La economía avanza a dos velocidades. Una, velozmente por un camino seguro, que es el deseado por el Gobierno de llevar a cero el déficit fiscal total del año, desacelerar la inflación y sanear el balance del Banco Central para que vuelva a registrar reservas internacionales propias superiores a las ajenas. La otra, también a ritmo elevado, pero por un sendero severamente deteriorado, como es el de brutal pérdida de capacidad de compra de la mayor parte de la población, la cual lleva a tropezar con un cuadro recesivo que amenaza con agravar el doloroso cuadro socioeconómico.
En Economía reconocen esa dualidad del momento presente, al punto que el propio ministro, Luis Caputo, a través de la red X prometió “vamos a salir adelante, pese a la difícil situación que atraviesa el bolsillo de los argentinos”, y el último jueves ante los empresarios en el almuerzo del Consejo Interamericano de Comercio y Producción (Cicyp), en contraste con las previsiones de industriales, comercios y constructores que releva el Indec, que anticipan la continuidad de un profundo cuadro recesivo, en comparación con un año antes, cuando la actividad crecía de la mano de excesivas regulaciones de precios y créditos subsidiados.
Sin embargo, el panorama pareciera comenzar a cambiar cuando se compara con el mes previo, porque a la desaceleración de la inflación se suman los efectos de los ajustes de salarios en diversas actividades y de la propia movilidad jubilatoria, con tasas notablemente mayores a la suba del índice de precios al consumidor presente.
Para analizar la coyuntura y conocer sus expectativas para el corto plazo Infobae entrevistó a Nicolás Gadano, economista Jefe de la consultora Empiria y profesor en la Universidad Torcuato Di Tella, dada su experiencia en diversas áreas del sector público: subsecretario de Presupuesto, economista senior de YPF, jefe de Gabinete del Ministerio de Economía y gerente general del Banco Central, durante la presidencia de Cambiemos.
— Pasaron los primeros 100 días de gobierno con varios puntos de giro, a favor en la macroeconomía y en contra en la microeconomía ¿Cómo lo vio?
— Sin macroeconomía estable y sana, cualquier reforma micro queda frágil. En ese sentido, es entendible que el foco esté puesto en solucionar los problemas macroeconómicos, que permitirían (de solucionarse) que no haya una eventual devaluación que distorsione todo el proceso productivo.
“La segunda etapa del plan debería estar mirando muy de cerca a los sectores productivos y la velocidad de recuperación, luego de un verano muy complejo”
Es importante tener en cuenta que una empresa puede hacer todo bien internamente, con sus proveedores y en sus segmentos de mercado, pero quedar mal parada ante la volatilidad macro. Sin macroeconomía sólida, el resto no puede solucionarse.
Más allá de eso, la segunda etapa del plan debería estar mirando muy de cerca a los sectores productivos y la velocidad de recuperación, luego de un verano muy complejo en términos de consumo, inversión y producción.
— ¿Los elevados impuestos condicionan las inversiones en las empresas, o hay previamente otros factores más limitantes que remover?
— La presión impositiva es sin duda uno de los limitantes estructurales de la inversión en Argentina, especialmente para los sectores que buscan competir en el mercado internacional. Por suerte, algunos de estos son extremadamente productivos (como el campo, la energía y la minería), lo que les permite compensar estos costos.
Pero no es el único factor, y mucho más importante que la presión fiscal es la inestabilidad económica, que se refleja en que el tipo de cambio varía de forma abrupta recurrentemente, en la alta inflación y en los cambios al marco normativo e impositivo. La continuidad del cepo es hoy un condicionante de las inversiones mucho más significativo que el nivel de los impuestos, y por ende, su remoción es sin duda una prioridad.
— ¿Cómo imagina que serán los próximos 100 días del Gobierno? ¿Qué debería reforzar y qué corregir?
— Lo que hizo en los primeros 100 días no será lo que se haga en los próximos 100. El salto cambiario de diciembre y la posterior regla de devaluación al 2% mensual le permitieron corregir inicialmente el atraso en el tipo de cambio (con la inflación que generó), pero luego usarlo de ancla puede conducir rápidamente a una situación similar.
“Mucho más importante que la presión fiscal es la inestabilidad económica”
Si bien ya se hicieron algunas correcciones en precios que se encontraban distorsionados, todavía hay muchos que aún no se modificaron (ej. tarifas gas natural), y esto es relevante para el programa fiscal. Al mismo tiempo, el Gobierno necesita darle solidez institucional a su programa económico, para lo que necesita sacar de la mesa la discusión sobre el DNU (a favor del mismo) y aprobar lo que crean imprescindible de la Ley Bases.
