Tras el colapso del comunismo y la caída del muro de Berlín en 1989, los países del bloque comunista recuperaron su libertad y la mayoría iniciaron su reconversión a una economía de mercado.
En Rusia en particular, el período de reformas promercado fue conocido como la “Perestroika”, que en ruso significa “reestructuración”.
Ningún país llegó al comunismo idílico de Karl Marx, ya que todos siempre se mueren de hambre en su instancia previa, el socialismo. Pero tampoco está asegurado que la transición al capitalismo se complete.
Son elevados los riesgos de que todo quede en un limbo, a mitad de camino, que no es ni una cosa ni la otra, quedando atrapado en el purgatorio entre el cielo y el infierno, que con eufemismo los organismos internacionales los apodaron como “países emergentes”.
Los países bálticos (Letonia, Lituania, Estonia) son ejemplos donde la bota comunista pisó fuerte, pero cuando recuperaron su libertad muy decididos avanzaron a toda velocidad para la reconversión a una economía capitalista
Los países bálticos (Letonia, Lituania, Estonia) son ejemplos donde la bota comunista pisó fuerte, pero cuando recuperaron su libertad muy decididos avanzaron a toda velocidad para la reconversión a una economía capitalista. Hoy sus ciudadanos gozan de plena libertad económica e individual y la economía privada genera ingresos suficientes para mantener un respetable Estado de Bienestar.
Pero también existen países que quedaron en ese limbo. Durante la Perestroika en Rusia se liberaron los precios de la economía y el Estado aceptó la aparición de la propiedad privada, pero el comercio exterior quedó en manos del Estado y las ex empresas públicas se las repartieron entre los amigos del poder.
Rusia abandonó el Comunismo para dar paso al “Capitalismo de amigos”. Una inmensa “patria contratista” a la rusa. Unos pocos manejando la economía en clave fascista, con leyes y regulaciones a medida de los intereses, y donde el Estado defiende la propiedad privada, sólo si no contradice los objetivos del partido.
El “Estado presente”, siempre disfrazado de un discurso nacionalista, es el que decide cuales son los ciudadanos que estarán sujeto a derecho, o por el contrario quiénes serán despojados de sus bienes o libertades bajo el pretexto de la “justicia social”.
Del otro lado del charco
En Europa las ideas socialistas tuvieron un principio y un fin. Llegaron en 1917 con la revolución bolchevique, y terminó en 1989 tras la caída del muro de Berlín. Millones de muertos y hambrunas de por medio.
En Latinoamérica las ideas socialistas desembarcaron en Cuba en 1959, mientras las guerrillas revolucionarias se esparcían por toda la región. Si bien esa etapa quedó atrás, en Latinoamérica el muro todavía no cayó.
De hecho, mientras los centennials discuten muy apasionados todo tema desde una perspectiva de género, fueron contemporáneos de una Venezuela colapsando en manos de una nueva dictadura socialista en pleno siglo XXI.
El abandono del liberalismo generó 80 años de decadencia ininterrumpidos al país, salvo con Arturo Frondizi y Carlos Menem, que a su manera esbozaron las primeras perestroikas criollas, intentando salir de este modelo. Modelo económico que ni al propio Juan Domingo Perón le funcionó.
Para 1952 Perón estaba en plena crisis económica porque agotó todas las reservas del BCRA, declarando el default de la deuda pública y con una inflación creciente pese al control de precios y cambiario. Consecuencia de emitir dinero para tapar el fracaso económico con gasto público, como también para comprar voluntades.
En 1973 otra vez lo mismo. Perón los echa de la plaza para recordar cuál es el límite, pero el modelo corporativo obtiene los mismos resultados que en sus primeras dos presidencias. Ahora creando más pobres y tres dígitos de inflación como consecuencia.
Pese a todos los fracasos acumulados el siglo pasado, Argentina dilapidó las últimas dos décadas intentando imponer el mismo modelo económico de color sepia en el nuevo siglo. La apuesta fue nuevamente cerrar la economía en plena era de la globalización, buscando defender el corporativismo y los privilegios cosechados los últimos 80 años. El resultado fue el esperado: la economía no crece hace más de una década, la mitad del país ya es pobre y la otra mitad subsiste con salarios que no llegan a 300 dólares.
Un país que un siglo atrás se regodeaba entre las economías más pujantes del planeta, tras abandonar las ideas de la libertad entró en una decadencia sin pausa. Hoy es un país que está a mitad de tabla en el ranking de PBI per cápita (puesto 130), advirtiendo con crudeza que la apuesta de los últimos 80 años, salió mal.
Las elecciones presidenciales de 2023 las ganó un nuevo partido político, explicando enfáticamente los problemas del actual modelo económico. Argentina está frente a una oportunidad histórica para abandonar 80 años de fracasos y sumarse definitivamente a occidente y a la globalización. Una nueva Perestroika criolla, que esta vez inicia el presidente electo Javier Milei.
El autor es director de la consultora Econométrica
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