Emergente de Grupo Callao, fue ministro de Desarrollo Productivo y uno de los predilectos de Alberto Fernández, del riñón de los funcionarios del Presidente, hasta que el propio mandatario lo echó por Twitter luego de una escalada de críticas de Cristina Kirchner que terminó en un fuerte cruce que incluyó hasta sospechas de corrupción para los funcionarios del área de Energía cercanos a ella. Para la vicepresidenta era un de los “funcionarios que no funcionaban”.
A casi un año de su salida del Gobierno, Matías Kulfas acaba de presentar su nuevo libro, “Un peronismo para el Siglo XXI” (editado por Siglo XXI). El economista habló con Infobae de su nueva obra. de las medidas antiinflacionarias de Sergio Massa y de cómo ve al ministro de Economía. También de la necesidad imperiosa de un plan de estabilización y de por qué cree que, en este contexto, tendrían que ser referencias el Perón pragmático de los ‘50 y la eficacia macro del primer kirchnerismo.
— ¿Qué opina de las últimas medidas que tomó el ministerio Economía, luego del dato de inflación de abril?
— Buscan contener la situación. Creo que hay que hacer un plan de estabilización, pero esa es una tarea más del próximo gobierno porque requiere validación electoral. Lo que está haciendo Sergio Massa es lo lógico, es tratar de llegar con la mayor holgura posible a la transición.
“Con inflación de ocho puntos es imposible pensar en gradualismo. Hay que hacer una política de shock”
— La inflación es un tema que recorre su nuevo libro porque nadie en las últimas décadas lo ha podido abordar, salvo en los años de la convertibilidad. ¿Qué pasa con la inflación y los encargados de llevar adelante la economía argentina?
— Los gobiernos más cercanos al liberalismo tienen un modelo de país que deja a una parte muy grande de la población afuera del mercado laboral. Los modelos que llegaron con el peronismo tienen una fuerte potencia productiva, inclusiva, pero chocan con diferentes limitaciones. Por ejemplo, el problema del sector externo, donde el crecimiento económico lleva a límites por el lado de la generación de divisas. Ese es uno de los factores que genera mayor inflación. El peronismo ha tenido también experiencias positivas, como el Plan de Estabilización de 1952 bajo la presidencia de Perón, donde se logró bajar la inflación del 50% anual al 4 por ciento. El peronismo tiene la capacidad para hacer este tipo de reacomodamientos. En Argentina la discusión shock o gradualismo se terminó: necesitamos un plan de estabilización y lo tiene que hacer el peronismo.
— ¿Ese plan es de shock, entonces?
— Sí, sin dudas. El gradualismo tenía algún sentido con una inflación de dos puntos por mes. Que tampoco es algo bueno, pero la gente se puede organizar y se puede pensar en una reducción gradual. Con una inflación de ocho puntos es imposible pensar en gradualismo. Hay que hacer una política de shock. En términos cambiarios, una postura dice que hay que tener un tipo de cambio recontra alto, pero no es sostenible. Y apreciar el tipo de cambio ad infinitum genera una rápida reacción negativa, una tendencia a anticiparse a una posible devaluación. Hay que encontrar un tipo de cambio de equilibrio y tratar de sostenerlo. La inflación se reduce cuando hay estabilidad cambiaria, es lo que ha mostrado la historia reciente de nuestro país. Además, hay que ir a un esquema de equilibrio fiscal y superávit primario. Néstor Kirchner fue el presidente con mayor disciplina fiscal de la historia, desde que hay estadísticas consolidadas por lo menos. Tuvo superávit fiscal los cuatro años. Y no porque fuera ortodoxo, era un pragmático que entendía que para tener más libertad en la política pública había que tener superávit fiscal. Tiene que haber mayor responsabilidad monetaria. Pensar que cualquier emisión que haga el Banco Central para financiar al Tesoro va a ser inflacionaria es tan falaz como pensar que el Banco Central puede financiar eternamente al Tesoro. Y la parte productiva me parece clave.
— Fue el eje de su trabajo como ministro.
— Argentina está en la antesala de un salto productivo exportador. El mundo demanda la energía de Vaca Muerta. Podemos ser un gran exportador de gas y la minería es fundamental para la transición energética, con el litio y el cobre. Los tenemos y los podemos explotar. Tenemos la economía del conocimiento y la industria en medio de la tensión geopolítica entre EEUU y China. Hay una oportunidad excelente para la industria en el Mercosur, con Brasil y Chile, que tenemos que visualizar. Todo esto hay que organizarlo, no se da espontáneamente.
