Los flujos de inversión extranjera directa en el mundo se debaten entre un escenario inestable y la necesidad de reestructurar las cadenas de valor y orientar inversiones a las energías renovables. América Latina ha recibido mayores flujos en los dos últimos años, mientras que la Argentina, en virtud del cepo cambiario, mantiene un modesto ingreso basado en reinversión de utilidades y endeudamiento con las casas matrices.
Las perspectivas para los próximos meses no son favorables a un cambio, mientras prevalezca una política económica orientada por los objetivos políticos de corto plazo de un año electoral.
En las últimas tres décadas, la inversión extranjera directa (IED) fue el vehículo que motorizó la globalización, creando un nuevo polo económico mundial en el Este de Asia, generando cadenas de valor globales y una mayor vinculación económica entre los principales países avanzados. Hoy, el panorama mundial se ha vuelto muy complejo en virtud de las fuertes tensiones geopolíticas que involucran a los países avanzados de Occidente frente a China con la construcción de sus alianzas en Oriente y su proyección internacional (Brics, Nueva Ruta de la Seda).
Los beneficios de la IED han sido estudiados y reconocidos en la teoría y práctica internacional. Entre ellos se destaca su aporte a la productividad y al comercio exterior de los países que reciben sus flujos y su complementariedad con la inversión local en los países en desarrollo.
En las últimas tres décadas, la inversión extranjera directa (IED) fue el vehículo que motorizó la globalización, creando un nuevo polo económico mundial en el Este de Asia
En los últimos 15 años, la IED tuvo un crecimiento más moderado en el mundo, pero siguió empujando el fenómeno globalizador que había comenzado en los 90. Varios factores fueron suscitando cambios que se están profundizando en la actualidad. Entre ellos, vale mencionar las transformaciones de las cadenas globales de valor, con el advenimiento de China como un líder de algunas cadenas tecnológicas, la crisis financiera global de 2007/08, los riesgos de producción por interrupción de suministros que causó el Covid-19 y la invasión rusa a Ucrania, con sus consecuencias aún en curso.
Todos estos factores operaron limitando el crecimiento mundial y desalentando en parte las inversiones. Así, en 2021, la IED global se recuperó de la crisis de la pandemia. En cambio, en 2022, el flujo de inversiones cayó 12%, principalmente, debido a la contracción de los ingresos de inversión en los países desarrollados ante un escenario mundial inestable debido a la continuidad del conflicto en Ucrania, el aumento de los precios internacionales de alimentos y energía y el peso de las deudas públicas.
Según un informe de Unctad sobre la IED en 2022, pese a la caída del valor invertido, hubo un aumento de las inversiones en nuevos proyectos (greenfield). Esos proyectos se han orientado a la reestructuración de las cadenas de valor, en especial en electrónica, automóviles y maquinaria.
También se observa un aumento de las inversiones en generación de energía renovable, aunque en opinión de Unctad, los países en desarrollo están recibiendo inversiones insuficientes con ese destino como para poder cumplir con los desafíos planteados de Desarrollo Sostenible.
En síntesis, los nuevos escenarios del cambio climático con las energías alternativas y los autos “verdes”, el aumento del precio de la energía y las disrupciones en su abastecimiento, el aumento de los gastos de defensa y la reestructuración de las cadenas de valor globales, mantuvieron el interés por nuevas inversiones.
En el caso de la región de América Latina, uno de los problemas reconocidos de su desarrollo ha sido la baja disponibilidad de inversión total. La región participó en la última década de alrededor de 12% de los flujos de entrada de la IED mundial, aunque con una parálisis muy importante durante el Covid-19.
El último informe de la Cepal sobre IED a la región muestra que los flujos de inversiones extranjeras han crecido por segundo año consecutivo (55,2%). Este crecimiento está vinculado al boom de las inversiones en energías renovables y a la minería del litio.