— Las finanzas públicas han recuperado con singular rapidez el superávit, pero muchos economistas alertan por su fragilidad ¿Cuál es su lectura?
— Comparto la convicción del Gobierno con el objetivo de alcanzar el equilibrio fiscal este año, pero los buenos resultados del primer bimestre, con un ajuste del gasto primario de 38% real interanual, no deberían llevar a las autoridades a cantar victoria antes de tiempo.
La mayor variable de ajuste (cerca del 30% del recorte) fueron las jubilaciones. Estas ya perdieron 30% de su poder de compra el año pasado, por lo que no es viable continuar por este camino.
De igual modo, otra porción no despreciable del recorte (15%) provino de postergar pagos asociados a los subsidios de energía, que en algún momento deberán pagarse ya que se pone en riesgo el funcionamiento de todo el sistema eléctrico.
También habrá que prestar atención a los ingresos, que si bien vienen resistiendo al impacto de la recesión (3% en el bimestre), podrían empezar a caer con más fuerza si se continúa atrasando el tipo de cambio y si la actividad no se recupera.
La gran incógnita del programa es cuánto se mantendrá la tolerancia social y política ante la licuación de haberes jubilatorios, salarios y planes sociales, junto a la quita de subsidios. Obtener una primera victoria en el Congreso (tras dos derrotas con el rechazo de la Ley Ómnibus y del DNU 70 en el Senado) le brindaría un soporte casi imprescindible al objetivo del equilibrio fiscal.
— ¿Al Presupuesto nacional le hacía falta “licuación y motosierra” o sólo esto último?
— Antes que eso, al Gobierno le falta una Ley de Presupuesto para 2024. La prórroga del Presupuesto de 2023 le permite licuar gastos que fueron pensados para otros niveles de nominalidad y le da mayor discrecionalidad para asignar recursos una vez ejecutado.
“La gran incógnita del programa es cuánto se mantendrá la tolerancia social y política ante la licuación de haberes jubilatorios, salarios y planes sociales, junto a la quita de subsidios”
Una ley de Presupuesto propia aprobada por el Congreso reduciría la incertidumbre acerca del programa económico, le daría la legitimidad del Parlamento (oposición y provincias) y, al tener carácter de ley, minimizaría el riesgo de judicialización de las medidas tomadas (que pueden trabar el proceso y deteriorar el efecto deseado).
La licuación es una herramienta de corto plazo muy utilizada y efectiva para ajustar las cuentas públicas en contextos de alta inflación, porque solo requiere una gestión pasiva y no son ajustes tan evidentes para la población como un recorte directo. En cambio, la “motosierra” requiere políticas activas, conflictos y negociaciones con diversos sectores porque sus consecuencias son más visibles.
A partir de ahora, la “motosierra” -entendida como las reducciones estructurales y permanentes del gasto- deberá ir tomando cada vez mayor relevancia y precisión para ir reduciendo el peso de la licuación del gasto público.
— La economía parece que sigue desmonetizando en pesos y avanza la dolarización en el sistema bancario ¿Cómo ve ese proceso y a dónde lleva?
— Haber entrado en un régimen de alta inflación tiene como respuesta que naturalmente el público se despoje del billete de pesos. En consecuencia, lo reemplaza por otros instrumentos que devenguen algún tipo de interés (anteriormente era el plazo fijo) y teníamos una divergencia brutal entre la base monetaria y el M3.
Con una política de licuación explícita, el público tiende a desprenderse de todo peso excedente y sólo preserva aquellos necesarios para transaccionar en lo cotidiano. En ese contexto, la base monetaria ampliada (incluye los Pases Pasivos del BCRA) constituyen el nuevo circulante de la economía, más en una sociedad que se acostumbró al uso de métodos de pago electrónicos en virtud de la alta inflación y los billetes de baja denominación.
En ese sentido, la propia dinámica macro (propulsada por la política de licuación) derivó en una economía desmonetizada.
“Al Gobierno le falta una Ley de Presupuesto para 2024. La prórroga del Presupuesto de 2023 le permite licuar gastos que fueron pensados para otros niveles de nominalidad y le da mayor discrecionalidad”
Respecto al futuro de la dolarización, dependerá de cómo se orqueste la política monetaria en ausencia de cepo cambiario. En otras palabras, si se busca tener tasa de interés real positiva para incentivar la demanda del peso o si, alternativamente, se lo termina de purgar con una tasa real negativa imputando la pérdida de poder adquisitivo como la prima de liquidez para transaccionar.