“Néstor Kirchner fue el presidente con mayor disciplina fiscal de la historia”
— Massa dice lo mismo. ¿Cómo califica sus 9 meses de gestión al frente de Economía?
— Le tocó arrancar en un momento difícil porque la situación interna de extrema tensión generó una crisis que era evitable. Logró contener esa corrida, después juntó algo de reservas. Su esquema ha sido más de transición. En el momento en el que venía un plan de estabilización tuvo que generar un esquema de transición para este gobierno. Eso lo hizo bien.
— Cuando repasa en su libro la génesis de este gobierno habla de un “peronismo a la uruguaya”.
— El Frente de Todos fue la intención de construir un peronismo parecido, con rasgos del Frente Amplio, una construcción muy amplia de partidos políticos que conviven muy bien. Tienen sus internas, pero discuten hacia adentro no en los medios de comunicación. Hay internas, el que gana conduce, el que pierde acompaña. Eso era el Frente de Todos inicialmente, pero no funcionó así.
— ¿El gobierno de Alberto Fernández fracasó?
— No logró la cohesión interna y eso limitó muchísimo los resultados de la gestión. El manejo de la pandemia fue bueno, pero el nivel de internismo afectó seriamente a la coalición. Uno de los elementos que menciono recurrentemente es el tema de la energía. En lugar de haber desarmado un esquema de subsidios, que es nocivo y subsidia a hogares de ingresos altos, tuvimos el déficit fiscal más alto. Y, al mismo tiempo, el régimen de inversiones en Vaca Muerta arrancó pero tendría que haber sido todavía mucho más agresivo y tener un superávit de dólares mucho más grande que el que tuvimos.
— ¿Sobre quién recae esa responsabilidad?
— Sobre la toda la conducción, pero vi un cambio de actitud importante en el caso de Cristina. En mayo del 2019, en aquel video en el que anunció la fórmula, nos dijo que estábamos en una crisis muy importante y que ya no tenía mucho sentido seguir mirando los logros del período 2003/2015, que había que mirar para adelante. Dijo que se necesitaba un líder de mayor diálogo, una coalición muy amplia, y que Alberto Fernández era la persona para encabezar ese momento histórico. ¿Qué pasó después que volvimos a un discurso autorreferencial donde todo lo bueno que había que hacer era lo del pasado y Alberto, que era una persona moderada, de diálogo, pasó a ser eso un problema? Tienen que responder quienes cambiaron.
— ¿Después de su salida del gobierno siguió hablando con el Presidente?
— Hablé algunas veces el año pasado. Este año, todavía no.
— ¿De qué temas le consultó?
— De temas económicos de la agenda presidencial. Preferiría no mencionarlos.
— ¿Por qué lo echó Alberto Fernández del gobierno?
— Hubo una situación muy crítica de internas que llegó a un punto de no retorno. Fue una escalada pública. La vicepresidenta tenía un encono con el Presidente y lo expresaba fundamentalmente a partir del equipo económico. No es casualidad que me fui yo y a los 60 días se fue el ministro de Economía de entonces, Martín Guzmán.
“Creo que hay que hacer un plan de estabilización, pero esa es una tarea más del próximo gobierno porque requiere validación electoral”
— Hubo un hecho puntual después del acto de los 100 años YPF, en junio de 2022. Con una información que salió de su Ministerio criticando a Cristina y sus funcionarios, con una mención sobre un supuesto direccionamiento de obras del gasoducto. Eso signó su salida.
— Lo que dije quedó grabado en por lo menos dos medios de comunicación. La vicepresidenta increpó al presidente y de manera indirecta a mí y a Martín Guzmán por aspectos que tenían que ver con la gestión del gasoducto. Yo lo único que hice fue decir que esas críticas tenían que ir dirigidas a su equipo, a la gestión energética. Todo el tema venía de ahí. Nunca hablé de corrupción, hablé de temas que tenían que ver con la gestión política de la obra.
— En su carta de renuncia habló de un “internismo exasperante”. ¿En qué se manifestaba?
