El 13 de julio, el hasta entonces posible candidato y expresidente por el partido republicano, Donald Trump, fue víctima de un intento de asesinato. Ocurrió durante un acto de campaña en Pensilvania. A partir de ahí
Muchos analistas sostienen que el atentado puede tener efectos electorales. No necesariamente cambiaría la voluntad de aquellos que no iban a votar por Trump, pero podría movilizar a sus votantes e incluso algunos donantes.
En este contexto, y luego de un pobre desempeño en el debate del 27 de junio, el hasta entonces posible candidato demócrata, y actual presidente, Joe Biden, decidió abandonar la carrera electoral. Había ganado las internas estatales y era quien tenía los delegados suficientes para recibir la nominación del partido a fines de agosto. Luego de la decisión, brindó su apoyo a la actual vicepresidente Kamala Harris.
La candidata ya recibió el apoyo del expresidente demócrata Barack Obama y recibió aportes de campaña por más de USD 285 millones. Si a esto se suma los aportes que ya había recibido Biden, ya superen a las de Trump (USD 221 millones). Este impulso también se ve reflejado en las probabilidades de que cada candidato se haga con la presidencia.
Así, surge la pregunta de cómo posicionarse frente a la eventual victoria de cada uno de los candidatos.
Las preferencias del mercado
Si bien se dice que el mercado tiene preferencia por los candidatos republicanos, en base a los datos históricos no se puede decir, de manera aislada, que un partido a cargo del ejecutivo haya obtenido mejores resultados. Existen otros factores relevantes que pueden haber afectado la medición.
A modo de ejemplo, el S&P500 tuvo un buen recorrido tanto con republicanos como demócratas. La excepción es George Bush, que asumió antes de la crisis punto.com y dejó la Casa Blanca luego de estallada la Gran Crisis Financiera de 2008.
El S&P500 tuvo un buen recorrido tanto con republicanos como demócratas
Yendo aún más lejos, el desempeño inmediatamente posterior a las elecciones presidenciales demuestra que no es el ganador quien impulsa al mercado, sino el haber disipado las dudas del camino a seguir. La información disponible permite desagregar el S&P500 por sectores desde la primera presidencia de Bill Clinton.
Si se excluye el período de las dos crisis de la primera década del siglo, solamente queda una presidencia republicana. Y no existe un sector que se haya beneficiado de manera marcada. Es más, tendería a pensarse que la presidencia de Trump puede haber beneficiado a los sectores energéticos más tradicionales. Sin embargo, durante su presidencia este sector cayó 48 por ciento.
Pueden tomarse dos enfoques para pensar qué sectores podrían tener una mejor desempeño con cada candidato. Por un lado, puede pensarse en las posibles medidas que impulsarían uno y otro. Por otro lado, ver qué empresas son las principales aportantes de cada candidato, pues ninguna compañía haría aportes a un grupo que pueda perjudicarla directamente.
Bajo el primero, se encuentran tres industrias que presumiblemente podrían estar mejor posicionados ante la victoria demócrata. En primer lugar, se cree que los sectores tech asociados a Silicon Valley podrían verse beneficiados. Ello se debe a que las políticas regulatorias podrían ser más moderadas, pues entran en juego los vínculos de Harris con Silicon Valley, siendo que inició su carrera política en California.
A su vez, se espera que beneficie a los sectores asociados a las energías limpias. La agenda verde tomaría protagonismo, beneficiando a los fabricantes de vehículos eléctricos, paneles solares, energía eólica, etc. Por último, se espera un impulso al sector de cannabis, en especial tras el nombramiento de Tim Walz, un fuerte partidario de la legalización de la marihuana, como acompañante de fórmula. Cabe recordar que todavía no se llevó a cabo la descriminalización a nivel federal.
Puede pensarse en las posibles medidas que impulsarían uno y otro, y también ver qué empresas son las principales aportantes de cada candidato
Por otro lado, la plataforma electoral de Trump plantea aumentar la producción industrial doméstica y la producción energética (incluyendo hidrocarburos) para que Estados Unidos no dependa de un proveedor externo. Además, durante su presidencia se desregularon una considerable serie de industrias, lo que podría profundizarse. En especial considerando el entorno cripto, para el cual Trump tuvo palabras de apoyo en su aparición en la Conferencia Bitcoin 2024.
Asimismo, una frase para destacar de su campaña es que llevarán de nuevo las cadenas de suministro a EEUU, lo que puede tener implicancias interesantes para los proveedores locales, en particular para los sustitutos de compañías de origen asiático.
Finalmente, si continúa reduciendo el Impuesto a las Ganancias como dijo en campaña, los márgenes podrían ampliarse de manera generalizada. Pasando al segundo enfoque, la promoción de políticas que beneficien a uno y otro sector se ven reflejada en la base de donantes de las campañas.
Por ejemplo, Kamala Harris tiene mayor proporción de aportantes tech, como Google, Microsoft, Apple o Nvidia. No obstante, también recibió apoyos financieros de Johnson & Johnson, Morgan Stanley, Boeing, JP Morgan, Disney, entre otros.
En tanto, por el lado de los principales aportantes de Donald Trump, se ve mayor participación de sectores más tradicionales como American Airlines, Walmart, Fedex o Costco. Entre la base de aportantes, se destacan los vinculados al complejo militar, como Boeing, Lockheed Martin, Northrop Grumman y Raytheon, lo que está en línea con la promesa de Trump de reconstruir el ejército de Estados Unidos.
Llamativamente, entre los aportantes de Trump destaca Elon Musk, CEO y accionista mayoritario de Tesla, una compañía que debería beneficiarse de la agenda verde. Aun así, este caso en particular parece deberse más a cuestiones ideológicas en términos del pensamiento woke que a cuestiones económicas.
El autor es economista de PPI (Portfolio Personal Inversiones)
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