El miedo no es a la hoja en blanco. Hay tanto que decir que nunca falta qué escribir. El miedo es a las represalias después de escribir. A las llamadas con identidades falsas. A las cuentas de Instagram a nombre de las víctimas. A los teléfonos sacados en nuestro nombre. A que digan que te van a matar. A la difusión de información personal. Al allanamiento en los lugares de trabajo. A los temblores que no cierran después del cierre. Argentina fue un país pionero en la liberación de la palabra de las mujeres. Hoy el mundo advierte que esa liberación se volvió persecución.
Por primera vez desde el regreso de la democracia, hace casi 40 años, el conjunto de los organismos de Naciones Unidas, advirtieron sobre la violencia de género hacía las periodistas en Argentina. El comunicado conjunto de UNICEF, UNFPA, UNESCO Y ONU MUJERES es un alerta sobre el hostigamiento a las mujeres con voz pública. A su vez, que el sistema internacional de derechos humanos, realice un alerta sobre la violencia creciente, muestra que la situación de las periodistas en Argentina preocupa a nivel regional y mundial.
En el contexto de América Latina Argentina es un país faro en el avance de derechos sexuales, en las normas de identidad de género y diversidad sexual y en la lucha contra la violencia y el abuso sexual. El nacimiento de Ni Una Menos, el 3 de junio del 2015, marcó un antes y después, en el país y se expandió con efecto dominó sobre Uruguay, Paraguay, Chile y fue una llamarada en México y Colombia. La voz de las periodistas en redes sociales convocó, hace ocho años, a una multitudinaria marcha y a una discusión pública, que cambió la sociedad.
Hoy nos enfrentamos a grandes retrocesos, a sentencias que avalan que las mujeres pueden ser abusadas no importa que se diga “no”, a dejar de dar valor a las palabras de las víctimas o a ingnorar la sucesión de situaciones de incomodidad sexual entre muchas mujeres. Pero, además, no solo se agravan los fallos judiciales machistas, sino la persecución, las amenazas y el hostigamiento a las periodistas que escriben sobre abuso sexual de menores o que comparten información, notas y posicionamientos en redes sociales.
No se tratas de las reglas de Twitter, del costo de la exposición o de los gajes del oficio. Las voces de las mujeres ya no avanzan, retroceden y el miedo es una venda en su boca y una soga en sus manos. Las mujeres pelearon para que no se las invisibilice y ahora se tienen que volver invisibles para que el costo de hablar no se lleve su vida, su salud mental, su trabajo o el sostén de sus familias. La libertad de expresión está amenazada en Argentina. Y si las que lo tendrían que contarlo no lo pueden informar los organismos internacionales lo remarcan para que no pase inadvertido.
El peligro no es solo para las periodistas. Es para un país que se queda sin información y para las víctimas de violencia que ya no pueden contar -como hace cinco o tres años- con voceras que relaten sus casos, con cronistas que cuenten sus historias o con investigadoras que revelen cifras y tramas que hoy quedan ocultas. En tiempos vertiginosos de desinformación, fake news y pulgares que solo ven lo que les llega sin buscar información certera no solo el zapping de redes se vuelve confuso, sino que tapa lo que no se dice. Pero la noticia ya no es cuál es la información, sino el silencio para que no se diga, no se hable, no se note las notas que faltan y las periodistas que se tienen que callar o correr del centro del debate.
“La violencia de género en línea es una problemática que aumenta año a año y las mujeres con voz pública, especialmente las periodistas, editoras de género, políticas, activistas y defensoras de derechos humanos, son las principales destinatarias. Este tipo de violencia se caracteriza por ser continua y sistemática, perdurar en el tiempo indefinidamente, y tener consecuencias que pueden ser devastadoras para quienes la padecen”, alertaron, en el marco del 7 de junio, Día del y la Periodista, UNICEF, UNFPA, UNESCO y ONU Mujeres.
Los organismos del sistema de Naciones Unidas en Argentina se unieron para alertar sobre los ataques con sesgo de género que impactan en el ejercicio de la libertad de expresión y afectan la calidad de las democracias. El llamado de atención es univoco. “A 8 años del primer #NiUnaMenos, preocupa se la escalada de ataques a periodistas”, alertó Amnistía Internacional. Y apuntó: “En Argentina, en se han intensificado ataques a periodistas con la intención de deslegitimar las conquistas feministas y a sus voceras. Muchas de ellas fueron las organizadoras en 2015 del grito colectivo contra la violencia machista. Estas periodistas son quienes contribuyen con sus coberturas a la construcción de una agenda mediática que se hace eco de las demandas sociales, visibiliza las diversas manifestaciones de la violencia basada en género y contribuye a desnaturalizarla y combatirla”.
El diagnóstico debería promover acciones para proteger la voz de las mujeres desde todos los ámbitos. “Actualmente son, cada vez más, blanco de ataques coordinados online, con amenazas de violencia sexual o física, publicación de datos personales, difamación y escraches. Un agravante es la falta de espacios de denuncia efectiva, la precarización laboral y la discriminación de género, según destacó la Relatoría Especial sobre Libertad de expresión de la Organización de los Estados Americanos (OEA)”, enmarcó Amnistía Internacional. “Esto genera el silenciamiento de las periodistas de género, un profundo deterioro de la libertad de expresión y el empobrecimiento del debate social y de la calidad democrática”, se alertó.