— ¿Hizo bien el Banco Central en bajar la tasa de interés de referencia del mercado, pese a que ya eran negativas en términos reales, equivalente mensual?
— Los pasivos remunerados del Banco Central no eran un problema per se, dado que la emisión endógena al pago de intereses crecía por debajo de la inflación (es decir, en el margen caía en términos reales). El problema es que lo que crecía era la base imponible (base monetaria) por una emisión de pesos indiscriminada por parte del BCRA (se estima que en 2023 se emitió cerca de 4 puntos del PBI en concepto de compra de títulos públicos).
Ahora bien, la decisión de bajar la tasa y licuar pesos fue audaz, pero permitió allanar el camino para una eventual unificación cambiaria (menos pesos que corran contra dólares), a costa de una pérdida del valor real de los stocks. Por lo tanto, puede interpretarse como uno de los dos pilares del programa de saneamiento del BCRA (la otra es la recomposición de reservas internacionales).
— ¿Cuando se comparan las tasas de interés con la de inflación qué es lo más recomendable la nominal anual o la efectiva anual, por qué?
— La efectiva anual. La tasa nominal anual es una convención, pero lo relevante es cómo capitaliza esa tasa (cada cuánto paga), dado que en Argentina los plazos de los contratos se han ido acortando cada vez más. A modo de ejemplo, algo que paga 5% mensual capitalizable, al cabo de 12 meses rinde 80% efectivo (vs. el 60% que sería la TNA equivalente).
— ¿Cómo ve la política cambiaria del Banco Central y la recuperación de los activos externos de la entidad?
— El crawling del 2% mensual, en conjunto con una baja de la tasa de interés, buscan romper con expectativas de inflación creciente e indexación en la que estábamos inmersos el año pasado. Sin embargo, con una suba del IPC que corre aún en los dos dígitos mensuales, la erosión de la competitividad puede ser muy aguda y rápida. La fuerte devaluación permitió fijar un tipo de cambio muy alto, con margen para la posterior apreciación cambiaria (necesaria para evitar una espiralización de la inflación).
“Respecto al futuro de la dolarización, dependerá de cómo se orqueste la política monetaria en ausencia de cepo cambiario”
No obstante, no sería prudente enamorarse de este 2% mensual, puesto que la erosión de competitividad estrecha cada vez más el camino a seguir. En otras palabras, el equipo económico aún cuenta con margen de maniobra para encarrilar la política cambiaria sin ser disruptiva; en la medida que el 2% se sostenga excesivamente en el tiempo, la salida de dicho esquema podría no ser tan suave.
— Después de un primer trimestre que profundizó la recesión de arrastre, ¿Para cuándo cabe esperar la reactivación, con qué letra se visualiza en su forma: V, L, J, U u otra?
— Por lo que venimos viendo, febrero habría marcado un piso en la caída de actividad para algunos sectores, aunque quizás es pronto para hablar de algo generalizado. Es posible que a lo largo del primero y segundo trimestres, si no vemos ningún otro evento que obligue a reordenar la situación (como una devaluación o alguna crisis política), se empiecen a ver signos de recuperación. Las jubilaciones y los salarios, si bien parten de niveles históricamente bajos, empezarán a recuperar desde marzo.
El formato de la recuperación aún es una incógnita, ya que dependerá de cómo el Gobierno busque consolidar el plan fiscal y económico. Cuanto más blindado esté (con leyes), más rápido dejaremos atrás la discusión política y habrá certidumbre para la inversión y la producción.
— Muchos economistas se han acostumbrado a mirar la economía por el espejo retrovisor (comparación con el año previo) y eso parece explicar el choque recurrente con la misma piedra ¿Es tiempo de poner la mirada más adelante que atrás?
— Los últimos años fueron muy complicados y no deberían ser referencia de qué hacer, todo lo contrario. Por otro lado, estamos frente a un Gobierno que plantea una forma de hacer las cosas totalmente diferente.
“Todo indica que el cepo dejará de existir en algún momento cercano, que no habrá controles y regulaciones para todo”
Quizás, como sociedad y como analistas de esta realidad económica, sea momento de cambiar algunas formas de pensar: todo indica que el cepo dejará de existir en algún momento cercano, que no habrá controles y regulaciones para todo, y que el Estado dejará de intervenir en la mayoría de los sectores. Eso obliga a tener otro enfoque, más pensado en cómo se recomponen años de destrucción del entramado social a partir de una recuperación económica y de los ingresos.
Fotos: Adrián Escandar
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