La invitación emitida por la reciente Cumbre de los Brics para que la Argentina ingrese en 2024 a esa agrupación integrada por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, generó un incipiente debate sobre la conveniencia o no de sumarse a un bloque que algunos ven como una respuesta del poder chino a Occidente y, en particular, a EEUU.
Los Brics –y en general los países asiáticos– fueron en las últimas décadas los principales motores del crecimiento económico mundial, pero la máquina china se está atascando, como reflejan la quiebra de Evergrande y la crisis de Country Garden, dos de los más grandes desarrolladores inmobiliarios, y la reducción de la tasa de crecimiento 2023 a menos de un tercio de lo que se preveía al inicio del año, ralentización que la revista británica The Economist ya llamó “deflación”. A fines de 2022, el economista Daron Acemoglu había incluso advertido que la economía china se estaba “pudriendo desde la cabeza”, debido a una cada vez más pesada intervención gubernamental.
El envión asiático impulsó el boom de las materias primas y el crecimiento de los países en desarrollo en la primera década de este siglo. La Argentina perdió ese tren hace más de diez años. Desde entonces, aunque con altibajos, su PBI se estancó, la inflación es ya galopante, la tasa de pobreza bordea el 40% y la escasez de divisas dificulta cada vez más la posibilidad de salir de la encrucijada.
El primer “corte”
De los 13 países que habían pedido acceder a los Brics, Argentina, más Egipto, Etiopía, Irán, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos fueron aceptados en el “primer corte”, que dejó afuera a Argelia, Bahrein, Bangladesh, Indonesia (cuya economía pronto superará en tamaño a la rusa), México (cuyo PBI es más grande que el argentino), Nigeria (economía más grande, país más populoso y principal productor petrolero de África) y Venezuela (principal receptor de asistencia china en América Latina).
El actual gobierno, que había presentado la solicitud en 2020, vende la invitación como el triunfo de su política exterior y su visión geopolítica, y como un salvavidas comercial y crediticio. Los principales candidatos presidenciales de oposición, en cambio, adelantaron su rechazo al convite.
El Gobierno, que había presentado la solicitud en 2020, vende la invitación como el triunfo de su política exterior y su visión geopolítica, y como un salvavidas comercial y crediticio
Algo parecido había hecho el actual presidente, Alberto Fernández, cuando rechazó el acuerdo preliminar alcanzado en 2019 por el Mercosur y la Unión Europea (negociación que ahora retomó Brasil) y desactivó el proceso de incorporación a la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE, un club surgido en torno al manejo del Plan Marshall de reconstrucción europea, luego ampliado para incorporar economías emergentes de todos los continentes) que había iniciado en 2016 la presidencia de Mauricio Macri.
La Argentina parece así desconocer el principio de continuidad jurídica del Estado y de los compromisos que, en su nombre, asumen los sucesivos gobiernos.
En los primeros 7 meses de este año el país tuvo un intercambio bilateral de casi USD 25.000 millones con los tres mayores socios de los Brics: China, India y Brasil. Pero mientras tuvo un déficit de USD 4.804 millones con China y de USD 4.471 millones con Brasil, registró un superávit de USD 897 millones con la India, uno de los destinos de exportación más dinámicos de los últimos años, junto a otros mercados asiáticos como Vietnam (que en julio fue ya el sexto mayor socio comercial del país) y, en menor medida Thailandia e Indonesia. Varias provincias argentinas tienen a socios de los Brics como principales o importantes destinos de exportación, pero el comercio con China es brutalmente desparejo: desde 2008 el déficit bilateral acumulado por la Argentina con el país asiático bordea los USD 80.000 millones.
Sin convergencia
La idea de este bloque de países como “motor” de la economía argentina es cuestionable a la luz de los propios datos del área. Dan Ciuriak, titular de Ciuriak Consulting, una consultora internacional, precisó en un reciente paper que, lejos de una “convergencia” al interior del bloque, China se despegó cada vez más de sus socios, tanto por crecimiento y tamaño del PBI como por su inserción en rubros como tecnología y propiedad intelectual, algo que reflejan los gráficos adjuntos.
