José Luis Beccaria Velasco
En 2015 lo reconocieron como un "joven sobresaliente" de Mendoza, en la categoría de superación y logros personales (Fotos: Gentileza José Luis Beccaria Velasco)

José Luis Beccaria Velasco, apodado Joselo por muchos, es oriundo de General Alvear, provincia de Mendoza, y actualmente vive en la capital mendocina. Se dedica a la ingeniería en informática, pero también da charlas motivacionales y brinda asesoramiento en la inserción laboral de personas con discapacidad. Siempre activo, con metas en mente, que al principio tenían forma de “delirio”, pero se transformaron en objetivos, y luego en sueños cumplidos. Fue campeón argentino de natación dos años consecutivos, también panamericano en aguas abiertas, copiloto de rally, participó de regatas lacustres y también se dio el gusto de subir a los escenarios a cantar algunos clásicos de folclore. Todo aquello era imposible de imaginar cuando nació con varias malformaciones congénitas y le dijeron a sus padres que no había más nada por hacer. “Pasaron 45 años y acá estoy, soy la mitad de una persona, pero mi discapacidad no me impidió ser un tipo feliz y agradecido”, expresa en diálogo con Infobae.

Con vistas a la Cordillera de los Andes en su ventana, se conecta a una videollamada. “Los temas incómodos se enfrentan con el diálogo, desde el alma, con la empatía, y no me molesta para nada que me pregunten cómo es mi vida diaria, si algo genera curiosidad o alguna duda, siempre es mejor la comunicación que el tabú”, comenta, y remarca la importancia de mirarse a los ojos, verse frente a frente mientras se conversa. Su actitud es la misma desde la infancia, amable, positivo, enérgico y resiliente. “Cuando nací estuve internado dos meses en terapia intensiva; nací sin las dos piernas completas, con labio leporino, me faltan parte de los dedos de las manos, y sin el ojo derecho, que hoy tengo una prótesis”, manifiesta.

Es el primer hijo de sus padres, y aún con todos los miedos que tenían como primerizos, avanzaron y siguieron al pie de la letra los consejos de los médicos. Rezaron durante la primera cirugía, que transcurrió a pocas horas del nacimiento, y mantuvieron la fe en todo momento, hasta que les dieron un pronóstico devastador. “Cuando me dieron el alta les dijeron que me llevaran a casa porque ya habían hecho todo lo posible, que me disfrutaran en familia las últimas horas”, relata José. La única manera que tiene de explicar lo que pasó después es con una de sus palabras preferidas: amor. “Creo que eso generó el milagro, que el amor todo lo puede, incluso en el escenario más doloroso, porque es lo que sale del corazón”, sostiene.

José Luis Beccaria Velasco
La primera foto que tiene de su infancia, y a la izquierda junto a su madre en Mar del Plata durante la rehabilitación con piernas ortopédicas

Su salud mejoró poco a poco, y la siguiente cirugía fue recién a sus 18 años, para corregir el paladar. Sin embargo, recorrió un camino de decisiones para sortear cada adversidad. “Cuando nací todavía la discapacidad era considerada una enfermedad, se usaba el diminutivo, yo era el ‘enfermito’, el ‘pobrecito’, pero yo nunca le pregunté a mis padres el por qué a mí, que creo hay que cambiarlo por un ‘para qué’, que nos abre las puertas hacia la misión de nuestra vida”, indica.

De la rehabilitación a la aceptación

Cuando era muy chico viajó a Mar del Plata para una rehabilitación muy intensa en la que aprendió a caminar de nuevo. “Requirió mucha adaptación porque me enseñaron cómo usar las piernas ortopédicas, que siendo una persona de talla baja, que mido 1,12 metros, cuando me las ponía pasaba a 1.60 y medía lo mismo que mis compañeros de la primaria”, rememora. Al volver a Alvear, las adoptó como parte de su rutina para ir a la escuela, y lo mantuvo hasta tercer grado, cuando tuvo una conversación importante con sus padres, que cambió significativamente su día a día.

“Les dije que no iba a usar más las piernas ortopédicas, que les agradecía mucho su esfuerzo, todo lo que habían hecho por mí con tanto amor, pero que cuando las usaba no podía jugar, saltar, ni correr, y fue una manera de decirme a mí mismo ‘soy este’, y decírselo a los demás también”, sentencia. El humor fue otro de los grandes aliados, y cuenta que se las ingenió para jugar al fútbol, que era uno de sus sueños. “No he sido la figura del partido, mucho menos cuando estuve de arquero, pero la he pasado muy bien, no quería vivir del hipotético, del qué hubiera sido si; yo prefiero un raspón por hacer algo que me gusta a no haberlo vivido”, dice con una sonrisa.

