A pesar de la inflación de 8,4% (108% en los últimos 12 meses) y una crisis económica que parece haberse acelerado peligrosamente al calor del año electoral, hoy la discusión central en el seno del Frente de Todos parece gravitar en torno a la falta de acuerdo sobre la estrategia electoral.
Sin dudas, una evidencia más de la trágica y peligrosa tendencia a la “procrastinación” de una gran parte de la clase dirigente de las dos principales coaliciones que habían venido estructurando la dinámica política y electoral argentina hasta hace muy poco tiempo atrás.
Cuando faltan apenas 45 días para que operen los plazos legales para el cierre de listas y la oficialización de candidatos, el nuevo foco de disputas está puesto entonces en el mecanismo para determinar o dirimir quién o quiénes terminarán siendo los que representarán al espacio en las próximas elecciones nacionales.
La gran novedad, en este sentido, fueron las declaraciones de Sergio Massa, que parece así “blanquear” finalmente las aspiraciones electorales que durante tanto tiempo se encargó de desestimar o desmentir. El tigrense jugó fuerte en un debate interno que hasta el momento venía hegemonizado por la disputa entre el kirchnerismo y el albertismo, y fue muy enfático al señalar que sería “un gravísimo error” que el oficialismo “perdiera el tiempo en internas estériles”, agregando que es central “el orden político para que haya orden económico”.
El ministro buscó así anticiparse al dato de inflación más alto desde 2002, refugiándose en definiciones políticas. Aun sabiendo que el dato que se conocería el pasado viernes estaría muy por encima de las expectativas que él mismo se había fijado a fin de año, hizo algo muy diferente a lo que tenía acostumbrados a propios y extraños: abandonó su rol de ministro -al que venía aferrándose con celo- para hacer una declaración de eminente impacto político-electoral.
El objetivo buscado por el tigrense es evidente, aunque de dudoso timing: seguir mostrándose como el dirigente más importante del espacio a la vez que ensayar una tibia asignación de responsabilidades de las actuales turbulencias económicas a la incertidumbre política reinante en el oficialismo. En otras palabras, si los responsables anteriores de la escalada inflacionaria eran el ex jefe de asesores Aracre, la sequía o la corrida cambiaria, ahora la responsabilidad recaería en las internas del espacio. Por cierto, un espacio -el Frente de Todos- en franco proceso de descomposición desde hace mucho tiempo antes que la llegada del escenario electoral.
Sin embargo, el Presidente -lo mismo que el ya lanzado Daniel Scioli- están a favor de que las candidaturas se diriman en las PASO. Es más, el mandatario saliente no solo piensa que las primarias no son una fuente más de inestabilidad, sino que por el contrario podrían generar movilización, expectativas en las bases del peronismo y, eventualmente, más votos para el espacio. Por ello, no dudó en cruzar públicamente a su ministro, alertando incluso que no se puede ser candidato y gobernar al mismo tiempo. Si bien, como ya es una costumbre, el propio Alberto Fernández se encargó luego de “explicar” en tanto exegeta de sus propias declaraciones y subrayar que no había una suerte de “meta mensaje” para Massa, las diferencias son más que evidentes.
Por otra parte, el kirchnerismo, que también estaba en contra de las PASO, y que daba entender con gestos que Massa era el mejor candidato posible, hoy parece estar recalculando. Sin un mandato claro de Cristina Fernández de Kirchner, y con un ministro que no logra estabilizar la economía, el propio “Wado” De Pedro ya reconoció que estarían dispuestos a competir. Y, si resulta difícil pensar hoy en un apoyo a Massa, ello implicaría hacerlo con candidatos propios, entre los que el Ministro del Interior y referente de La Cámpora pica en punta a la hora de las especulaciones.
Lo cierto es que pese a la aceleración de la crisis y su responsabilidad al frente del equipo económico, Massa viene, cada vez con mayor frecuencia, hablando como candidato. Ahora bien, cabe preguntarse si, más allá de su habitual optimismo, realmente puede serlo. Y, si así fuere, ¿qué buscaría con una candidatura que -casi con seguridad- estaría condenada al fracaso?
En este sentido, no son pocos los que piensan que el líder del Frente Renovador estaría dispuesto a “sacrificarse” con el objetivo de acumular poder de cara a la reconstrucción del peronismo desde la oposición. En esa lógica, argumentan los que sostienen dicha postura, su candidatura sería -aún con todas las limitaciones de la coyuntura económica- la única capaz de traccionar un número importante de legisladores nacionales, provinciales e intendentes, y lo convertiría en una suerte de líder de la oposición y garante de la gobernabilidad del próximo gobierno. Sin embargo, parece harto difícil que la “jefa” le ceda ese espacio alegre y gratuitamente.
Por ahora, el ministro resiste y aún sostiene la expectativa en torno a su potencial candidatura. Por lo pronto, Daniel Scioli y Juan Grabois ya se lanzaron.
Así las cosas, y como ya es usual en un gobierno engendrado por el pragmatismo de la ex presidenta a la vez que “dinamitado” por su recurrente intento de condicionarlo según sus propias necesidades, muchos referentes del espacio esperan que en el acto del próximo 25 de mayo CFK abandone la ambigüedad en materia electoral y avance con definiciones más precisas.
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