Hubo tiempos no tan lejanos en que las localidades vecinas de Villars y Plomer, partido bonaerense de General Las Heras, tenía el doble de cantidad de habitantes que en la actualidad. Son pueblos hermanos unidos por el tren, a 10 kilómetros de distancia entre uno y otro, y actualmente la suma de la población de ambos alcanza los 2200 residentes. Forman parte de un circuito de turismo rural, muy aclamado por los ferroaficionados, grupos de motoqueros, y ciclistas, que de a poco gana popularidad por su historia y todo lo que tienen para ofrecer. Hace seis meses las vías volvieron a funcionar, la bocina se escuchó de nuevo, y anunciaba el arribo del tren a la estación de Villars, escena que luego se replicó en Plomer. En medio de una gran emoción, el evento se vivió como un verdadero hito, y atrajo oportunidades que antes consideraban impensadas: la llegada de una unidad de CBC de la Universidad de Buenos Aires (UBA) para estudiar el primer año de 20 carreras, y un proyecto cultural muy prometedor que une a todos los vecinos.
Rodrigo Illarraga tiene 36 años, es investigador del Conicet, doctor en filosofía y profesor de Ciencias Políticas. Hasta hace tres años vivía en un dos ambientes en Microcentro, y cuando se desató la pandemia de coronavirus sintió la necesidad de mudarse a un lugar con más espacios verdes, naturaleza y sensación de libertad. “Me gustaba visitar pueblos los fines de semana, conocía Villars de oído, porque mi padrino tuvo campo ahí hace muchos muchos años, y de repente apareció una posibilidad de un loteo, sin haberlo buscado, casi que por azar, y empecé a construir mi casa”, cuenta en diálogo con Infobae. Para su madre fue emocionante que eligiera ese lugar, y para él fue amor a primera vista. Lleva dos años y medio viviendo en la localidad, y aunque todavía se define como “un recién llegado”, el cariño que siente por esos pagos es genuino y exponencial.
Hoy es el director del proyecto Villars Cultural, un equipo compuesto por 20 voluntarios, estudiantes, docentes, e investigadores, de entre 20 y 50 años, principalmente de la UBA, pero también de la Universidad Nacional de Moreno y de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM). Juntos conforman una red de cooperación científico-cultural, que se propone colaborar con la organización y fomento de actividades, tanto de índole lúdico para las primeras infancias, como opciones de formación profesional con festivales y emprendimientos regionales.
“Hay varios programas de extensión universitaria avalados por el Ministerio de Educación, para conectar el mundo de la universidad, de la cultura, del conocimiento, con la sociedad, y apliqué varios para traer talleres, compartir con los dos pueblos, y empezó a haber muy buena recepción”, comenta con alegría. La primera actividad que hicieron fue en el Centro de Jubilados, para homenajear la fundación de Villars, y la histórica estación ferroviaria, que fue fundada con la inversión de capitales franceses hace más de 100 años. Abuelos que son hijos de la primera generación, que asistieron a una escuela de maquinistas y aprendieron a manejar los trenes en el antiguo taller, que todavía conserva vestigios y huellas de los años gloriosos, brindaron testimonio.
“Se convirtió en una entrevista abierta con varios jubilados que nos contaron a toda la plaza, que estaba repleta, sobre un escenario, cómo fueron los tiempos en que era un cruce de vías, los 3000 trabajadores que vivían acá, y el movimiento que había, por eso el tren siempre fue símbolo de trabajo y prosperidad”, destaca. Lo mismo pasó cuando compartieron una charla con representantes de Trenes Argentinos, y un vecino de apellido López charló de igual a igual con ellos, sobre las primeras máquinas que llegaron.
Durante años quienes se ocuparon de la recuperación y el mantenimiento de la estación fue la asociación Asociación Amigos del Ferrocarril Belgrano, que no solo pusieron en valor el emblemático edificio, sino que organizaban visitas guiadas y lo utilizaban como museo. “Tuvieron que ceder el espacio porque ahora pasó a ser una estación operativa, que funciona, así que están en un proceso de migración para dónde se van a instalar; gracias a ellos hicimos recorridas arquitectónicas, donde se puedan apreciar las alcantarillas, la usina eléctrica, y las ruinas de los viejos talleres”, indica Rodrigo.
