Podría haber sido un torneo histórica. La Copa Libertadores 2018 se perfilaba como una de las ediciones más prestigiosas de todos los tiempos por contar desde su inicio con la participación de la gran mayoría de los equipos que alguna vez la ganaron. 17 de los 25 clubes participantes podían presumir de haber alzado el trofeo. Pero el certamen quedó inundado de dudas, polémicas y escándalos que han dejado en ridículo a la Conmebol.
En la misma Copa Libertadores en la que Boca Juniors y River Plate llegaron a la final y captaron la atención del mundo entero, todo el planeta se ha enterado del deplorable estado de fútbol sudamericano, donde el protagonismo es de los problemas organizativos, las dudas reglamentarios y los bochornos extradeportivos.
POLÉMICAS EN LOS ESCRITORIOS
A partir de los octavos de final, el certamen más prestigioso de clubes de Sudamérica empezó a mancharse por los reclamos que se multiplicaron por jugadores sancionados mal incluidos.
Pocos sabían de la existencia del Comet, el sistema impuesto por el gobierno de Juan Ángel Napout, antecesor de Alejandro Domínguez que actualmente está preso por el FIFA Gate, que traspapeló varias sanciones y provocó una ola de jugadores castigos mal incluidos. El primer caso de la epidemia fue el del uruguayo Carlos Sánchez, quien jugó para el Santos FC contra Independiente por los octavos de final sin saber que estaba inhabilitado. La Conmebol decidió darle por perdido el partido de ida al club brasileño por 3-0 y eso lo dejó prácticamente eliminado. En el partido de vuelta hubo incidentes que decretaron un final vergonzoso.
A eso le siguió el escándalo con Bruno Zuculini, quien jugó siete partidos inhabilitado con la camiseta de River, pero ningún rival protestó y la entidad que regula el fútbol sudamericano lo omitió cuando River pidió una lista de sancionados. Racing, rival de River en los cuartos de final, protestó ante los escritorios pero la Conmebol le respondió que lo había hecho fuera de plazo. Y luego la novela de Ramón 'Wanchope' Ábila. En Boca decidieron misteriosamente que no juegue ante Libertad de Paraguay en la serie de octavos de final de la Libertadores porque había dudas sobre si debía o no una fecha de suspensión, pero al club guaraní ya se le había vencido el plazo para reclamar.
A estos casos de dudas en sanciones se le sumó el reclamo de Cruzeiro por una tarjeta roja a Dedé. El club brasileño mandó a sus dirigentes a Asunción para reclamar que la expulsión era injusta y el defensor quedó habilitado para jugar el partido de vuelta.
Los cuatro casos desnudaron expusieron la falta de capacidad de la Conmebol, que alcanzó un nivel de impericia y negligencia jamás pensado.
LA 'SUPERFINAL' DE LAS SUSPENSIONES
Si había una final soñada, en la última edición a definirse con doble partido, era entre River Plate y Boca Juniors, protagonistas de la rivalidad más importante de América Latina y dueños de un clásico capaz de paralizar el fútbol mundial. Todos esperaban una fiesta, por primera vez el planeta entero posó sus ojos en el duelo definitorio de la Copa Libertadores, y se encontraron con una seguidilla de problemas organizativos.
Primero fue el clima. La lluvia intensa que cayó sobre Buenos Aires el pasado sábado 10 de noviembre inundó el césped de La Bombonera y atentó contra la realización de un partido que tardó demasiado en suspenderse.
La demora en la decisión de jugarse el primer encuentro entre Boca Juniors y River Plate, que finalmente se llevó a cabo al día siguiente, provocó innumerables problemas a los fanáticos locales que acudían al estadio con la incertidumbre de no saber si el juego iba a desarrollarse. Varios aficionados sufrieron los contratiempos típicos de las inundaciones. El diluvio había sido anunciado por el Servicio Meteorológico Nacional argentino, pero la Confederación Sudamericana (Conmebol) no hizo caso a las advertencias hasta que se desató el temporal.
Después del primer duelo que acabó 2-2 con grandes actuaciones de ambos clubes, la revancha también fue manchada por las fallas organizativas. Un incidente con el autobús que transportaba al plantel de Boca Juniors al estadio dejó nuevamente expuesta a la Conmebol.
Varios jugadores de Boca sufrieron lesiones por el ataque de fanáticos de River y la utilización de la Policía de gas pimienta. En cualquier otro lugar del mundo, el partido hubiera suspendido de inmediato. Pero la expectativa global y el poder de los derechos televisivos demoraron la decisión hasta el último momento. El partido se pospuso dos veces mientras Pablo Pérez, capitán de Boca, fue al hospital y regresó al estadio, además de que a las afueras del Monumental se desató una batalla campal.
En una segunda reunión entre las autoridades de River, Boca, la FIFA (con la presencia del mismísimo Gianni Infantino) y la Conmebol, el partido se postergó para este domingo. El estadio Monumental fue clausurado. "Estamos en esta situación por culpa de los inadaptados. Hay un acuerdo entre los clubes, un pacto de caballeros, prima el sentido común. el partido pasa para mañana a las 17″, indicó Alejandro Domínguez, titular de la Conmebol, quien debería hacer una autocrítica más profunda y asumir su porción de la culpa en los éscandalos que sacudieron a una Copa Libertadores que podría haber sido histórica.
MÁS SOBRE ESTE TEMA:
Hacer Comentario