El Padre Eduardo Pérez del Lago, de apenas treinta años, estaba recién ordenado como sacerdote cuando aquel 1° de mayo de 1992 se encontraba en la parroquia Santa María, ubicada en el barrio porteño de Almagro. Así relata los hechos a Infobae: “Después de la misa, el párroco Juan Salvador Carlomagno y el ministro de la comunión que lo estaba ayudando, al reservar las hostias en el Sagrario, encuentran que en el corporal, que es el pañuelo blanco que se pone delante del Sagrario, había dos pedacitos de hostia. Probablemente habrían caído cuando se traspasó de un copón a otro y blanco sobre blanco no se habrían dado cuenta. Entonces el párroco hizo algo que tenemos costumbre de hacer que es ponerlo en un vaso de agua”. Así recuerda el sacerdote Pérez del Lago el procedimiento habitual que prevé la Iglesia ante estos sucesos.
Y continúa la descripción de los hechos: “En este caso era una tinaja de cerámica con un poquito de agua donde se pusieron los dos pedacitos y se esperaba que se diluya. Normalmente con los días se diluye y el agua se tira en una planta porque ya no hay presencia eucarística y se limpia o se purifica el vaso. Pero eso no pasó en toda esa semana. Llegado el 8 de mayo, el día de la Virgen de Luján, el párroco, luego de terminar la misa, miró como estaba el recipiente para ver si había que purificarlo y encontró algo que era muy extraño. El párroco nos llamó al diácono y a mí para que lo viéramos y era como si la hostia hubiera explotado, se veía que era una explosión porque había esquirlas contra las paredes del vaso”.
El sacerdote resalta que le llamó la atención el color de la hostia, ya que “tenía como colorcito oscuro”. Y completa: “Pero había otras esquirlas que estaban en el agua y mantenían el color rojo, pero muy subido y después de adentro era como una masa de carne. A la vista era como carne lustrosa, pero como la carne del hígado”.
Silencio y discreción
Ante este escenario impactante, el párroco Carlomagno y los sacerdotes testigos del Milagro de la Hostia Sangrante se comunicaron con el arzobispado e informaron del extraño suceso al Cardenal Antonio Quarracino, por entonces arzobispo de Buenos Aires.
Las primeras indicaciones que recibieron los sacerdotes, además de contactar a un médico, fueron las de ser prudentes y mantener el hecho en secreto.
“Aprovechamos el cierre de la iglesia durante el mediodía y le mostramos la hostia a una médica oncóloga que vivía cerca y ella dijo que era sangre. Entonces dijo que iba a sacar una muestra para analizarlo. Cuando trajo la jeringa no succionaba porque era carne y entonces ella con un portaobjeto tomó una de las esquirlas de esas que estaban en el agua y la llevó a un sanatorio y el primer el resultado dio fue que era sangre humana”, recuerda el Padre Peréz del Lago.
Continúa explicando el sacerdote: “Entonces decidimos ese mismo día colocar la hostia sangrante en un sagrario móvil y lo pusimos en mi escritorio. Llegado el fin de semana las patenas se mancharon con sangre inexplicablemente, en una, que era una patena de bronce y la otra era una patena de estaño, la parte de estaño absorbió la sangre. Posteriormente se pudo analizar y resultó que la sangre que había en esa patena correspondía a la misma que estaba en mi cuarto, sin embargo, ninguna había tenido contacto”.
“Habrá sido nuestra juventud quizás, no sé exactamente qué, pero el cardenal Quarracino cuando supo del milagro muchas veces nos preguntó si alguno de nosotros había dudado acerca de la presencia viva de Jesús en la Eucaristía. Porque en la historia de los Milagros eucarísticos ha habido sacerdotes que han tenido dudas y Jesús, para confirmar, realiza un acto extraordinario. Eso a nosotros nos mortificaba mucho porque no teníamos dudas de que Jesús estuviera en la Eucaristía y teníamos que explicar que creíamos y el cardenal lo comprendió, lo aceptó”, explica el sacerdote.
“Era llamativo, ya que un pedazo de carne a los tres días tiene que empezar a tener olor, ¿cierto? y esto estaba en un Sagrario que es una chapa de bronce con una puertita, sin ningún tipo de refrigeración. Estuvo así 40 días, sin secarse, había agua alrededor. En un momento el párroco le agregó un poquito de agua porque el agua se iba evaporando, hasta que el obispo le dijo que no le agregara más agua y lo dejara con su transcurso natural”. Así detalla lo ocurrido el último testigo vivo del Milagro Eucarístico de 1992.
