Las consecuencias que la sequía generó en la producción agroindustrial, no sólo de los cultivos tradicionales sino también en la gran mayoría de las economías regionales, sumado a la problemática que viene afectando al sector ganadero y lácteo por la falta de pasturas le puso un nuevo condimento de presión a los precios, que, pese a los acuerdos firmados entre el Gobierno y las empresas, ya caminaban una senda creciente. Los datos del Indec de febrero marcaron un alza del 17,2% en el primer bimestre y una inflación interanual en el rubro de 102,6 por ciento.
En algunos casos, ya se percibe la menor oferta de productos y cómo ello se está trasladando a las góndolas, pese a los compromisos asumidos, mientras que en otros el impacto llegaría más adelante. La preocupación de los empresarios radica en descifrar cómo hará el Gobierno para contener estas tensiones y presiones para subir los precios frente al alza de los costos, especialmente en un año de elecciones donde se busca contener la inflación. En Economía mantienen la pauta anual del 60%, a pesar de que en el mercado ya hablan de un índice superior al de 2022, en torno al 120 por ciento.
Al no consumirse prácticamente en el mercado interno, la merma en la cosecha de soja no afectará a los consumidores desde los precios directamente, a diferencia del maíz y del trigo. En el primer caso, no sólo presiona sobre los costos de alimentos tan básicos como la polenta, por ejemplo, sino que también incrementa los de la producción avícola y ganadera, que se engordan con alimento balanceado a base de maíz.
Los cortes cárnicos empezaron a trepar. En febrero, los que mide el Indec se incrementaron alrededor de 35% respecto de los valores de enero
La carne había bajado o subido levemente hasta febrero debido a que, ante la falta de pasturas y los altos costos del maíz, muchos productores decidieron enviar el ganado a faena. El rezago acumulado de los precios respecto de la inflación sumado a algunas lluvias que empezaron a ocurrir en febrero comenzó a revertir el escenario y los cortes cárnicos empezaron a trepar.
En febrero, los que mide el Indec se incrementaron alrededor de 35% respecto de los valores de enero. Hacia adelante, si llega el tan esperado Niño, la expectativa es que la carne siga subiendo porque habrá mayor retención del ganado en los campos y se reducirá la oferta.
En el caso de la leche, por la falta de pasto y fuerte suba de costos en alimentación, se registraron importantes caídas en la producción, aunque heterogéneas según cada cuenca, precisó el director ejecutivo de economías regionales de CAME, Pablo Vernengo.
El precio que se le paga hoy al productor por litro de leche no alcanza a cubrir los costos. En febrero la industria aumentó 5%, hasta los $74 por litro, pero advierte que también a las empresas les subieron los costos más que el 3,2% que el Gobierno autoriza a aumentar en las góndolas.
Hacia adelante es una incógnita lo que pueda suceder debido a que con esos valores los productores no pueden solventar sus incrementos de costos y cada vez habrá menores entregas. Actualmente, el litro de leche en sachet marca La Serenísima se comercializa a $234 en las cadenas de supermercados, en el marco de Precios Justos.
En leche, a las empresas les subieron los costos más que el 3,2% que el Gobierno autoriza a aumentar en las góndolas
También los precios de las frutas y verduras se incrementaron fuertemente por la sequía. Además de los factores estacionales, la falta de lluvias afectó a la gran mayoría de las producciones y ello hizo que suban los valores para el consumidor.
Según contó Vernengo, “en peras y manzanas, el vino, las aceitunas, el tabaco, arroz, entre otros, la merma es muy significativa en producción; oscila entre el 30 y el 45% y lo que más se va a sentir es la falta de capital para comprar los insumos necesarios para la próxima zafra 2024″.
El directivo dijo además que también la producción hortícola, sobre todo la de hoja, se encuentra muy afectada debido a las temperaturas elevadas de los últimos 20 días. Es por eso que se observan en góndola malas calidades y precios elevados, por ejemplo, de la lechuga, que cuesta cerca de $1.500 el kilo.
En el caso del trigo, la cosecha este año fue considerablemente menor que la del año anterior, pero en el sector molinero aseguran que si bien hay poco, “alcanza perfectamente para el consumo interno”, dijeron fuentes de la industria.
“Bajo condiciones normales, teníamos previsto exportar 14,5 millones de toneladas y destinar 6,5 millones al mercado interno. Ahora, la exportación va a ser de 4,5 millones y para la plaza local va a quedar lo mismo. Entonces no esperamos que haya gravitación en el precio de la harina”, dijeron, optimistas, en la industria.
Pero, ¿será todo tan color de rosa? “Los riesgos de que eso no ocurra y que los precios de la harina y sus derivados suban -o por lo menos genere tensión de costos y las empresas deban negociar con el Gobierno- son varios. Si el productor decidiera guardarse el trigo ante la expectativa de que tras las elecciones habrá una devaluación fuerte -más aún si sale el dólar soja 3 y venden la oleaginosa-; si el dólar “agro” incluye al trigo -algo casi improbable a esta altura-, lo que subiría el precio del cereal; o si el Gobierno se queda sin fondos para seguir subsidiando el precio de la harina a través del fideicomiso”, advierten los analistas del mercado.
Hoy la bolsa de harina subsidiada ronda los $1.800, frente a $2.700 la no subsidiada (50% de los molinos están dentro del fideicomiso y el otro 50% no). “El fideicomniso retuvo el precio de harina y eso impacó en todos los farináceos. Porque hizo de anclaje para todo lo no subsidiado. Los otros no se pudieron diferenciar demasiado. De todos modos, esos $500 de diferencia representan $3 en el kilo de pan”, dijo la fuente, dando a entender que si la harina deja de estar subsidiada no sería grande el impacto. Sin embargo, no todo es lineal.
“Hoy tenemos oferta aceitada del trigo, un trigo que mantiene el valor y los volúmenes de equilibrio hacen creer que no deberíamos tener problemas. Aunque es cierto que la propensión en años electorales siempre es a retener”, agregó.
La bolsa de harina subsidiada ronda los $1.800, frente a $2.700 la no subsidiada
Consultado al respecto, el economista de Ecolatina Santiago Manoukian precisó que “la sequía afecta el precio de los alimentos frescos, difíciles de controlar mediante un acuerdo de precios porque son cadenas con productores dispersos por todo el país y con un alto grado de informalidad, afectados por factores estacionales y climáticos”.
Según el economista, es un factor que va a seguir afectando en los próximos meses, sobre todo por la “gravedad que tiene la sequía y lo que ya está mostrando con algunos productos en particular, como, por ejemplo, la uva y el vino”. También planteó que “hay que analizar cómo impactarán en la inflación posibles desdoblamientos cambiarios para distintos sectores”, medida que regirá por 90 días y que aún se desconocen los detalles precisos.
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