Además, destacó Ciuriak, la idea de una moneda común –que el propio Jim O’Neill, el analista que en 2001 acuñó el acrónimo BRIC para referirse a las economías emergentes más grandes, consideró “ridícula”– solo sería viable si los miembros del bloque aceptaran mutuamente que sus saldos comerciales (positivos o negativos) se enjuguen en una moneda aceptada por todos los socios, que sería en principio la del socio mayor o controlada por este; esto es, China.
El gigante asiático, sin embargo, no parece dispuesto a resignar sus controles de capital; a diferencia de EEUU, que “acepta” tener un gran déficit en el intercambio total, surgido de grandes diferencias en el intercambio bilateral con centenares de países, a sabiendas de que los desbalances se enjugarán en la moneda que emite y a cuya circulación no aplica controles de capital, el dólar, gracias a su enorme liquidez en mercados financieros y de capital de todo el mundo.
Sanciones
Las sanciones a Moscú, incluido el congelamiento de fondos del propio Banco Central ruso, a raíz de la invasión de Rusia y la guerra en Ucrania socavaron en alguna medida la confianza en el dólar, cuyo uso pone a los países a tiro del castigo monetario de EEUU. Los BRICS no parecen ser una alternativa superadora, lo que deja en pie dos preguntas básicas: ¿Debe la Argentina ingresar al bloque? ¿Por qué sí, o no?
La respuesta de Héctor Torres, exrepresentante de la Argentina en el directorio del FMI, se puede resumir en “sí, pero ..”. Según él, “rechazar la invitación sería una tontería: Brasil y la China son nuestros dos principales socios comerciales e India y China los dos más grandes mercados emergentes, responsables del 50,3% del crecimiento mundial en 2022. Modi (el presidente de la India) es muy apreciado por el G7, que lo ve como un contrapeso a la influencia china en Asia”, fundamentó.
—¿Acaso el Brics no devino un proyecto geopolítico chino, con lo cual incorporarse significaría tomar partido en una confrontación estratégica?, le preguntó Infobae.
— La rivalidad entre EEUU y China ofrece oportunidades de arbitraje y también fija líneas rojas que no deberíamos cruzar. No creo que esta sea una de ellas, sino más bien una forma de apuntalar nuestra capacidad de sacar partido de la rivalidad entre EEUU y China. Tenemos más leverage (palanca, poder de negociación) con Washington (estando) dentro que fuera de los Brics, que son mucho más que Irán y Rusia, aunque entiendo perfectamente la incomodidad de esa compañía y la sospecha que despierta que una decisión tan trascendente la tome un gobierno que se está yendo y sobrevive “pasando la gorra” por Beijing. Peor aún, que cajoneó la invitación de la OCDE, gravísimo error que necesitamos reparar. Brasil, miembro fundador de los BRICS, aceptó la invitación e inició el proceso de acceso a la OCDE.
Y a la OCDE también
Por eso Torres, quien también fue funcionario de la OMC, añadió: “lo que el próximo gobierno sí podría hacer es cambiar el contexto en el que recibe la invitación, anunciar que una de sus primeras medidas de política exterior es reactivar el ingreso a la OCDE y explicar que, aunque la Argentina es parte de Occidente y comparte sus valores, buscará tener las mejores relaciones comerciales y de inversión con todos los países que quieran recibir nuestros productos y enviarnos sus ahorros. Nuestra alineación tiene que ser, en primer lugar, con nuestros propios intereses”.
De hecho, a Torres, que actualmente participa en el CIGI, un think tank con sede en Canadá, le llamó la atención que en Argentina la decisión “ideológicamente motivada” del actual gobierno pasó mayormente por debajo del radar, pero no así en el exterior.
