¿Qué piensa el Fondo Monetario Internacional (FMI) sobre la dolarización?. Resulta difícil brindar una respuesta tajante y unívoca. Cuando el candidato presidencial Javier Milei habló con el staff del Fondo luego de las PASO, lo escucharon. En Washington afirman que cada país elige su propio sistema monetario, aunque siempre aclaran los pros y los contras de cada elección.
Cuando se creó en 1944, el FMI promovió un sistema de tipos de cambio fijo para superar la hecatombe posterior a la Segunda Guerra Mundial, un sistema que entró en crisis en la década del 70. Luego, fue cambiando su opinión, aunque toleró la rigidez cambiaria en el mundo emergente a fines de los 80 y principios de los 90 cuando explotó la hiperinflación en varios países, entre ellos, la Argentina.
Sin embargo, como recordó el propio ministro Domingo Cavallo, el FMI no estuvo de acuerdo con la implementación de la convertibilidad en 1992. “Luego se dieron cuenta que nos iba bien y entonces se subieron al éxito del plan”, recordó a Infobae el ex ministro de Economía, con algo de enojo rezagado.
Años después, el equipo de Roque Fernández intentó avanzar en una dolarización completa, pero el subjefe del organismo, Stanley Fischer, expresó su escepticismo porque entendía que ese régimen agravaría el problema del atraso cambiario que acarreaba el país.
El análisis del Fondo
¿Qué dijo el Fondo desde entonces, en sus declaraciones y en sus papers?
El director del Departamento del hemisferio occidental, Rodrigo Valdés, fue consultado por el diario El País si el FMI apoyaría a la Argentina en caso de dolarizar: “Nosotros trabajamos con 190 países, con todas las instituciones posibles que existen dentro de ellos. Lo que nos interesa es que funcionen bien dependiendo de sus configuraciones macroeconómicas”, respondió.
Lo que nos interesa de los países es que funcionen bien dependiendo de sus configuraciones macroeconómicas (Valdés)
Sobre las consecuencias de una dolarización en la Argentina, el funcionario que audita la región dijo: “El programa del señor Milei implica la dolarización y eso no implica no tener un programa [con el FMI]”.
“Tenemos uno con Ecuador, que es un país dolarizado, y el último fue muy exitoso. Para nosotros es central reconocer la forma que organiza un país su política monetaria, su política cambiaria, temas que son de plena soberanía. Lo que sí nos interesa es que estén las bases macroeconómicas para que esos sistemas funcionen en el largo plazo y que cuando haya cambios la transición mantenga la estabilidad”, enfatizó el funcionario del Fondo.
Uno de sus predecesores, Alejandro Werner, contó a Infobae semanas atrás que “desde el punto de vista de la teoría económica tradicional, al final del día una unión monetaria debe de hacerse entre países que tienen ciclos económicos parecidos porque de esa manera las decisiones de política monetaria que son buenas para el país A son buenas para el país B. En ese sentido, la Argentina no comparte un ciclo económico con Estados Unidos como si lo hace con México, por ejemplo, o con otros países de la región”, dijo.
“Al final del día una unión monetaria debe de hacerse entre países que tienen ciclos económicos parecidos porque de esa manera las decisiones de política monetaria que son buenas para el país A son buenas para el país B”, destacó Werner.
“Podría haber otras monedas”, planteó el economista nacido en la Argentina y que fue viceministro de México, “podrías buscar una combinación de países, exportadores de productos primarios similares a los argentinos y pegarte a esa canasta de monedas, con resultados mucho mejores”, dijo.
Lo cierto es que el Fondo enfatiza que para un país es más importante la disciplina fiscal y monetaria que la moneda que elija. Este análisis ha sido válido tanto en el gobierno de Mauricio Macri -cuando discutía con el equipo económico por el nivel de intervención en el mercado cambiario- como con el de Alberto Fernández, que nunca impuso un ancla macroeconómica fuerte, como se lo reclamaron en varias oportunidades el FMI y el G7. De todos modos, el Fondo sugiere pautas, pero lejos está de imponer sus recetas, en esta fase “culposa” de su supervisión sobre la Argentina luego de la crisis del 2001.