José Luis Beccaria Velasco
La natación fue una de sus grandes pasiones desde la adolescencia, y disfruta de los deportes hasta la actualidad

Es un amante de los desafíos, y le escapa siempre a la zona de confort, a la que considera un enemigo. “En la vida tenemos muchas preguntas, pero no es necesario saber las respuestas de todas, yo me concentro en las que me impulsan, y enfrento los miedos, porque es la mejor forma de aprender y evolucionar. Me pregunto, por ejemplo, muy seguido, qué no estoy haciendo yo como persona y qué no está haciendo la sociedad para que las personas puedan cumplir sus sueños”, reflexiona.

Antes de terminar la primaria llegó uno de los mayores regalos de su vida, su hermano Sebastián, 11 años menor, fiel compañero de sus aventuras. A veces lo define como “las piernas que no tiene”, porque los une una conexión única. Después cursó una secundaria técnica, donde aprendió a usar todas la máquinas, con perseverancia y tenacidad. “Desde los 12 años sabía que quería estudiar computación, pero quería tener un oficio por si las cosas no salían como yo esperaba”, confiesa. Cuando llegaban las horas de taller, se subía y bajaba a sillas de diferentes alturas para poder hacer todo. “Alguna vez me caí, pero todos nos hemos caído, y eso no me impidió seguir”, revela.

Por esos años su padre le adaptó una bicicleta para que pudiera pedalear por las manos, y fue una sensación de libertad que despertó su espíritu deportivo. Participó de triatlones, regatas de navegación, natación, y nadó en aguas abiertas en Mar del Plata. “Una experiencia que amé, fue uno de los momentos más lindos de mi vida, y le tuve mucho respeto porque me gusta abrir caminos, sentar precedente”, asegura. Cuando egresó, sus papás querían que estudiara Contabilidad en San Rafael, porque quedaba a una hora de viaje, y estaría más cerca si necesitaba algo.

José Luis Beccaria Velasco
Ser copiloto de rally fue otro sueño cumplido, al igual que las regatas lacustres

Una vez más, José Luis se impuso y se hizo oír. “Hay cosas que no se negocian”, remarca, y apela a su sangre “italiana y española”, que lo impulsa a decir lo que siente. “Soy testarudo y temperamental, es la mejor definición que puedo hacer de mí mismo”, dice con humor. La carrera de ingeniería en informática se dictaba en la Universidad de Mendoza, pero implicaba mudarse lejos de su familia, y adaptarse a la vida de la ciudad. Para él no había dudas, desde que le regalaron la primera computadora, comprada con mucho esfuerzo, sabía que esa era su vocación. “Mis papás tenían miedo de que perdiera la visión por completo, como tengo un solo ojo, les daba pánico que yo me fuera tan lejos, pero lo charlamos mucho, consideré sus opiniones, y les dije que había tomado la decisión de estudiar lo que yo soñaba”, relata.

Durante los años universitarios vivió en casa de otro familiar, y logró la meta en 2005, cuando se recibió. “No me gusta decir que hubo días malos, sino días de aprendizaje, porque tiene menor carga negativa y creo mucho en el poder de la palabra”, explica. Describe como “gestos poderosos” frases como “buen día”, “gracias”, un abrazo y una sonrisa. “No tengo problema en subirme al colectivo, a los medios de transporte, ni siquiera lo considero una situación difícil, lo tomo como parte de la rutina, y esa es la clave, si se convierte en un momento desalentador que afecta todo mi día, o si es un detalle y la rutina sigue”, indica.

José Luis Beccaria Velasco
"Me encanta escuchar rock nacional e internacional, pero cuando subí a cantar con amigos, como buen caradura, interpreté folclore", dice con humor

Cumplir sueños

Con el título en mano, regresó a su localidad natal, en principio porque quería estar cerca de su hermano y sus padres, disfrutar nuevamente de la cercanía familiar, y también porque para él era importante ejercer su profesión en sus pagos. Trabajó en la Cooperativa Eléctrica de General Alvear, y también fue profesor de nivel superior durante un tiempo. “En mis clases yo le decía a mis alumnos que había una regla fundamental: todos tenían prohibido renunciar a sus sueños”, cuenta, y en vez de tomar lista con el clásico “presente”, les proponía que junto a su nombre dijeran una fortaleza.