La vuelta soñada
Villars está a poco más de una hora de viaje en auto desde la Ciudad de Buenos Aires, con acceso por la Ruta Provincial 6, pero ahora la movilidad propia no es la única manera de ir. Como ocurrió en muchos pueblos bonaerenses, en la década de los ‘90 el tren había sido cancelado, y ya desde los ‘70 había empezado a reducir los servicios hasta que desaparecieron por completo. Belén Zurdo es la actual concejala del distrito, y está a cargo de varias iniciativas de índole social en Villars y Plomer. “Llegué a mis 9 años, soy entrerriana y como mis hermanas mayores vivían acá, nos mudamos con mi mamá y nos radicamos acá, que nos encantó y es una vida hermosa”, comenta en diálogo con este medio. Y con sentimiento, la joven de 35 años afirma: “No tengo pensado irme de mi Villars”.
Cuando ella y su familia se instalaron el tren ya hacía tiempo que no pasaba. “La vuelta fue una de las cosas que más me emocionó, porque aunque yo que no escuché las últimas bocinas del tren, las primeras veces que la escuché desde mi casa en mayo de 2023, tenía piel de gallina, y ni hablar de la gente que llegó a ver ese último tren que jamás regresó, nunca perdieron la esperanza, y finalmente pudieron verlo volver”, expresa. Desde Capital Federal, en dos horas se puede estar en la localidad a través del transporte público, ya sea mediante combinaciones del Tren Belgrano Sur, o el trasbordo con el colectivo 322 -antes el 136 era la opción más directa, ahora lo es la línea 322- de la empresa Metropolitan, que llega hasta la estación de Villars y a la de Plomer.
Hay varias opciones más, desde Plaza Miserere el Tren Sarmiento hasta Merlo, trasbordo hasta Las Heras, y luego colectivo; desde Primera Junta el 322 hasta Marcos Paz, y luego otro 322 hasta Villars o Plomer; desde la Estación Saénz en Nueva Pompeya el tren a González Catán, con trasbordo directo a la estación de Villar. Ante cualquier consulta, las cuentas de Instagram @plomermercadorural y @villarscultural son excelentes fuentes de ayuda para pedir orientación y seguir el cronograma de actividades y horarios del transporte.
Hay servicios todos los días, pero sueñan con que se aumente la frecuencia, para que los visitantes tengan más opciones. Este efecto dominó de buenas noticias llegó también a Plomer, porque empezó a haber actividades también allí, y la fuerza de empuje generó que tenga su propia feria, y se mantiene hasta la actualidad. “Los artesanos de la zona se organizaron, gestionan artistas, y llevan sus productos, tanto comidas caseras como sus artesanías todos los fines de semana, que es cuando más gente llega”, comenta Belén. El tren también volvió a pasar en Plomer, y aunque no se detiene en la localidad, como sí lo hace en Villars, es una alegría inmensa para todos los vecinos cuando lo ven llegar.
“Los sábados se hace la feria en Villars y los domingos en Plomer, y al pasar toca bocina, los residentes saludan desde sus reposeras, los turistas también, se vive una emoción muy linda”, acota Rodrigo. Son famosas las empanadas de liebre, los salames caseros, las tortas fritas, los pastelitos y todas las delicias que preparan para el mate los vendedores de la feria, y como están a corta distancia las dos localidades, se puede degustar toda la variedad en un mismo día si se pasa la tarde completa. Las plazas son inmensas, de tres cuartos de manzana, así que el aire libre es el espacio predilecto para disfrutar de las vistas, en las cercanías a las respectivas estaciones.