En América Latina, uno de los problemas reconocidos de su desarrollo ha sido la baja disponibilidad de inversión total
Dentro de nuestra región, la Argentina ha sido un caso por debajo del promedio en cuanto a la inversión total, que se ha mantenido históricamente baja en términos del producto. También ha sido un receptor de menor cuantía dentro de la región, donde las mayores inversiones son atraídas por Brasil y México.
En el país, la IED jugó un rol importante entre los 90 y durante el super-ciclo de las commodities hasta 2010. En esas etapas se registraban inversiones nuevas, en los 90 en infraestructura y luego en agroindustria y servicios, entre los sectores más importantes. Desde entonces, los reiterados controles cambiarios asociados a la inestabilidad macroeconómica alejaron a los inversores. Más recientemente, las dificultades con las importaciones, los riesgos a la propiedad y la incertidumbre del horizonte económico llevaron a que se registraran desinversiones de empresas internacionales.
Esta evolución insatisfactoria se refleja en la composición de la IED de los últimos años, cuando la reinversión de utilidades se convirtió en la fuente mayoritaria de esas inversiones, dada la imposibilidad legal de girar los dividendos al exterior.
También producto de las restricciones cambiarias, las empresas internacionales tomaron más deuda con sus casas matrices para poder acceder a importaciones y al repago de deudas.
En el gráfico se puede observar la evolución anual reciente de los flujos de ingreso de IED según la información del Balance de Pagos y el detalle del tipo de operaciones que les dan origen.
Las inversiones directas del exterior dependen, como se ha mencionado, de una serie de estímulos locales en términos de oportunidades y estabilidad macroeconómica pero también de la evolución del escenario internacional, hoy de alta complejidad.
En contraste, el comercio exterior en un país “pequeño” en términos de su intercambio con el mundo, como lo es la Argentina, depende del contexto local. Este contexto ha sido muy negativo para la exportación en los últimos años y ha tenido un costo de productividad alto para las industrias locales debido a la imposición de un comercio administrado para las importaciones.
Vale recordar aquí que el informe del Indec sobre el comercio externo de mercancías para el primer semestre de 2023 registró que las exportaciones cayeron 24,5% (USD 33.509 millones) y las importaciones se redujeron 8,5% (USD 37,897 millones) con respecto al primer semestre de 2022.
El saldo comercial fue negativo en 4.387 millones. Esta evolución se sigue perfilando semejante a la de 2018, cuando el país también sufrió una intensa sequía. A diferencia de ese año, en esta ocasión las exportaciones están beneficiadas por precios más altos de los productos agroindustriales y las importaciones están siendo racionadas por las autoridades económicas a través de permisos.
El comercio exterior en un país “pequeño” en términos de su intercambio con el mundo, como lo es la Argentina, depende del contexto local
Como se aprecia, a pesar de un repunte de la IED, las alternativas de un mejor futuro para la Argentina se enmarcan hoy en una situación grave para el sector externo comercial. Por una parte, las autoridades económicas siguen colocando parches impositivos en el mercado cambiario para encarecer las importaciones de bienes y servicios (devaluación fiscal) y ofrecen a los exportadores de productos seleccionados tipos de cambio “promocionales”.
La intención de evitar una devaluación “formal” del peso parece vincularse más con la política preelectoral y la administración de la deuda pública indexada que con una política orientada a dar solución al problema de inestabilidad macroeconómica. Esto es así dado que las expectativas devaluatorias siguen reflejándose en el dólar paralelo y, por consiguiente, siguen alimentando a las respectivas expectativas inflacionarias y deteriorando el funcionamiento de la economía.
Como acontece recurrentemente en nuestro país, habrá que esperar a que un nuevo gobierno ponga en marcha las soluciones de fondo. El camino se anticipa traumático, esperemos que esta vez no sea un esfuerzo estéril.
Esta columna es un anticipo de la publicada en Indicadores de Coyuntura FIEL 655, agosto 2023
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