El decreto anunciado por el presidente Javier Milei a sólo 10 días de asumir, tiene más potencia que el decreto que buscó desregular la economía a inicios de la década de los noventa. Desde el año 2006 tras la última reforma en los DNU impulsada por una ley de Cristina Fernández de Kirchner, ningún DNU fue rechazado por el Congreso. Entraría en vigencia este viernes.
Durante las últimas dos décadas Argentina fue tejiendo nuevamente una estructura legal de economía cerrada, incompatible con la libertad económica. La consecuencia, la economía hace 12 años que dejó de crecer, el mayor periodo de estancamiento económico de la historia del país, en un periodo que el mundo creció fuerte gracias al comercio internacional.
La mayor potencia del actual decreto de 2023, frente al decreto de 1991, se pone en evidencia en que casi la mitad de las leyes a derogar/modificar se establecieron bajo gobiernos de factos. El resto de las leyes derogadas o modificadas fueron sancionadas principalmente durante las últimas dos décadas, explícitamente para restablecer el control del Estado en la economía.
La ley de abastecimiento, ley de promoción industrial, ley de compre nacional, ley de promoción comercial, ley de tierras, ley de manejo del fuego, la ley de góndola, ley de alquileres, entre tantas otras, son leyes de distintas décadas pero con el mismo tinte intervencionista, que el actual decreto busca derogar.
También se eliminan/modifican leyes que sólo buscaban cerrar los mercados a la competencia, como en obras sociales, mercado aeronáutico o telecomunicaciones, entre otros sectores. También se prepara el terreno legal para la venta de las empresas públicas, actualmente con un déficit de USD6.000 millones anuales.
En definitiva, el decreto no sólo busca derogar leyes que no son propias de una sociedad que cumple 40 años desde la recuperación de la democracia, sino que también tiene la potencia para empezar a desarmar el modelo económico corporativista que rigió en Argentina los últimos 80 años.
Argentina y la libertad económica
Argentina abandonó las ideas de la libertad con el golpe de 1930. Con la crisis internacional se fue alejando del comercio exterior y a partir de entonces comenzó a gestar una estructura legal de economía cerrada.
De espaldas al mundo, el negocio se limitaba cada vez más al mercado interno y con picardía criolla las leyes comenzaron a usarse como herramienta para repartirse entre privilegiados una parcela del mercado. Se abandonaba la cultura liberal y crecía a toda velocidad el corporativismo Estatal.
Con las décadas el “vivir con lo nuestro” se afianzaba, acumulando capas geológicas de leyes laborales, comerciales y tributarias, propias de una economía cerrada que ya son anacrónicas a este siglo. Donde muchas de estas leyes sólo buscaron cercenar libertades a los ciudadanos, para otorgar privilegios a unos pocos.
Leyes que bajo eufemismos o la pátina del estilo “promoción industrial” terminan otorgando subsidios, exenciones impositivas o blindando el acceso a la competencia, sólo para crear cotos de caza a medida. Todo financiado con los impuestos que pagan los ciudadanos que no pueden acceder a los privilegios que dicta la ley. A la mayoría sólo le toca financiar el negocio que protege la ley, vía mayor carga tributaria o pagando el producto más caro por falta de competencia. Usualmente las dos cosas en simultáneo.
Muchas de las leyes gestadas las últimas décadas fueron creadas para defender privilegios, en un contexto de constante incremento de la presión impositiva para poder financiarlos.
La argentina ventajita
El control cambiario, el control de precios, y el control de importaciones no son medidas desesperadas frente a una crisis inminente. Son herramientas esenciales del modelo de Estado corporativo, donde el burócrata decide a dedo quién puede hacer negocios. Esta forma de hacer economía no es propio de sociedades que tienen democracias. Son estrategias que usan países bajo dictaduras o regímenes totalitarios.
Las leyes obsoletas y controles abusivos, tienen el objetivo de transformar a toda empresa privada, en meras subsecretarías del Estado.
Bajo este esquema, ya no es el empresario el que decide cuánto producir, a qué precio vender o cuanto exportar, sino que un burócrata que no sabe ni donde queda la empresa termina tomando esas decisiones.
Bajo esas reglas colapsa la inversión y finalmente se estanca la economía. Empresas deciden no operar más en el mercado regulado, o limitarse a sostener los costos hundidos, esperando que lleguen vientos de Cambio.
El estancamiento económico y las crisis recurrentes no lograron poner en duda el modelo. Repartidos los cotos de caza, el modelo continúa comprando voluntades repartiendo cuotapartes de gasto público, todo financiado con más impuestos o emisión monetaria.
Como resultado, al estancamiento económico de base, ahora se le suma una explosión inflacionaria. Vale advertir que el estancamiento y la inflación que sufre argentina hace décadas, son consecuencia natural del modelo económico que impera hace 80 años.
Pese a todos los fracasos acumulados el siglo pasado, Argentina dilapidó las últimas dos décadas intentando sostener el mismo modelo económico de color sepia en el nuevo siglo.
La apuesta fue nuevamente cerrar la economía en plena era de la globalización, buscando defender el corporativismo y los privilegios cosechados los últimos 80 años. El resultado fue el esperado: la economía no crece hace más de una década, la mitad del país ya es pobre y la otra mitad subsiste con salarios que no llegan a 300 dólares.
Un país que un siglo atrás se regodeaba entre las economías más pujantes del planeta, tras abandonar las ideas de la libertad entró en una decadencia sin pausa. Hoy es un país que está a mitad de tabla en el ranking de PBI per cápita (puesto 130), advirtiendo con crudeza que la apuesta de los últimos 80 años, salió mal.
En definitiva, desde 1930 Argentina apostó al aislamiento, al “vivir con lo nuestro”. Apostó a cerrar la economía y lotear el mercado interno que el Estado va repartiendo gestando un sector de privilegiados.
El decreto tiene la potencia histórica para pegarle en la línea de flotación al modelo corporativo. Indispensable para abandonar 80 años de fracasos y sumarse definitivamente a occidente, a recuperar un piso mínimo de capitalismo y volver al comercio internacional como motor de crecimiento.
La globalización también globalizó la forma de hacer macroeconomía. Países armonizan sus esquemas de leyes comerciales, laborales y tributarias, justamente para facilitar el comercio entre países.
El decreto permite dejar atrás leyes de color verde militar, para comenzar a actualizar la estructura legal a una democracia liberal tal como dicta la Constitución Nacional. Indispensable para sumarse al comercio internacional, con exportaciones libres y sin retenciones nuevamente como motor de crecimiento.
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