Las manifestaciones de 1994 y 1996
En la misma parroquia de Santa María, durante una misa de niños el 24 de julio de 1994 uno de los ministros de la Eucaristía observó una gota de sangre en el corporal.
Posteriormente, el 18 de agosto de 1996, otro fenómeno inexplicable sucedería en el mismo templo porteño. Ese día hallaron una hostia escondida y sucia en un crucifijo de madera en un ala de la iglesia. Al encontrarla, la reservaron en el sagrario y una semana después se encontraron con un nuevo milagro.
¿Qué dice la ciencia?
Pasaron los años y parecía que el Milagro Eucarístico solo quedaba como un secreto muy bien guardado entre los protagonistas. Hasta que, en 1999, con la autorización del por entonces arzobispo de Buenos Aires Jorge Mario Bergoglio, se hicieron análisis científicos en dos laboratorios forenses de Estados Unidos. Tomaron dos muestras, una de la hostia sangrante de 1992 y otra de la de 1996. El estudio fue realizado a doble ciego, es decir, que desconocían de dónde provenían las muestras. Los informes obtenidos concluyeron en que se hallaron elementos sanguíneos, resto de la cadena de ADN humana y una sustancia que genera la piel ante una herida. Los peritos también encontraron la presencia de glóbulos blancos, que solo existen en una persona viva.
“En 1999 aparece el doctor Ricardo Castañón Gómez que venía de una fundación de Estados Unidos con interés de estudiar las hostias de Santa María y se conectó con el cardenal Bergoglio. Todos sabemos el amor que él tiene por la pobreza y entonces le dice a este médico ‘¿cuánto sale?’, y el médico le dijo ‘no, nada porque hay una fundación que se hace cargo de los gastos’ y Bergoglio entonces dio la autorización para que se haga el estudio”. Así recuerda el padre Eduardo.
“Primero se hizo un estudio sobre la credibilidad de los testigos y nos hicieron un análisis psicológico a los testigos y después el doctor Castañón trajo un escribano que certificó que la muestra que se tomaba en ese momento y se ponían un sobre era la misma que se iba a abrir en Estados Unidos y lo llevó a un laboratorio de Texas. Después de un tiempo vuelve a decirle al cardenal Bergoglio el resultado, que se trataba de tejido del miocardio y del corazón que estaba vivo y que estaba herido. El doctor le pidió al cardenal Bergoglio poder someter la hostia a más estudios, pero el cardenal dijo que no. No dejemos que la ciencia diga lo que tiene que decir la fe”, sostiene el sacerdote.
Posteriormente un cardiólogo y patólogo llamado Frederic Uribe, que vivía en Nueva York, continuó con los peritajes. Tras su estudio concluyó que “se trataba de un corazón de una persona 30 años que está sufriendo un gravísimo estrés, que ha recibido un golpe en el pecho, que tiene los glóbulos blancos en una forma en que está defendiéndose de una herida muy fuerte, que está vivo, y que el grupo sanguíneo es AB . Con lo que coincide con el grupo sanguíneo de Sabana Santa y otros milagros eucarísticos”, concluye el Padre Eduardo Pérez del Lago.
Desde 1999 el cardenal Bergoglio autorizó la difusión y narración de los hechos acontecidos, actividad que se realiza mensualmente en la Parroquia Santa María, ubicada en Avenida La Plata 286 de la Ciudad de Buenos Aires.
El Milagro de Lanciano, el más antiguo de la historia
En Italia, en el siglo VIII, tuvo lugar el llamado Milagro de Lanciano. Un monje que tenía dudas acerca de la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía descubrió en la consagración durante la misa que el pan y el vino se transformaban en carne y sangre, la cual coaguló en cinco glóbulos irregulares y de diferente tamaño y forma, que tienen la particularidad de pesar 15,18 gramos cuando son pesadas tanto las cinco juntas, como cualquier combinación de las mismas por separado.
La carne es fibrosa y de color café oscuro y se torna rosada al ser iluminada por atrás.
El examen científico realizado en 1971 confirmó que era tejido cardíaco humano y la sangre era tipo AB, la misma que la de la Sábana Santa.
En 1902 la custodia se colocó en el interior de una estructura de mármol, un tabernáculo junto al altar mayor y los elementos pueden ser vistos hoy en día en Iglesia de San Francisco en Lanciano.
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