El pasado 20 de octubre fue el aniversario número 112 de Villars, y para este 2023 planean repetir el festejo que hicieron, con un desfile tradicionalista, juegos para los más chicos y muchas opciones gastronómicas y culturales. “Está abierto para que si algún artista quiere venir y presentar su show, o un grupo de artesanos que se quiera sumar, nosotros encantados”, asegura Belén. Y aclara que hay una tercera opción para los viajeros apasionados por pueblos rurales, a tan solo 8 kilómetros de Villars: “En Lozano está el boliche ‘La Tacuara’, una de las pulperías más antiguas que queda con su impronta original, atendida por la familia Arana, que hacen unos asados y unas empanadas fritas riquísimas, y a ellos también les devolvió la vida el tren, porque los sábados y domingos ahora el tren llega a Lozano”.
Efecto dominó
Un plan ideal es tomar el tren a las 11:15 en Villars, y a las tres de la tarde desde Lozano tomarlo de vuelta para Villars y pasar el último tramo de la tarde allí. Los tres pueblos unidos, ofrecen todo de corazón para que quien quiera ir de visita, tenga garantizado que será tratado como huésped de honor. Todos están poniendo algo de sí para crecer: se abrió una parrilla en Villars, frente a la plaza principal, hay tres parrillas más en Plomer, y muchos emprendimientos que florecieron durante la pandemia.
La combinación de la férrea voluntad de los vecinos históricos con los renovaos esfuerzos de quienes se mudan para apostar un cambio de vida desde diferentes puntos de nuestro país, crea un movimiento que se retroalimenta cada vez más. Rodrigo pone como ejemplo a una familia de Villars que incursionó en cultivos agroecológicos, gracias a que uno de sus hijos es ingeniero agrónomo y tiene conocimientos sobre variedades perdidas nativas, y empezaron a hacer una reconstrucción de cultivo natural orgánica sin bioquímicos. Hoy venden no solo en la zona, sino que también en Capital.
En Plomer funciona una cooperativa feminista Agrícola, un grupo de mujeres que estaba pasando una difícil situación económica durante la cuarentena, que comenzó con una plantación en un terreno que le prestaron algunos vecinos, y después con el apoyo del municipio y un comodotado con Trenes Argentinos obtuvo una hectárea para hacer producción agrícola. “Comercializan y la idea es empezar a generar valor a partir de los productos, eventualmente hacer una línea de conservas o de mermeladas”, proyecta el investigador del CONICET, de corazón villarense.
Otro ejemplo lo aporta Belén, que menciona a la familia argentina Zapp, conocida por haber dado la vuelta al mundo durante casi 22 años a bordo de un auto de 1928. La odisea comenzó con un matrimonio y se transformó en la pareja más sus cuatro hijos. “Ellos crearon un lugar en Villars, que se llama Zapparrancho, donde pueden venir los viajeros y quedarse en carpa, en motorhome, también tienen habitaciones con camas, y la gente al fin tiene un lugar para quedarse un fin de semana”, indica. Con el mismo agradecimiento y orgullo, menciona a Criollos La Salamanca, un predio con quincho gigante donde se realiza la copa La Salamanca, con caballos que hacen destrezas, y actualmente organizan días de campo con cabalgatas incluidas: la próxima será el 8 de marzo.
“En la ciudad de Las Heras hay murales del pintor argentino Antonio Berni, adentro de un colegio, uno del Apocalipsis y otro del Génesis, entonces a veces el circuito turístico comienza ahí y después nos visitan para hacer el recorrido por los pueblos ferroviarios”, dice con entusiasmo Rodrigo. Así como los invade el optimismo por esta ola de iniciativas, también tienen cierto temor de que en un año lleno de incertidumbres, el tren vuelva a desaparecer o los recursos no lleguen.
“Nosotros somos 20 voluntarios que no sabemos si llegaremos a cubrir los viáticos este 2023, pero vamos a seguir trabajando con la misma fuerza y energía porque así nos nace”, sostiene. Lo mismo siente Belén, que nota cambios sustanciales, como que los carnavales antes eran organizados con apoyo municipal, y ahora lo organizan los clubes, y afrontan a pulmón los gastos del combustible para los traslados y las tareas de cuidado urbano. “Así como nos devolvieron la vida con el tren, si en algún momento lo sacan, es como devolvernos a la muerte y el olvido”, sentencia.