Los informes técnicos
Uno de las áreas que más se ocupó de este tema en el organismo fue el Departamento de Investigación. Desde allí, el economista Eduardo Borensztein expresó en un informe titulado “Dolarización total” a principios de este siglo que “la decisión sobre qué sistema cambiario adoptar se ha hecho más difícil a medida que el comercio mundial y los mercados de capitales se han ido integrando”.
“Han surgido nuevos problemas y, con ellos, nuevas respuestas a la pregunta de cuál es el mejor régimen cambiario para promover los objetivos de desarrollo de cada país. La más reciente de estas soluciones es la dolarización total, en virtud de la cual un país abandona oficialmente su propia moneda y adopta una moneda más estable de otro país, normalmente el dólar estadounidense, como moneda de curso legal”, indicó.
La decisión sobre qué sistema cambiario adoptar se ha hecho más difícil a medida que el comercio mundial y los mercados de capitales se han ido integrando (Borensztein)
“Desde la perspectiva de cualquier país de moneda fuerte, la dolarización total puede parecer más radical de lo que es: el uso del dólar estadounidense o de otra moneda importante está muy extendido en la mayoría de los países en desarrollo, sobre todo en los contratos financieros. La plena dolarización significa dar el paso siguiente, de la dolarización informal y limitada al uso pleno y oficial de la moneda extranjera en todas las transacciones”, explicó Borensztein.
Del lado de las ventajas, explicó el economista que “el principal atractivo de la dolarización plena es la eliminación del riesgo de una devaluación brusca y repentina del tipo de cambio del país”.
“Esto puede permitir al país reducir la prima de riesgo asociada a su endeudamiento internacional. Las economías dolarizadas podrían disfrutar de un mayor nivel de confianza”, enfatizó.
Además, dijo Borensztein: “la estabilidad prometida por la dolarización es en sí misma relativa, dado que el dólar estadounidense -o cualquier otra divisa fuerte elegida para su uso por otro país- fluctuará en su valor frente a otras divisas ampliamente negociadas”.
“¿Cuáles son las ventajas de que un país renuncie a su propia moneda? Las respuestas son complejas y, en última instancia, dependen de las circunstancias específicas de cada país. Pero cada vez son más los países que se plantean seriamente la dolarización total a medida que afrontan los cambios de la economía mundial, sobre todo en los últimos 20 años”, observó Borensztein.
“Durante la década de 1980, plagada de inflación, gran parte del debate sobre los regímenes cambiarios de los países en desarrollo se centró en el papel de las paridades”, recordó el economista.
“En la década de 1990, la inflación mundial disminuyó y la movilidad del capital y la escala de los flujos de capital aumentaron bruscamente. Aunque los países acogieron con satisfacción los flujos de inversión, se enfrentaron a una nueva amenaza, ya que los ataques especulativos aumentaron en frecuencia y gravedad contra las divisas que los mercados de capitales consideraban vulnerables a la devaluación”, detalló Borensztein.
Por lo general, “las víctimas de estas crisis monetarias mantenían algún tipo de régimen de tipo de cambio vinculado. En consecuencia, empezó a surgir la creencia de que, en un mundo de gran movilidad de capitales, los tipos de cambio fijos podían atraer por sí mismos ataques especulativos y que sólo eran viables opciones extremas, como la libre flotación o el sistema de caja de conversión”, agregó el analista del Departamento de Investigación del FMI.
El régimen de caja de conversión, en el que la moneda nacional está totalmente respaldada por las reservas internacionales, es la opción más sólida de tipo de cambio vinculado (Borensztein)
“El régimen de caja de conversión, en el que la moneda nacional está totalmente respaldada por las reservas internacionales, es la opción más sólida de tipo de cambio vinculado”, recordó el investigador del FMI.
“Los defensores de la dolarización total atacan ambas opciones. La flotación libre, argumentan, no es viable para muchos países en desarrollo porque corren el riesgo de una excesiva volatilidad del tipo de cambio. Hasta ahora, sólo las mayores economías en desarrollo, con sistemas financieros relativamente avanzados, como Corea, Brasil y México, han intentado la flotación”, afirmó.