“Un día una chica quebró en llanto y me dijo: ‘Disculpe profesor, pero en mi familia nunca hemos hablado de eso, y yo no sé si tengo alguna fortaleza’”, narra entre el asombro y los sentimientos encontrados que tuvo cuando supo que, para esa joven, una consigna tan simple podía generar el descubrimiento de un mundo nuevo. “También me pasó de ir a una empresa de renombre a brindar una charla para el personal jerárquico, y un gerente de 70 años vino a saludarme al final y me comentó: ‘Esta es la primera vez que una persona que viene nos habla de ‘felicidad’, y me di cuenta de que ya no me gusta lo que hago, que dediqué toda mi vida a esto, pero ahora ya no lo quiero hacer más’”, ejemplifica.

Tuvo la posibilidad de viajar a Italia en dos oportunidades, su otro lugar en el mundo. Como no cree en la suerte, prefiere el concepto de éxito, y sostiene que se preparó mucho para cada una de sus metas. “Conlleva esfuerzo, constancia, y trabajo, porque al éxito hay que acompañarlo, así que estudié italiano, quería poder desenvolverme allá, y uno de los detalles que me llamó la atención es la frase ‘Ti voglio bene’, que sería equivalente a ‘te quiero mucho’, pero no significa lo mismo, la traducción literal es ‘te quiero bien’; entonces le pregunté a una persona y me respondió: ‘Porque no es importante querer mucho, es importante querer bien, querer hacer bien, querer para bien’, y me encantó”, expresa.

José Luis Beccaria Velasco
Durante los triatlones en la bicicleta que le adaptó su padre, y en su viaje soñado a Italia, a donde fue acompañado de su hermano

En 2019 se presentó otra oportunidad laboral en la capital mendocina, y aceptó volver a la ciudad. Desde ese entonces trabaja en la dirección de Informática y Comunicación del Ministerio de Gobierno de Mendoza, y es parte del Departamento de Inclusión y Accesibilidad de la Municipalidad de la Ciudad de Mendoza. También brinda asesoramiento a diferentes instituciones en empleo e inserción laboral de personas con discapacidad, un área que le apasiona. “Si yo pude estudiar, viajar, insertarme laboralmente, ¿por qué no podrían los demás?”, se preguntó. Consciente de que hay mucho por abordar y mejorar para que el acceso a las oportunidades exista y se sostenga en el tiempo, se propuso ser un puente entre empresas y potenciales candidatos, tanto a través de sus charlas motivacionales como de proyectos particulares. Muchos los comparte en su cuenta de Instagram, @bvjoselo, y en su Facebook “Joselo Beccaria Velasco”.

“Hasta hace no mucho solamente había trabajos en un determinado rubro para las personas con discapacidad, y si no gustaba, era lo que había. Hoy hay algunas posibilidades más, para estudiar lo que uno quiera y le guste”, enfatiza. Y agrega: “Un trabajo nos permite a través de la remuneración cumplir sueños materiales, y existen leyes que deberían cumplirse, son un elemento disparador, un marco teórico que funciona punto de partida, pero después está la realidad, y hay que abordarla”. Para José una de las claves es la capacitación, y eso requiere de inversión de tiempo, y en algunos casos, de presupuesto por parte de los sectores corporativos.

José Luis Beccaria Velasco
En familia, junto a sus padres y su hermano Sebastián

“Así como estudiamos inglés, estaría buenísimo aprender braille y lengua de señas, porque sumar otra forma de dialogar siempre nos abre puertas a comunicaciones más directas, a generar otros espacios de confianza, buscar buenos ejemplos para el bienestar propio y colectivo, y eso nos conduce hacia una sociedad más inclusiva y accesible”, resalta. Por sus aportes continuos, y por proponerse la tarea de llevar su historia de vida a todos los auditorios y espacios que pudiese -charlas a las que asistieron desde niños de 3 años hasta adultos de 80-, recibió la distinción de “joven mendocino del año”, por parte del Consejo Empresario Mendocino (CEM) en 2012 y 2015.

“No me considero un referente, me gusta más pensar en que cada uno tiene que intentar ser su propio referente, y que nuestra meta es dejar huella”, aclara. “‘Discapacidad’ también contiene la palabra ‘capacidad’, y uno puede elegir en qué enfocarse”, argumenta. “Soy una persona con discapacidad, es un concepto válido y está bien decirlo así, sobre todo porque ante todo soy ‘persona’, y el resto es simplemente una característica; antes decían ‘personas con capacidades especiales’, y ojalá fuera Superman, pero no lo soy”, remata con humor.

El amor y los tabúes

Los pilares de su vida son su familia y sus amigos. Durante la secundaria tuvo un compañero que se convirtió en hermano del alma, y son una gran dupla hasta la actualidad. “Era el único que verdaderamente era mi amigo en ese momento, y el Universo es sabio, porque él tuvo un hijo y me eligió como padrino; hoy tengo un ahijado que amo, y nuestro vínculo es maravilloso”, celebra. En cuanto a su vida personal, confiesa que actualmente está soltero, pero tiene una actitud optimista sobre el futuro.