“Las periodistas son cruciales para generar conciencia sobre las distintas formas de manifestación de la violencia de género. Lamentablemente, no es casual que hoy sean atacadas por sectores que impulsan medidas regresivas. Es indispensable que el Estado impulse leyes, planes de acción y políticas adecuadas de protección integral y erradicación de la violencia contra periodistas tanto online como en las redacciones” señaló Mariela Belski directora ejecutiva de Amnistía Internacional Argentina.
El retroceso del eco que las periodistas argentinas lograban expander sobre los reclamos de mujeres, trans y el colectivo LGTTBQ no solo impacta en Argentina, sino que la repercusión es regional. Si la marea verde, la revolución de las hijas, las periodistas feministas, Ni Una Menos, entre otros factores, fueron claves para producir cambios positivos en movilizaciones, reclamos, conversaciones públicas, leyes y fallos en otros países, como Colombia, México, República Dominicana, Honduras, etc, callar a las periodistas es una estrategia de sectores reaccionarios que buscan una involución en todo el continente. Si nos callan a las periodistas callan a muchas.
Los organismos del sistema de Naciones Unidas expresaron: “Existen muchos tipos de violencia y preocupan las modalidades que buscan silenciar a las mujeres con voz pública. Las que cubren temas como política, derecho, economía, deporte, derechos de las mujeres y diversidades, género y el feminismo corren especial riesgo de ser víctimas de violencia de género, especialmente en línea. Estas violencias y los discursos de odio, que impactan en su día a día, buscan silenciarlas”.
ONU Mujeres comprobó que hay ataques sistemáticos a través de discursos de odio; mensajes violentos, machistas, misóginos y racistas y que las periodistas son víctimas de noticias falsas; sus perfiles son vigilados; sufrieron intentos de hackeo. Además algunas experimentaron violencias en el mundo offline, lo que pone en evidencia que la violencia en entornos digitales, lejos de circunscribirse al plano virtual, es real y concreta. La amenaza de daño físico que más reciben es la de violación y muerte y casi todas temen por su integridad física. “Las periodistas están expuestas a esta modalidad de violencia principalmente por ser mujeres con voz pública. Y el fin es uno: silenciarlas”, advierte el comunicado de UNICEF, ONU MUJERES.
“La amenaza y la agresión está naturalizada y vista como ‘las reglas del juego’ en el mundo del periodismo y la política. Alzar la voz es el equivalente a la clásica metáfora machista para culpabilizar a las víctimas de violencia sexual: la pollera era demasiado corta”, según el estudio “Violencia de género en línea hacia mujeres con voz pública. Impacto en la libertad de expresión”, realizado en 2022, por la Alianza Regional por la Libre Expresión e Información y ONU Mujeres.
La frase “Si se metan con una saltamos todas”, en realidad, no pudo cumplirse. Tal vez porque los ataques son complejos de ver y las respuestas difíciles de pronunciar. Ahora cuando callan a una callan a muchas más. “Por cada mujer silenciada o que se intenta acallar, son varias las que se retiran o ni siquiera llegan al debate público”, señalan las autoras de la investigación Ingrid Beck, Florencia Alcaraz y Paula Rodríguez.
El informe cuenta con la Dirección General de María Noel Vaeza, directora regional para las Américas y el Caribe de ONU Mujeres y de Cecilia Alemany, directora regional adjunta para las Américas y el Caribe de ONU Mujeres y señala: “La amenaza de daño físico más frecuente es la de violación. Se trata de la acción disciplinadora por excelencia”.
“Las mujeres con voz pública, especialmente las periodistas y comunicadoras, defensoras de los derechos humanos son el objetivo particular de una violencia de género en línea sistemática”, destaca el estudio sobre el acecho a la libertad de expresión en el que se indagó en 15 casos a mujeres con voz pública de Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Cuba, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Paraguay, Uruguay y Venezuela.
La investigación no alerta sobre una amenaza, sino que diagnostica una realidad. No es algo que puede suceder, es algo que ya sucede. No es una excepción, es un plan sistemático. No es una casualidad, sino una persecución. No es a alguna persona suelta, está focalizado en periodistas. No es solo a un oficio, oficia una democracia de baja intensidad comunicacional. No es neutra, es contra mujeres periodistas. No es inocua, ya genera el retiro de los temas de género de la agenda pública. No pasa por azar, sino como respuesta a los avances generados y que ahora se buscan frenar.
“En América latina y el Caribe el crecimiento exponencial de este tipo de violencia coincide en el tiempo con el surgimiento y la masividad del feminismo de la cuarta ola, que reinstaló el debate sobre la despenalización y legalización del aborto, logró avances legislativos concretos y acciones afirmativas de representación política de las mujeres y diversidades. En este contexto, la violencia de género en línea está silenciando voces”, enfatiza la Alianza Regional por la Libre Expresión e Información y ONU Mujeres.
La investigación alerta que las amenazas son virtuales, pero los efectos reales: el 80% de las mujeres amenazadas limitó su participación en las redes, omite opinar o manifestarse sobre determinados temas; el 40% se autocensuró evitando escribir o hablar; un tercio cambio de puesto laboral; una cuarta parte fue despedida del medio en el que trabajaba; la mitad tiene miedo de perder su trabajo y un 80% teme por su integridad física y su vida.
“La violencia en línea por razones de género tiene efectos limitantes en la libertad de expresión de todas las afectadas: el mayor efecto que genera es la autocensura. Un segundo efecto, no menor, es el disciplinamiento que suele buscar el espectáculo del linchamiento público, aunque se lo llame virtual”, resalta el estudio “Violencia de género en línea hacia mujeres con voz pública. Impacto en la libertad de expresión”.
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