La UBA en los pueblos rurales
Rodrigo da clases tres veces por semana en la carrera de Ciencias Políticas de la UBA, y esos días viaja desde Villars hasta Capital. A veces en transporte público, otras en auto o en moto. “Me despierto y veo puro verde, es puro campo y después la ruta, y eso no tiene precio”, sostiene, convencido de que cualquier desventaja se compensa con la calidad de vida que tiene desde que se mudó. Dejar el auto con las llaves puestas, más de una vez no cerrar el portón, salir y tomar mate con los vecinos, ver cómo crecen los chicos y cómo pasan su infancia en bicicleta, son detalles que no negocia.
La salud y la educación suelen ser los principales reclamos en zonas rurales, y en este caso también hay algunas cuestiones por mejorar, pero Rodrigo no se queja. “Tenemos una una sala atención primaria de salud con turnos, no todos los días están todos los médicos, pero vienen oftalmólogos, dermatólogos, dentistas, hay una ambulancia para casos de urgencias y a 20 km la la ciudad cabecera del municipio tiene su hospital”, comenta. Asegura que el sistema funciona bastante bien, y que se sorprende cuando consigue turnos más rápido que en Capital. “Por supuesto no hay alta complejidad, hay que ir hasta Cañuelas a 60 kilómetros”, explica. Muchos de sus amigos, que ya tienen hijos, están pensando en pros y contras para mudarse.
“Son decisiones muy personales, pero tengo muchos vecinos que vinieron de Buenos Aires, y se quedan la mitad de la semana, los días que no hacen presencial, y cuando trabajan con home office acá es como que sienten que termina su horario y están de vacaciones, porque se respira otro aire”, enfatiza. Las distancias se vuelven relativas, porque los mismos amigos que antes tenía hora y media para ver viviendo en plena capital, ahora gracias a las autopistas y las rutas, en el mismo tiempo puede recibirlos en su casa con pileta y disfrutar del verano en medio del campo.
“Es una vida que cuando cuando le tomas el gusto no la querés soltar”, sentencia. Y Belén agrega: “La gente viene, recorre un fin de semana, te pregunta dónde puede comprar un lote y cuando te das cuenta ya se vinieron a vivir”. Los dos coinciden en que era una deuda pendiente ofrecer educación universitaria a las localidades, porque solo se podía estudiar hasta la secundaria, y después había que enfrentar el desarraigo y gastos de traslado a ciudades cercanas. A fines de marzo el CBC comenzará a funcionar a 20 minutos, en el Centro Universitario General Las Heras, donde se podrá estudiar el primer año de 20 carreras relacionadas al área de salud y humanidades. Veterinaria, Enfermería, Medicina, Nutrición y Psicología son algunas del listado, y la inscripción se abrirá la primera quincena de febrero.
“Es una apuesta del municipio y de la UBA muy grande, yo estoy chocho de la vida porque va a ser como un centro universitario regional, y seguramente la primera camada esté compuesta por vecinos de varios lugares, no solo de Villars, Plomer y Lozano, sino también de Marcos Paz, que está a 12 kilómetros, de las Heras, de Cañuelas, y para abril ya van a iniciar las actividades de extensión con festivales”, anticipa el director del proyecto que dio inicio a esta posibilidad. “En el acto de de inauguración había mucha gente emocionadísima, a una chica graduada de Antropología se le caían las lágrimas pensando en todo lo que tuvo que viajar, y que ahora sus hijos van a poder vivir el primer año de universidad cerca de su casa”, destaca.
Detectaron mucho interés en la apertura, y muchos jóvenes manifestaron su deseo de inscribirse. Rodrigo está feliz con la decisión que tomó cuando eligió dejar la vida de ciudad atrás, y focalizar en nuevos objetivos. “Para aquellos que nos gusta el trabajo social, que nos gusta hacer cosas por la gente de manera desinteresada, realmente se siente la diferencia porque a veces en la trama urbana quedan invisibles ciertas iniciativas; acá lo que se hace se nota, genera un cambio tangible en la vida de los vecinos, como que vuelva el tren o que aparezcan carreras universitarias”, sentencia. Visualizan el futuro con esperanza, se aferran a que los servicios diarios aumenten, y a que la unión de la comunidad siga haciendo la diferencia.
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