El semáforo corta el tránsito con la luz roja. En cuestión de uno o dos segundos, la luz verde autorizará a los automovilistas que estaban esperando en la calle perpendicular, para que puedan avanzar. Pero habrá quienes vayan recto y quienes pretendan doblar e ingresar a la calle que acaba de detener su tránsito. Pero la luz verde es democrática, porque además de autorizar el paso de autos, habilita a los peatones a cruzar la calle.
En ese momento, empieza una lucha silenciosa y desigual. La prioridad la tienen los peatones, pero los autos en algún momento tienen que pasar, y si la fila de personas a pie se extiende mucho, empieza el conflicto. Una vez más el punto crítico es una esquina. Así como lo es para otros problemas de seguridad vial, porque es donde confluyen autos que frenan, aceleran y doblan, con peatones o ciclistas que cruzan.
Repentinamente, una persona o una bicicleta aparecen en el ángulo delantero de alguno de los dos lados sorprendiendo al conductor. Sale desde atrás del parante, eso que en la industria se denomina Pilar A, y que no es más que el marco del parabrisas contra el que cierran las puertas delanteras. Casi siempre, ese encuentro no pasa de un susto, pero lo que está mostrando es que hay algo que no está funcionando bien. Aun mirando, existe un cono de sombra detrás de ese parante, que impide apreciar la presencia de una persona que intenta cruzar.
Antes no sucedía con tanta frecuencia. Hoy pasa más seguido. Hay un componente técnico y uno social. El primero tiene que ver con que los autos tienen el Pilar A cada vez de mayor volumen, entonces ese cono de sombra es más grande porque al proyectarse en perspectiva, cubre más espacio visual.
“Lo del parante es una cuestión de estructura, pero además hay que entender que allí adentro ahora se tienen que alojar muchos cables y contactos, los aribags, en algunos casos hasta conductos de aire que pasan para generar climatización en el Pilar B, sobretodo en las berlinas grandes. Sobre el tema hay un estudio de ergonomía y de visibilidad”, le dijo a Infobae desde Alemania el diseñador argentino Juan Manuel Díaz.
“Seguramente que te va a molestar más si te subís a un auto de nueva generación que lo que te molestaba en un auto de los años 90, pero eso es porque antes, el parante A era sólo para sostener el vidrio y el techo, y hoy está para asegurar que las personas que están en el auto, cuando el auto tiene un impacto en esa zona, no se le caiga el techo en la cabeza o no se lastime con un parante que se corta”, explica.
Si hay una relación entre el ensanche de los parantes y la tecnología de los autos, esta relación también es a favor en otro aspecto, el de la seguridad pasiva. Si bien todavía no es equipo de serie de todos los autos, la cantidad de sensores y dispositivos que alertan al conductor respecto a la presencia de objetos en los puntos ciegos, contribuye a compensar la pérdida de visión natural.
“Cuando los autos sean totalmente autónomos quizás cambie la estructura porque no será tan importante la visión, pero hoy los autos se diseñan dentro de esos parámetros de ergonomía que consideran la visibilidad como algo sumamente importante, más allá de todos los sistemas de seguridad pasiva y activa que cada vez están presentes en más modelos”, completa Díaz.
Más allá de esto, General Motors comunicó a comienzos del año pasado que están estudiando un sistema que permita ver lo que hay detrás de los parantes delanteros a través de una sección transparente que sea lo suficientemente grande como para notar movimiento en ese ángulo visual del automóvil. Otros proyectos apelan a la tecnología, aplicando una cámara del lado exterior del Pilar A, que transmita permanentemente lo que ve, y lo proyecte en la cara del mismo parante.
El otro componente de este problema no es técnico sino social. Tiene que ver con el caos del tránsito en las grandes ciudades y con la vida apurada de las personas. No por nada, el flujo de vehículos y su interacción con los peatones, es una de las grandes preocupaciones de urbanistas y gobernantes en cualquier parte del mundo.
En nuestro país, según los datos proporcionados por un estudio de la Asociación de Fábricas Argentinas de Componentes (AFAC), en 2021 hubo un parque de 14.840.010 vehículos habilitados oficialmente para circular. Esa cifra representa un incremento del 1,88% respecto a 2020, y aunque todavía se aguardan los números de 2022, ese porcentaje muestra el ritmo al que crece el parque automotor, que es lo que se refleja en las calles.
Por esa razón, cada vez que el semáforo habilita a peatones y autos a avanzar transversalmente sobre una calle, la espera de los automovilistas hasta que terminen de pasar las personas es tan extensa que a veces sólo pasan unos pocos, y al resto los vuelve a “agarrar el rojo”. Debe haber un comportamiento responsable de ambas partes, ni los automovilistas deben hacer pesar el tamaño de su vehículo, ni los peatones deben tomarse todo el tiempo del mundo para pasar.
Pero más allá de lo que se pueda hacer desde la tolerancia y el respeto por los otros para contribuir a una mejor convivencia social, hay cosas que ayudarían mucho también, como definir un mejor lugar donde pegar la calcomanía de la Verificación Técnica Vehicular (VTV), que no sea justamente sobre el parabrisas y al lado del parante delantero derecho.
Si la visibilidad está reducida por el Pilar A, colocar esos stickers reduce más aun el campo visual. Y de paso, ya que se evalúa ese punto, construirlas de modo tal que removerlas al momento de la renovación anual no sea una tarea que demande una hora, porque lo único que consiguen es que los automovilistas coleccionen una debajo de la otra hasta completar toda la superficie del cristal delantero.
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