Prueba y error
El experto recordó que “Carlos Menem, sugirió en 1999 que Argentina adoptara el dólar estadounidense como solución definitiva a su larga historia de dificultades con la política monetaria y cambiaria y, en enero de 2000, Ecuador, en el contexto de una profunda crisis económica y política, adoptó el dólar estadounidense como moneda de curso legal”.
“Destacados economistas han empezado a defender que prácticamente todos los países en desarrollo deberían dolarizarse, e incluso se ha instado a algunos países industrializados a que lo consideren. Impulsados en parte por el ejemplo de los países europeos que renunciaron a sus monedas en favor del euro, algunos han sugerido que Canadá adopte el dólar estadounidense a medida que evolucione el Tratado de Libre Comercio de América del Norte”, explicó Borensztein.
Sin embargo, aclaró que “Panamá es el único país de tamaño considerable con un historial de uso de una moneda extranjera -el dólar estadounidense- como moneda de curso legal, y tiene vínculos históricos, políticos y económicos muy estrechos con Estados Unidos”.
“Aunque hubiera más experiencias nacionales que evaluar, tendrían que ser durante períodos más largos de lo habitual para evaluar las opciones monetarias y cambiarias. Esto se debe a que la dolarización es casi permanente, y algunos de sus beneficios sólo pueden obtenerse a largo plazo”, concluyó el economista del FMI.
En otro paper del FMI, Tomás Baliño dijo que “hay tres razones principales para que los países se planteen la dolarización plena. En algunos casos, como el de Ecuador, puede dar rápidamente a la economía una moneda estable, después de un historial de estabilidad deficiente”.
En el caso de países con una convertibilidad exitosa (por ejemplo, Argentina), “el objetivo puede ser reforzar la estabilidad asumiendo un compromiso más firme (e irreversible) con políticas no inflacionistas que el que conlleva una caja de conversión”.
“Además, se busca obtener los beneficios de tener la misma moneda que los principales socios comerciales o fuentes de capital de una economía. La dolarización plena tiene costos y beneficios similares al caso de la dolarización parcial”, explicó Baliño.
“Las economías que se plantean la dolarización suelen esperar que la medida genere una mayor confianza en la estabilidad del valor de la moneda, en comparación con la antigua. A su vez, se espera que esto ayude a reducir las tasas de interés y posibilite la financiación a largo plazo”, aclaró el economista.
Además, “puede animar a los residentes a mantener sus ahorros financieros en el país, en lugar de colocarlos en el extranjero, aumentando así la disponibilidad de financiación para los prestatarios nacionales”, enfatizó el investigador del Fondo.
Puede animar a los residentes a mantener sus ahorros financieros en el país, en lugar de colocarlos en el extranjero, aumentando así la disponibilidad de financiación (Baliño)
“La dolarización también implica menores costos de transacción, principalmente para las empresas orientadas al extranjero, pero también para otros agentes económicos que prefieren mantener al menos parte de su liquidez en moneda extranjera (por ejemplo, porque desconfían de la moneda nacional)”, destacó Tomás Baliño.
“Estos menores costos se derivan de una menor necesidad de efectuar cambios de divisas”, explicó.
En cambio, sostuvo el economista del FMI que los costos de la dolarización plena son “la pérdida de señoreaje, analizada para el caso de la dolarización parcial, es total. Los ingresos procedentes de la emisión de dinero de reserva corresponden al emisor extranjero, y no a la autoridad monetaria nacional”, amplió Baliño.
“Las cantidades en cuestión pueden ser significativas. Por ejemplo, Bogetić (2000) las ha estimado equivalentes a 0,5% del PBI anual en el caso de Argentina. Sin embargo, en países asolados por la hiperinflación, es probable que las tenencias de dinero de reserva de los agentes económicos sean pequeñas -y también lo sería el señoreaje perdido por la dolarización total”, analizó Baliño.
Además, “la pérdida de señoreaje puede mitigarse, o incluso eliminarse por completo. Esto podría ocurrir si el gobierno del país que decide dolarizar llega a un acuerdo con el emisor de la moneda extranjera para compartir ese recurso”, observó el economista.
