Corría 2008 y asumía Barack Obama como presidente de los Estados Unidos. El contexto era crítico y el nuevo Presidente afirmaba que en ese marco todos los economistas coincidían que lo mejor que se podía hacer era aplicar el “buy american” (o “compre americano”), lo que implicaba aplicar políticas proteccionistas para proteger el trabajo de los locales, en lugar de continuar comprando trabajo extranjero. Obama quería suspender las compras a Europa y Asia, y con ello generar posibilidades de empleo local.
Un conjunto de profesores e investigadores de economía en universidades públicas y privadas de los EEUU presentó una carta afirmando: “Con todo respeto Sr. Presidente, eso no es cierto”. La carta hacía referencia a la manera en que estas políticas habían condenado a Estados Unidos en la crisis de 1930, cuando la falta de compras de este país a Europa dejó a aquel continente sin divisas para comprar productos americanos, y con ello se interrumpieron las ventajas de la división internacional del trabajo, derivando en la profundización de una crisis de la cual se tardó al menos una década en salir.
Afortunadamente, el nuevo Presidente de los Estados Unidos detuvo ese llamado proteccionista, y con ello la recuperación de la crisis fue más acelerado que en los años 30. Siempre pensé que ese instrumento académico fue muy útil para detener lo que pudo ser un gran error de política económica.
No recuerdo haber visto la utilización de este instrumento académico en la historia argentina reciente, especialmente frente a las alquimias monetarias y la “mala praxis” de política económica que nos condujeron a este presente. Celebro el despertar de mis colegas para hacer una declaración unificada, aunque debemos reconocer que surge en un contexto bastante politizado por un debate técnico que puede definir la política económica de los próximos años. Esta nota pretende arrojar una serie de reflexiones que permitan mantener abierto un debate necesario.
Contexto bastante politizado por un debate técnico que puede definir la política económica de los próximos años
1) Espero que la declaración de esta carta, al afirmar que la dolarización sería “una iniciativa desacertada” no sea tomada como un consenso en la profesión, sino como una declaración conjunta de un grupo de economistas que se oponen a la propuesta.
Hay demasiados economistas de alto nivel que han afirmado que la dolarización es una buena idea para la Argentina, a saber: a) economistas ya fallecidos como Milton Friedman y Rudiger Dornbusch; b) economistas americanos como Robert Barro, Tyler Cowen, Lawrence H. White, Steve Hanke, Kurt Schuller; c) economistas argentinos que enseñan en Estados Unidos como Guillermo Calvo y Nicolás Cachanosky; d) catedráticos españoles como Jesús Huerta de Soto, Juan Ramón Rallo, Daniel Lacalle y María Blanco; e) economistas locales como Alberto Benegas Lynch (h), Martín Krause, Emilio Ocampo, Jorge Ávila, Jorge Streb, Osvaldo Meloni, Manuel Calderón, Agustín Etchebarne, Aldo Abram, Eugenio Marí, Gustavo Lazzari, Martín Simonetta, Manuel Adorni, Pablo Guido, Juan Sebastián Landoni, Alejandro Gómez, Ramiro Castiñeira, Guillermo Laborde, Agustín Monteverde, Claudio Zuchovicki, Christian Buteller o Gustavo Neffa; f) podría agregar aquí decenas de colegas de Ecuador como Dora de Ampuero (la madre de la dolarización allí) o Pablo Arosemena (actual ministro de Economía), y desde luego otros tantos en El Salvador y Panamá, pero pienso que las referencias son suficientes para hacer el primer punto.
El debate sobre dolarización está abierto, y la tolerancia para argumentar en favor y en contra de esta propuesta es una condición necesaria para que el público no entendido en la materia pueda evaluar su apoyo o rechazo a la medida.
2) Resulta polémica la afirmación sobre “obstáculos prácticamente insalvables para su adopción”, pues Argentina ya se encuentra espontáneamente dolarizada, y avanza gradualmente, pero sin pausa para completar el proceso. Si es cierto que hay más de USD 200.000 millones en poder de los argentinos, y los pasivos monetarios apenas representan USD 40.000 millones, entonces el lector podrá comprender que el porcentaje ya dolarizado es bastante elevado, y esto sin sumar a todos aquellos que compran todo tipo de activos dolarizados como propiedades y activos financieros.