— En un montón de cosas. Argentina tiene una oportunidad de oro que tal vez no se sostenga mucho tiempo: Vaca Muerta. Nos puede dar exportaciones de productos energéticos que le cambien el signo a la balanza comercial y que permitan recuperar la holgura financiera en materia de dólares. Ahí había internismo. No salían las normas cambiarias y se frenaban las inversiones. Tiene que haber consenso político para algunas cuestiones.
— Cristina Kirchner se enojó por su libro anterior, Los tres kirchnerismos. ¿Por qué pasó, puntualmente, desde su punto de vista?
— No tengo ninguna obsesión con Cristina. Lo que quiero es discutir para adelante los problemas de Argentina. Tenemos que salir de estas trabas que nos impiden discutir la agenda de futuro. Los tres kirchnerismos es un libro de balance de los 12 años de gobiernos kirchneristas. Es un balance positivo e incluye críticas. Digo que la política industrial y la energética tuvieron un montón de problemas que le impidieron a Argentina desarrollar más ampliamente sus capacidades e hicieron que esa década de crecimiento no se pudiera sostener en el tiempo. Lo mismo con la política macroeconómica, sobre todo en los últimos cuatro o cinco años: tuvo un montón de deficiencias. Las marqué para evitar que se repitan. Como cuando hay una piedra en el camino, hay que ver cómo la próxima vez la esquivamos. Acá se enojan con el que señala la piedra.
— ¿Lo habló con ella?
— No. Hay mucha gente cercana que me dijo que leyó el libro y que le gustó. Nunca me hizo referencia al libro, pero algún malestar hay con eso. O no lo leyó ampliamente o le llevaron un resumen, porque el libro no es en su contra. No es en contra de nadie. Es un libro de balance y de aprendizaje.
— ¿Qué opina de la dolarización?
— La propuesta de Javier Milei me parece, con todo respeto, delirante. Que cada uno elija su moneda y el Banco Central desaparezca es una invitación a la anarquía y el caos. La rechazo plenamente. La idea de dolarización más ordenada, organizada, es una opción. Pero una mala opción. Llevamos 16 años de inflación en la Argentina entre moderada y alta y no intentamos ningún plan de estabilización. Durante los ocho años de Cristina no hubo ningún plan en ese sentido. Macri llegó y dijo que era todo una pavada, un problema fácil. Fruto de ese diagnóstico facilista le pasó lo que le pasó. Alberto tuvo todas las crisis posibles: pandemia, guerra, sequía y falta de cohesión interna. Hoy el peronismo no tiene un diagnóstico compartido. Antes de hablar de dolarización haría un plan de estabilización. Es clave que gobierno y oposición puedan tener algunos puntos en común porque el primer paso siempre es duro.
“Hay que salir del prisma ideológico, esta idea absurda de que el superávit fiscal es derecha”
— En una de las conclusiones del nuevo libro dice que ese peronismo para el siglo XXI debería abrevar en el Perón pragmático de los 50 y en la eficacia macro del primer kirchnerismo. ¿Esa sería la síntesis?
— Son referencias muy claras. Hay una visión desdibujada, maniquea, sobre el peronismo. Se dice que Perón fue un presidente irresponsable en lo fiscal, expansivo, que generó inflación. Hay una parte al comienzo que tiene algo de eso, pero también estabilizó. Nadie cuenta el plan del 52 que salió bien y sentó las bases de un peronismo desarrollista, industrialista. Y Kirchner tuvo una gran capacidad de gestión en materia fiscal. Todos recuerdan el famoso cuadernito donde iba anotando los gastos y los ingresos. Y lo hacía por pragmatismo para no pedirle a sectores que iba a condicionar su política económica. Plantear una política fiscal heterodoxa, en ese sentido también de superávit fiscal, es central para lo que se viene. Hay que salir del prisma ideológico, esta idea absurda de que el superávit fiscal es derecha.
— ¿Más de siete décadas después de ese plan de estabilización de Perón hay algo que se pueda extrapolar a esta época?
— El espíritu estabilizador y que Perón hizo ese plan de cara a la gente. Lo explicó. Hay que poner la cara, explicar las consecuencias con la verdad y también mostrar hacia dónde se va a ir. Esto es clave para el desarrollo que viene. Un buen plan de estabilización con una estrategia productiva con foco en el empleo. Hay sectores que piensan que ya no se puede generar más empleo y que hay que ir a los planes sociales. Pero los planes sociales son para la emergencia.
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