“La dolarización total hace que un acuerdo de este tipo sea más probable que la dolarización parcial. De hecho, durante las discusiones preliminares entre Argentina y Estados Unidos, hubo menos oposición (y cierto apoyo en el Congreso) a esta posibilidad en comparación con otras posibles concesiones a la parte argentina, como que Argentina tuviera representación en el Consejo de la Reserva Federal o acceso a los servicios de prestamista de último recurso de la Reserva Federal”, explicó Baliño.
Si es necesario reducir los salarios reales, esto sólo puede hacerse reduciendo los salarios nominales (Baliño)
“La dolarización implica una pérdida de independencia monetaria: la orientación de la política monetaria vendrá determinada por el emisor de la moneda. Esto puede considerarse otro costo”, advirtió el economista.
“Otra dificultad potencial es que los ajustes de los precios reales – excepto en la medida en que se originen en la economía emisora de la moneda – requerirán ajustes nominales. En concreto, si es necesario reducir los salarios reales, esto sólo puede hacerse reduciendo los salarios nominales”, ejemplificó el investigador del FMI.
“Si los salarios nominales son rígidos a la baja, el ajuste llevará más tiempo que en el caso de que los salarios reales pudieran ajustarse mediante un aumento del nivel de precios. Esto, a su vez, provocará desempleo”, destacó Baliño.
Otro paper de Baliño y Borensztein del FMI reveló que “los beneficios de la dolarización incluyen una integración más estrecha con los mercados internacionales, la exposición a la competencia de estos mercados y la disponibilidad de una gama más completa de activos para los inversores nacionales”.
Y agregaron los economistas: “En los países en los que la experiencia inflacionaria ha destruido la confianza en la moneda local, la dolarización puede ayudar a veces a remonetizar la economía, restablecer la intermediación local e invertir la fuga de capitales”.
“Los costos de la dolarización incluyen la pérdida de señoreaje y la posibilidad de una mayor fragilidad del sistema bancario. Esta fragilidad puede limitar las opciones políticas de las autoridades y suponer una carga adicional para el banco central como prestamista de última instancia”, afirmaron.
El caso uruguayo
Por otra parte, en otro informe, denominado “Drivers of Financial Dollarization and the Role of Prudential Policies”, el FMI analizó la dolarización de hecho en la economía uruguaya.
“Como en otros países de la región, la dolarización se desencadenó en periodos de alta inflación y depreciación de la moneda, erosionando la confianza y la demanda en la moneda local. En Uruguay, la dolarización financiera alcanzó su punto álgido tras la crisis de 2002, cuando se abandonó el sistema de paridad cambiaria y el peso uruguayo se depreció”, resaltó la investigación.
“A pesar de haber logrado una inflación algo más baja y estable desde entonces, con la implementación de un régimen de metas de inflación desde 2005, Uruguay aún exhibe un alto nivel de dolarización tanto en depósitos como en préstamos, uno de los más altos de América Latina”, explica el análisis de Baliño y Borensztein.
“La dolarización afecta a los canales de transmisión de la política monetaria. Plantea riesgos para la estabilidad financiera y desafía la eficacia del canal de la tasa de interés”, aseguraron los economistas del FMI.
“Una parte importante de los préstamos y depósitos del sistema bancario están en dólares, y sus tasas de interés están vinculados a las tasas de interés internacionales y no a los nacionales. Esto limita, mecánicamente, el efecto del tipo de política monetaria sobre la actividad económica”, advirtió el paper de marras.
En las últimas dos décadas la experiencia muestra que los países de América Latina pudieron bajar en forma tajante la inflación con tipos de cambio flexible, pero acompañado por solidez fiscal y bancos centrales creíbles (Guidotti)
¿Por qué el cambio de mirada del FMI y de muchos economistas internacionales a lo largo de los años? Claramente, por la modificación de las circunstancias: expertos como Pablo Guidotti expresaron que en las últimas dos décadas la experiencia muestra que los países de América Latina pudieron bajar en forma tajante la inflación con tipos de cambio flexible, acompañado por esquemas de solidez fiscal y bancos centrales creíbles e independientes.
¿Por qué la Argentina entonces, una vez más, debería ser diferente?, se preguntan en Washington, algo saturados porque los sucesivos gobiernos nacionales siempre están en la búsqueda de “soluciones de esquina”, inapelables y excesivamente costosas, casi tan costosas como no corregir el rumbo actual.
Hacer Comentario