A casi tres semanas de la puesta en marcha del plan de emisión cero, que controló la brecha cambiaria pero despertó dudas entre los inversores respecto de la capacidad de pago de los compromisos en dólares, los bancos de Wall Street comenzaron a emitir sus veredictos, con las luces y sombras que advierten sobre la nueva estrategia oficial.
Una de las principales reacciones en ese sentido se volcó en el último análisis del Morgan Stanley que, en virtud de los últimos anuncios, redujo a prácticamente la mitad su estimación de inflación para el próximo año al prever un avance del IPC de apenas 28% anual contra la pauta de 45% que manejaba hasta el mes pasado. Es decir que proyecta una inflación promedio para el próximo año en torno al 2% mensual, lo cual implicaría, si no se alteraran el resto de las variables, una tasa de 2,5% real. En otras palabras, el regreso a las tasas positivas.
Esa estimación, sin embargo, se encuentra por encima de los objetivos que el ministro de Economía, Luis Caputo, anticipó ayer a los representantes de diferentes agencias de Bolsa ante quienes aseguró no sólo que la inflación de este mes se ubicará en el nivel más bajo en lo que va del año –prevé un índice en torno a 3,7%– sino que en septiembre el IPC oscilaría entre 0% y 1%, lo que queda bien por debajo de la estimación del Morgan Stanley.
Para este año, el banco también redujo la proyección de inflación y la ubicó, en este caso, por debajo de lo que en los papeles, hasta ahora, estima el Gobierno: según el banco estadounidense, el año cerrará con una inflación de 122% mientras que el equipo económico anticipó al Congreso en el avance del proyecto de Presupuesto enviado a principios de mes que la inflación alcanzará 139,5% a diciembre.
En cualquier caso, el informe del Morgan Stanley analizó la nueva política monetaria y aportó una mirada disonante con el consenso del mercado respecto del atraso cambiario y la inflación. Según opinó, un ajuste del tipo de cambio oficial en esta instancia del programa significa arriesgar el proceso de desinflación. “No estamos a favor de un ajuste cambiario en esta etapa ya que la relación costo-beneficio puede no ser atractiva dado que puede volver a encenderse la llama de la inflación”, opinó la entidad.
El paper también ponderó la migración de la deuda del Banco Central al Tesoro y el hecho de que a partir de ahora los intereses se deben afrontar con superávit fiscal. “Esto es claramente positivo”, aseguró.
La estrategia de desarme de los pasivos remunerados generó críticas entre economistas y algunas dudas inicialmente en los propios bancos. Sin embargo, fue el anuncio de intervención en el mercado del dólar financiero con los dólares comprados a los exportadores con emisión monetaria lo que desató una ola de incertidumbre entre los inversores que se vio reflejada en las cotizaciones de los bonos y el nivel de riesgo país.
De ahí que mientras lograba reducir la brecha, el nuevo plan profundizó la inquietud por la venta de reservas del Banco Central y la eventual disponibilidad para hacer frente a los compromisos de la deuda. El propio Caputo y el titular del Banco Central, Santiago Bausili, convocaron a ejecutivos del mercado para despejar temores y transmitir dos mensajes clave: las reservas aumentarán a partir de agosto producto del ingreso de desembolsos de créditos de organismos internacionales y también por la reversión de la cuenta energética, que retomará el superávit en las próximas semanas, además de afirmar que ya están asegurados los dólares necesarios para hacer frente a los vencimientos de deuda del próximo año y también enero de 2026. Ambos mensajes tuvieron un buen impacto en el mercado, que reaccionó con un rebote en el precio de los bonos y acciones.
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