El diplomático y economista Felipe Frydman, exembajador argentino en Thailandia, dijo tener una posición “escéptica” sobre los Brics: “El G20 es el foro multilateral donde se discuten y se armonizan las políticas. No es necesario crear otro alternativo con Rusia, China, Arabia Saudita e Irán, con posiciones e intereses contrapuestos. Argentina debe trabajar para recrear el multilateralismo, aunque hoy parezca una quimera”.
¿Faltazo en el G20?
La decisión (aún no confirmada) de Xi Jinping, el jefe de Estado chino, de no asistir a la Cumbre de Líderes del G20 la semana próxima en la India sería la forma china de empezar a limar ese foro global, en que su peso está contrabalanceado por la presencia de EEUU, los países más grandes de Europa, la UE como tal e incluso la India, y de privilegiar el bloque en que su PBI duplica al de los otros miembros. Sería la primera vez que un jefe de Estado chino no asiste a una Cumbre del G20. El riesgo, a su vez, es que al desairar a la India pondría también en riesgo la consistencia de los Brics.
En cuanto al poder monetario y crediticio de los Brics, Frydman citó un análisis del economista Ricardo Arriazu sobre el uso de monedas alternativas al dólar, algo que el actual gobierno argentino considera –con buena dosis de fantasía– una vía de escape a la escasez de divisas. “Arriazu dijo que los países pueden utilizar cualquier moneda y eligen aquellas donde haya transparencia y confianza. Si Lula confiara en el yuan o Xi Jinping en el real no tendrían problemas en poner en marcha ese mecanismo”, añadió Frydman.
Por ahora, sin embargo, la creación de una “moneda común” de los Brics, para minar el rol del dólar como “moneda mundial” parece lejana. Lula da Silva habló de eso antes de la reciente Cumbre, pero Leslie Maasdorp, economista jefe del “Nuevo Banco de Desarrollo”, el banco de los Brics (que, por pedido de Lula, encabeza la expresidente de Brasil, Dilma Rousseff) descartó que fuera a tratarse. El uso del yuan creció, pero explica poco más del 2% del comercio mundial, contra casi 75% del dólar y el euro, precisa el “rastreador” de monedas del SWIFT, el principal sistema de pagos internacional.
El banco de los Brics dio hasta ahora crédito por el equivalente a USD 30.000 millones. Muy poco. Uruguay, que no es socio del bloque, ni pidió serlo, recibió una parte, algo que no logró el gobierno de Alberto Fernández, pese a los repetidos abrazos con Lula, quien al cabo de una visita de su par argentino llegó a decir, en tono casi de cargada, que Alberto se iba “sin dinero (que era lo que había ido a buscar), pero con mucha disposición política”.
Según Jorge Vasconcelos, economista jefe del Ieral de la Fundación Mediterránea, para la economía argentina el tema no es ingresar o no a los Brics, sino ser más abierta e integrada a la economía mundial. De 1953 a 2022, precisó, la participación de las exportaciones argentinas en el total mundial cayó de 1,34 a 0,36%, perdiendo casi 75% de peso relativo. El cierre de la economía, en el marco del “Modelo de Industrialización por Sustitución de Importaciones”, dijo, apagó motores de crecimiento, generó capas geológicas de intereses refractarios al cambio y dejó al Estado y el gasto público como sustitutos, con los resultados conocidos.
De 1953 a 2022, precisó, la participación de las exportaciones argentinas en el total mundial cayó de 1,34 a 0,36% (Vasconcelos)
Los países que en las últimas décadas se graduaron en materia de desarrollo tuvieron como característica común la apertura al mundo, aunque usaron motores diferentes: exportación industrial en el caso de Corea del Sur, de agroalimentos en el de Nueva Zelanda, de tecnología en el de Israel. En el caso de España, abundó el economista, la clave del despegue no fue el Pacto de la Moncloa, sino la integración a la Unión Europea.
Por suerte, prosiguió Vasconcelos, los sectores más dinámicos de la economía argentina hoy (agroalimentos, energía a partir de Vaca Muerta, litio, turismo, economía del conocimiento) están vinculados al mundo y la exportación (de servicios en el caso del turismo y la economía del conocimiento).