La situación de “quiebra” del Banco Central de la República Argentina, sin reservas en dólares, activos devaluados y elevados pasivos monetarios por supuesto que no es la ideal para avanzar en la dolarización, pero esto no significa de ningún modo que no pueda dolarizarse, ni tampoco que se requiera un tipo de cambio sumamente elevado para la conversión.
El plan Ocampo-Cachanosky, entre varias propuestas que se están considerando como posibles, plantea sustituir la deuda existente del gobierno con la autoridad monetaria por una nueva deuda, la que al ser cancelada en un plazo de 4 a 8 años implicaría más bien un desendeudamiento, lejos del “absurdo” que los autores de la carta dicen reconocer.
3) En ninguna propuesta de dolarización, se ha propuesto que la reforma monetaria es sustituta del ajuste fiscal. De hecho, debemos ser claros los economistas sobre la importancia de rodear el esquema de una reforma integral del Estado, que paralelamente avance en un presupuesto base cero, un superávit fiscal, baja de impuestos, flexibilidad laboral y apertura económica, además de una lucha incansable para reducir la burocracia y la corrupción. Sólo con un plan integral podrá generarse la confianza necesaria para obtener cierto apoyo global en acompañar la propuesta.
Sólo con un plan integral podrá generarse la confianza necesaria para obtener cierto apoyo global en acompañar la propuesta
4) Los economistas firmantes también afirman que la dolarización es “compleja y muy poco correlacionada con el ciclo económico macroeconómico estadounidense”, agregando que “eventos exógenos” como una pandemia, crisis financieras internacionales, conflictos bélicos e incluso una sequía le quitarían al país el “margen de maniobra monetaria y fiscal”, haciendo que los ajustes inevitables produzcan profundas recesiones y aumentos de desempleo. Parecen desconocer los economistas firmantes la historia argentina donde cada uno de estos shocks han provocado recesiones y aumentos de desempleo, y la política monetaria nada pudo hacer por evitarlo, o para ser más claros, han empeorado la situación.
La evidencia empírica, por el contrario, ha mostrado que países como Ecuador, El Salvador y Panamá, han sufrido bastante menos estos shocks externos que Argentina en estas últimas décadas, un aspecto que ha sido estudiado por Nicolás Cachanosky y expuesto públicamente en varias oportunidades.
Somos muchos los economistas que pensamos que la devaluación no permite “ganar competitividad”, sino que nos empobrece, y que la manera de lograr “competitividad” es con estabilidad monetaria, con baja de impuestos y de burocracia, con flexibilidad laboral y apertura económica, pero nunca ocultando nuestra falencias detrás de la baja del salario real de los trabajadores por medio de la devaluación.
5) No está demás señalar que muchos de los economistas firmantes -por supuesto que no todos- ni siquiera aceptan que el fenómeno de la inflación tiene su naturaleza en el incremento de la oferta monetaria que se genera por encima de su demanda, algo que el resto del mundo ya aceptó hace mucho tiempo.
Cerrar el Banco Central terminará con estos excesos, lo que le permitirá a la Argentina contar con estabilidad monetaria, lo que implicará reducir las tasas de interés nominales y reales, y con ello recuperar el crédito, la inversión, la actividad económica, el empleo, y el crecimiento económico, siempre que sea -insisto- acompañada de las otras reformas mencionadas.
Somos muchos los economistas que defendemos la dolarización, especialmente en un país que ha perdido por completo la estabilidad monetaria y el crédito
Esta sucesión de conceptos es lo que motiva que seamos muchos los economistas que defendemos la dolarización, especialmente en un país que ha perdido por completo la estabilidad monetaria y el crédito.
6) Que la reforma monetaria propuesta sea difícilmente reversible -aspecto que la carta reconoce- es justamente su mayor valor, considerando la manera en que el poder político ha abusado sistemática y estructuralmente de la administración del dinero. Aun si algún plan de estabilización tuviera éxito, ¿qué impediría que un próximo gobierno populista vuelva a envolvernos en una dinámica inflacionaria, con devaluaciones y crisis cambiarias?
7) Para cerrar, los programas de estabilización o el mencionado bimonetarismo que se plantean como alternativas, nada afirman sobre el modo en que van a resolver el flagelo de la inflación, sobre el tiempo que se requerirá para obtener estabilidad monetaria, y mucho menos la manera en que van a enfrentar el problema de las Leliqs y los otros pasivos monetarios.
El silencio de todos estos economistas sobre estos problemas reales, la falta de contrapropuestas reales a la dolarización, es lo que entiendo anima al público no entendido en economía a elegir la única opción que se presenta como viable y real.
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