Las cifras no dejan lugar a dudas. La Policía Nacional ha tenido que realizar en las últimas dos temporadas un total de 305 detenciones de ultras en el fútbol español, la mayoría por su participación en peleas y altercados con otros radicales. Tras varios años alertando del “aumento” de los incidentes violentos protagonizados por estos colectivos, en la Comisaría General de Información, con los agentes más expertos en violencia en el deporte, temen que la escalada pueda acabar con un fatal desenlace.
“No descartamos que pueda haber un muerto en cualquier incidente”. Así de contundente se muestra el inspector responsable del grupo de Violencia en el Deporte -que prefiere que no se revele su nombre por motivos de seguridad- en una conversación con Infobae España. Puntualiza que los ultras en nuestro país, pese al incremento de los enfrentamientos, no persiguen un ánimo “de matar” a hinchas de grupos rivales, pero asegura que un “mal golpe” puede dejar una nueva víctima mortal una década después del asesinato de Jimmy, miembro de los Riazor Blues (Deportivo de La Coruña), a manos de radicales del Frente Atlético (Atlético de Madrid).
La Comisaría General de Información cifra en la actualidad en entre 8.000 y 9.000 personas los miembros de grupos ultras en España. Preguntado por los motivos del repunte de la actividad violenta en el fútbol, el inspector subraya que “es propio de una sociedad polarizada” y expone que tras el confinamiento y las restricciones decretadas durante la pandemia “la gente salió más a todo”, queriendo “recuperar el tiempo perdido”, también en el ámbito de la violencia.
En cuento al número grupos monitorizados por los agentes de cada Brigada Provincial de Información en su territorio, afirma que las cifran varían porque el movimiento ultra en nuestro país es “nómada” y cada año “desaparecen y nacen nuevos colectivos”. Por ejemplo, la Comisión Nacional Antiviolencia incluyó a finales de 2023 en su lista negra a United Family y Supporters Gol Sur, dos facciones de los ultras del Real Betis que han protagonizado algunos de los últimos altercados más sonados.
Varios de los incidentes más graves en las últimas temporadas ocurrieron en pequeñas poblaciones que acogían partidos de categorías semiprofesionales o amateurs, donde la presencia policial es menor. El inspector hace referencia a un enfrentamiento registrado en la previa del Numancia de Soria-Cornellá de Primera RFEF el 27 de mayo de 2023, que se saldó con 20 ultras detenidos y un joven en estado de coma durante dos meses. “Estuvo a punto de morir”, subraya el agente. En el enfrentamiento participó un bloque conformado por los grupos Orgullo Numantino (Numancia), Ligallo (Real Zaragoza) y Ghetto 28 (CD Leganés), de ultraderecha; contra los los Coornehools (UE Cornellá), de ultraizquierda. El escenario opuesto es el de los partidos de competiciones europeas en grandes ciudades como Madrid, Barcelona o Sevilla, donde se organizan fuertes dispositivos de seguridad ante la llegada de visitantes radicales.
“El fútbol es secundario”
Los choques ideológicos siguen marcando el rumbo de los ultras en España y el resto de Europa. “Viven por esa ideología y el fútbol es secundario”, remarca el inspector. Extrema izquierda, extrema derecha, nacionalismos… Los grupos españoles se “hermanan” con otros extranjeros de su mismo espectro, como por ejemplo Ultras Sur y Ultras Lazio, ambos de derecha radical.
Los agentes de la CGI conocen a la perfección la “estructura empresarial” y jerárquica que utilizan estos grupos para autogestionarse. Cobran una cuota anual a sus miembros, que tienen edades comprendidas entre los 17 y los 50 años. Los más experimentados están en la parte alta de la cúspide y toman el mando desde una segunda línea. Quienes están al frente en los enfrentamientos con otros radicales son los llamados “cachorros”, los ultras más jóvenes.
Pese al aumento de los incidentes, el inspector destaca la “estadística oculta” de enfrentamientos que han evitado gracias a sus labores de información. Los agentes rastrean los canales de mensajería que utilizan los ultras para organizar las “quedadas” en las que se agreden. También controlan los desplazamientos y alojamientos que eligen en sus viajes. Para evitar esa vigilancia policial, la CGI ha detectado en las últimas temporadas que los radicales se desplazan en vehículos de alquiler en lugar de en autocar o tren, transportes más sencillos de monitorizar por los agentes.
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