“La clave es el grado de apertura y en ese contexto la posibilidad de crecimiento de la economía argentina es mucho mayor con un acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea que con el ingreso a los Brics”, subrayó el economista del Ieral. Buscar financiamiento en los Brics, concluyó, “no es sustituto de una mayor inserción internacional”.
Algo parecido manifestó Marcelo Elizondo, experto en comercio internacional, representante en la Argentina de la Cámara Internacional del Comercio y asesor de la Cámara Argentina de Comercio: “No es un acuerdo comercial, no es un acuerdo de libre comercio, no reduce aranceles entre sus miembros, no genera confluencias regulatorias para integrar mercados y no promueve inversiones”. La pertenencia a los Brics es, distinguió el economista, “más un acuerdo político entre gobiernos que un acuerdo entre mercados”.
El actual gobierno, observó Elizondo, prioriza ese tipo de nucleamientos y desecha acuerdos de integración comercial como los que el Mercosur podría firmar con Canadá, la India, el Líbano y Corea del Sur y que a su juicio “serían mucho más atractivos porque generarían algo relevante para la Argentina, que es acceso a mercados”.
Es más un acuerdo político entre gobiernos que un acuerdo entre mercados (Elizondo)
Patricio Giusto, director ejecutivo del Observatorio Sino-Argentino y docente de la UCA, consideró en cambio que la Argentina debería sumarse a los Brics. “En la relación de Estado a Estado no podés argumentar cambio de gobierno. El pedido formal de ingreso fue en 2020, pero la Argentina viene pujando por esto desde la época de (Néstor) Kirchner y Lula, aunque en realidad Brasil siempre quiso ser el único de América Latina”, dijo a Infobae.
Según Giusto, la lista de invitados parece empujada por China, para mostrar el mundo que es capaz de sumar simultáneamente a Etiopía y Egipto, “archi-rivales” en África, y a Arabia e Irán, pese a sus mutuos recelos históricos. “Y además suma a Emiratos Árabes Unidos, muy importante por el petróleo, y por la moneda que quieren crear”, resaltó. Giusto observó también que los gobiernos de Indonesia y el de Andrés Manuel López Obrador, en México quedaron desairados, y la Argentina parece que ni estaba enterada: ni el presidente, ni el canciller viajaron, pensando que no se iba a dar.
Pero según el experto, sería un error ver al Brics solo como un bloque anti-occidental. India, su segundo socio más importante, también integra con EEUU, Australia y Japón, el Quad (Quadrilateral Security Dialogue), una alianza de seguridad para controlar a China. Y Brasil, más allá de la retórica de Lula, sigue siendo un país occidental que no cambiará de posición.
“Hay que pensar en el Brics de la mano de Brasil, no del lado de Rusia e Irán, ser una voz pro-occidental en el bloque”, dijo Giusto. También sostuvo que la idea de “moneda” quizás deba verse del lado del proyecto chino de una moneda digital, algo del interés de Rusia e Irán, para circunvalar el aislamiento y las sanciones internacionales.
Próximo paso
El gobierno que asuma en diciembre deberá decir si se suma o no a los Brics, pero –dijo Giusto– “la Argentina no está en posición de decir que no porque cambió un gobierno. Fuimos privilegiados en el primer corte. En la balanza hay mucho más para ganar que para perder, aunque sea una situación delicada, por la presencia de Rusia e Irán. Lo que no debe hacerse es militar una posición geopolítica ni avalar la narrativa china. Lo veo desde una mirada sudamericana, de la mano de Brasil”.
En cuanto a la relación con China, socio mayor del bloque, Giusto apuntó una paradoja: el oficialismo se rehúsa, desde hace ya 5 años, a ratificar el acuerdo para eliminar la doble tributación que en 2018 firmaron los gobiernos de Macri y Xi Jinping. Desde entonces duerme en el Senado, controlado por el kirchnerismo.
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