios, leyes y estatutos).
En una economía de baja productividad, los desequilibrios se resuelven periódicamente con una explosión nominal (devaluación). Recíprocamente, un escenario de férrea estabilidad con estrictas reglas fiscales y monetarias pero que mantiene las rigideces regulatorias ajusta por nivel de actividad.
¿Qué nos sugiere nuestra propia experiencia? Que las ganancias de corto plazo tras una devaluación sin otros cambios pueden ser, efectivamente, de muy corto plazo.
Se deben proyectar fuertes cambios de productividad hacia 2025 para evitar caer nuevamente en el círculo de la decadencia
Hoy (es decir, con datos a marzo de 2024), los costos laborales unitarios son más bajos que en 2022/23, pero no por mucho tiempo.
En efecto, el actual programa económico contempla reglas (crawling peg) que harán que esos costos superen cualquier nivel observado en los últimos 6 años. Es decir que se deben proyectar fuertes cambios de productividad hacia 2025 para evitar caer nuevamente en el círculo de la decadencia.
El autor es Director y Economista Jefe de FIEL. Esta nota es un anticipo de Indicadores de Coyuntura 663 de FIEL
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