Alguna vez lo contó Hugo Tocalli, entonces hombre fuerte de las selecciones juveniles de Argentina, en una entrevista con Infobae: “Yo estaba por salir para Finlandia, para dirigir a la selección en el Mundial Sub 17 de 2003. En eso viene Claudio Vivas, ayudante de Marcelo Bielsa, y me dice: ‘Me dieron este video de Rosario, de un chico que juega en España’. Era Messi. Puse el video en la habitación de Ezeiza. Lo vi y le dije a José (Pekerman): ‘Este es el jugador que necesitamos nosotros’. La gente de la selección española me lo confesó: ‘Nosotros lo queríamos tener, pero no quiso’”.
Un video, un puente construido con algunos ladrillos del azar. Y aquel chico que había dejado el país cuando entraba en la adolescencia para sumarse a la Masía de Barcelona, club que le prometió pagarle el tratamiento por sus problemas de crecimiento, fue reclutado por la selección argentina. Y se transformó en el mejor jugador del mundo. En el máximo anotador de la historia del combinado albiceleste. Y en campeón de América. Y campeón del mundo en Qatar.
En 2018, otra promesa con sangre argentina imantaba fanáticos en España. Y un par de ojos apareció en el lugar preciso y en el momento indicado, para quedar embelesado. Hoy nadie duda de las condiciones de Luka Romero, menos después de sus inyecciones de talento en la Selección Sub 20 que alcanzó los octavos de final del Mundial, o de su brillante gol a Nueva Zelanda. Pero estamos situados hace cinco años, con la gema, sus tres pasaportes (nació en España, su familia es argentina y residía en la península ibérica) y las consecuentes tentaciones.
Fue Alejandro Saggese, director técnico de la Selección Sub 15 hasta 2019 (y quien le dio la titularidad a la promesa en el Sudamericano de la categoría en el que Argentina perdió la final contra Brasil), quien en diálogo con Infobae dio la primera pista de cómo en el predio de Ezeiza dieron con Romero, quien en Mallorca supo convertirse en el jugador más joven en debutar en la Liga de España. con apenas 15 años y 219 días, antes de mudarse a la Lazio de Italia.
“Hay un muchacho, Lelo Rodríguez, un abogado de Mar del Plata, al que conozco de Estudiantes. Un día, cuando él va al Country de City Bell, me hace el comentario de Luka. Sinceramente yo no lo conocía al chico. No tenía el conocimiento. Él me dijo: ‘Mirá, yo conozco al padre, te puedo conseguir material’”, puso sobre la mesa el DT un nombre que no estaba en el radar, el eslabón perdido de la historia.
Abril de 2018. Marcelo Rodríguez Carrozzi, el citado Lelo, abogado y agente de la FIFA desde el año 2000, se acercó al predio de Mallorca para ver en acción a Nicolás Baratucci, clase 2006. Había jugado con su papá en la cantera de Racing y le daba una mano con un contrato del juvenil. De casualidad, para despuntar el disfrute de ver fútbol, se encontró observando otra categoría, cuyo partido ya había empezado.
“A los 10 segundos, cuando vi el control orientado en velocidad que hizo, dije ‘Este chico es bueno’. Yo soy un enamorado de los controles, y él ya tenía los controles finos”, contó este ex arquero que pasó por las Inferiores de Estudiantes y de la Academia, antes de atajar en el fútbol del Interior, con foco en Mar del Plata y Balcarce. “Luka jugaba regalando un año, un año y medio, jugaba con chicos más grandes. Y los pasaba como postes”, describió Rodríguez Carrozzi, ante la consulta de Infobae.
“Enseguida hablé con Diego Romero, su papá (y ex futbolista de Quilmes), y le dije: ‘Tu hijo tiene condiciones para jugar en la Selección, voy a pasarles el informe a los técnicos’. Toda la familia es argentina, fue una casualidad que el chico naciera en México, por eso nunca se le cruzó por la cabeza la posibilidad de jugar para México o para España. Siempre quiso jugar para la selección argentina”, completó.
Ahí llegó el contacto con Saggese. Y la charla con Hermes Desio, su ex compañero de Inferiores en Estudiantes (entonces Coordinador de Selecciones), quien lo escuchó con atención. “Yo lo vi, pero sin Hermes en el medio, todo esto no hubiera sucedido. Es todo mérito de él y de su equipo. En julio de 2018 ya lo habían citado”, agregó Lelo.
La pelota quedó bajo el botín de Desio, quien en una nota con TyC Sports cerró el relato. “Hablé con el papá y lo trajimos a una citación de lunes a miércoles, cuando habían arrancado las vacaciones del colegio en España. Es muy atrevido, es guapo, es asistidor, tiene gol, pegada de media distancia. Fue una sorpresa maravillosa”, describió.
“Teníamos miedo por la adaptación. Llegó al país un domingo y vino con los abuelos a recorrer el predio a la mañana siguiente. A la tarde ya estaba jugando al ping pong con los compañeros, totalmente integrado. Se notó que desde un primer momento quiso jugar en la selección argentina”, concluyó el ex mediocampista central de Independiente.
“El gran mérito del chico es tener una familia detrás con todos los principios morales. El chico nunca se creyó lo que es, lo han educado desde la sobriedad, desde un bajo perfil, a pesar de tener contrato desde los 10 años, vínculo con Nike; la familia lo tuvo en una burbuja de inocencia. Es muy normal todo alrededor suyo”, aseguran desde su entorno.
Sin la comparación frontal con Messi, el prototipo del futbolista rioplatense, gambeteador, conductor, desequilibrante, volvió a aflorar con tono albiceleste. ¿Por qué? “Hay una cuestión genética, somos como somos, la información está cargada en las células. Luka viene de una tradición de familia futbolera. Y aunque fue a un fútbol formativo con otras características, siempre jugó como un sudamericano”, analizó Rodríguez Carrozzi.
Una anécdota define a Romero a la perfección. Cuando llegó al Mallorca, uno de los primeros técnicos que tuvo lo reprendía porque constantemente le pedía que jugara a uno o dos toques, que no gambeteara. Y el joven no se sentía cómodo. Acto seguido, Diego, su papá, habló con la dirigencia del club balear para pedirles que “no le quitaran la esencia”. Esa misma que se vio en la jugada mágica del gol a Nueva Zelanda. Potrero 2.0. Importa la sangre, no el pasaporte.
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