José Luis Beccaria Velasco
Con su ahijado Simón, a quien llama "su superhéroe favorito"

“Actualmente me estoy preparando para el amor de mi vida, para encontrar una persona con quien nos podamos acompañar, y ser los más felices del mundo”, proyecta mientras sonríe con la convicción sostenida desde el corazón. “He tenido vínculos reconfortantes, pero por supuesto que discapacidad y relaciones amorosas es algo de lo que se habla muy poco, porque todavía es un gran tabú. Una persona con discapacidad tiene sentimientos, se puede enamorar, puede generar situaciones románticas, y tener una vida de pareja”, expresa. También admite que para que la oportunidad aparezca, también hay que dejarse ver, y aceptarse a uno mismo, en vez de pasar lo más desapercibido posible o vivir en “modo burbuja”, alejado de todo posible cambio.

Surgen en la charla temáticas como “baja autoestima”, “victimización”, “aislamiento social”, como características que se repiten, a cualquier edad y ante diferentes situaciones. Parte del problema es que todo aquello, que ocurre diariamente, se invisibilice, y por eso él siempre está abierto a contestar preguntas y a ayudar a otros a salir del bucle devastador en el que se encuentran. Y también trabajar para que las personas sin discapacidad tengan mayor empatía y apertura a romper con los prejuicios.

“Así como yo aprendí a mirar hacia arriba, porque si hay una persona al lado mío, tengo que levantar la cabeza para mirarla a la cara, la otra persona también tiene que aprender a mirar hacia abajo; cuando las miradas coinciden es muy interesante el ida y vuelta, de igual a igual, que es fundamental, estar a la misma altura”, resalta. Ese es el motivo por el que en vez de subirse a un escenario, muchas veces propone que todos se sienten en sillas haciendo un círculo cuando brinda una charla.

José Luis Beccaria Velasco
Su ahijado, que ya cumplió 10 años, lo llena de orgullo y motivación

“Me gusta acompañar en el camino de encontrar nuestro propósito, colaborar para que sean más felices, regalarles instantes de felicidad, dejarle algo útil a la sociedad, y siento que estoy donde tengo que estar. No hay nada más hermoso que terminar el día, apoyar la cabeza en la almohada y decir: ‘Hoy ayudé a una persona’, eso es lo que a mí me mueve en la vida”, sentencia. “Quiero hacer mucho de mi vida, para mí y para los demás”, proyecta. Las críticas no lo inmutan, se basa en la idea de que cualquier opinión habla mucho más de quien la dice, que de quien la recibe, y hasta les agradece por los palos en la rueda.

“A los que me dijeron palabras menos amenas, los que quizá intentaron dañarme, les digo: ‘Gracias’, porque me hizo más fuerte, y hasta los invito a tomar un café conmigo”, redobla la apuesta. Considera fundamental adquirir cierta gimnasia para reaccionar en situaciones no esperadas. “Un día iba en un colectivo larga distancia, de los que son dobles, subí a la parte de arriba, y cuando bajé las escaleras me caí, directo con la pera en el piso y el bolso que tenía que voló conmigo; la cara del chofer fue tremenda, y lo primero que hice fue decirle: ‘Tranquilo, que cada uno baja como quiere’”, ejemplifica. “Obviamente no recomiendo ese estilo de bajada”, acota en tono de humorada, y explica que intentar tranquilizar al conductor fue algo que le surgió casi por instinto.

Lleva su impronta a todas partes, es transparente, fiel a sí mismo, observador, y cuando la mayoría va en una dirección, muchas veces elige el sentido contrario. “No me considero más que nadie, porque cada uno tiene su mochila de vida, pero prefiero mantenerme firme en lo que me hace bien, confiar en que una sonrisa y una mirada hablan por sí solas, tener fe en las conexiones espirituales y en la escucha activa”, argumenta. Son muchísimos los sueños que cumplió, pero para él son una fuente inagotable de motivación. Le encantaría volver a Italia algún día y dar una charla allá, pero mientras tanto sigue brindando su servicio de asesoramiento en temáticas de discapacidad y cada día se propone ayudar a que otros alcancen sus anhelos. “Si me preguntan si cambiaría algún día de mi vida, la respuesta es que no, no cambiaría nada, porque soy un afortunado, y cualquier detalle diferente podría alterar mi presente; no sé a dónde me va a llevar la vida, pero va a ser hacia donde yo sea feliz”, concluye.

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