Lejos de relajarse los temores en las semanas posteriores al 10 de marzo cuando se conoció la crisis del Silicon Valley Bank (SVB), el colapso del Signature Bank y en los últimos días la necesidad de rescate del Credit Suisse, uno de los bancos más grandes de Suiza, solo agravaron la desconfianza general.
Ante este escenario de tormentas financieras, no sólo es necesario comprender lo que puede deparar el futuro, sino que también es altamente relevante entender cómo se llegó a esta situación. Sin lugar a dudas, las decisiones altamente desacertadas por parte de los directivos de estas instituciones deben estar en la lupa del análisis.
La utilización de los depósitos a la vista para la adquisición de títulos emitidos por el Tesoro Americano en el tramo largo de la curva, es una decisión que no se puede englobar dentro de las buenas prácticas financieras. Pero, por otro lado, es fundamental también entender el rol de los principales Bancos Centrales del mundo y, parafraseando al austríaco premio nobel de economía Friedrich von Hayek, su fatal arrogancia.
El punto de partida a los hechos que desencadenaron esta crisis financiera fue la fuerte emisión monetaria que tuvo que llevar adelante la FED y el BCE
Si se tuviera que poner un punto de partida a los hechos que desencadenaron esta crisis financiera, se debería centrar la atención en la fuerte emisión monetaria que tuvo que llevar adelante la FED y el BCE ante las necesidades de financiación de los estados posterior a la pandemia.
Cabe recordar que esta descomunal emisión monetaria se llevó adelante en un contexto de más de diez años de tasas de interés bajas y un costo del dinero prácticamente nulo. En un mundo que gozó de tasas de interés prácticamente nulas y una desbordante liquidez, los agentes económicos actuaron en consecuencia acelerando el consumo y financiado proyectos de negocios que en otros contextos no podrían ser rentables.
Tal como se puede observar en el gráfico, los activos emitidos por la Reserva Federal tuvieron un acelerado crecimiento en la crisis del 2008 como una manera de inyectar liquidez a un mercado que atravesaba una de las más profundas crisis económicas de la historia. Sin embargo, esta expansión quedó eclipsada por los montos que la FED emitió para financiar la crisis del 2021.
Producto de esta descomunal emisión y, a pesar de lo que muchos en estas latitudes sostienen respecto a la naturaleza de la inflación, en los países desarrollados se vio una fuerte suba de precios. La continua escalada de aumentos generó no solo descontento entre grandes sectores de la sociedad, sino también fuertes preocupaciones en las autoridades monetarias.
Los activos emitidos por la Reserva Federal tuvieron un acelerado crecimiento en la crisis del 2008 como una manera de inyectar liquidez a un mercado que atravesaba una de las más profundas crisis económicas
El índice de precios al consumidor en los Estados Unidos llegó a superar el 9% interanual, cifras que no se veían desde la década de los ‘80, a pesar de que en toda esa década la respuesta de la Reserva Federal fue una fuerte suba de la tasa de interés con el fin de controlar los precios.
Ahora, y como reacción a esta escalada de precios, la FED tomó la decisión de subir la tasa de referencia tal como en aquella oportunidad, sobre todo en el tramo corto de la curva, planteando un escenario de política monetaria restrictiva.
Así, los Treasury Bills a un año del vencimiento llegaron a mostrar una Yield de 5,25% anual en marzo de este año, partiendo de un valor de 1,4% en marzo del año pasado. Esta suba de tasas de interés en el nuevo escenario Hawkish que planteó la FED, con el único objetivo de alcanzar la meta de inflación del 2% anual que se fijaron para este año, implicó una fuerte baja de precio de los bonos del Tesoro Americano.
Esta política tuvo como consecuencia dos grandes inconvenientes en la economía norteamericana. En primer lugar, al realizarse una intervención tan drástica y poco premeditada, generó la fuerte dificultad e incluso la imposibilidad para muchas empresas de poder continuar financiando la deuda a los nuevos tipos de interés, empresas que mantenían altos niveles de exposición a la deuda por ser ésta la forma más barata de financiar su negocio.
Más preocupante aún fue la profunda pérdida de valor de los títulos que lo bancos tenían en cartera, generando la imposibilidad de cubrir los depósitos en caso de retiros masivos, cosa que finalmente ocurrió a principios de mes.
Con el miedo a lo sucedido en el 2008 aún presente, y con el fin de frenar una profunda crisis financiera, la Reserva Federal tuvo que tomar la decisión de migrar a una política monetaria más Dovish. La medida más relevante en tal sentido fue la de garantizar la recompra de bonos a su valor nominal con el fin de sanear los balances de los bancos.
Sería demasiado ingenuo suponer que la Reserva Federal aprendió las consecuencias de intervenir en los mercados de forma tan intempestiva y sin medir las repercusiones
Esto, según estimaciones del JP Morgan, podría implicar a futuro una emisión de aproximadamente USD 2 billones más. A partir de este aumento de la emisión forzada y la fuerte baja de interés de los bonos americanos, la meta de inflación sería imposible de cumplir y seguramente habrá que acostumbrarse a que se mantenga alta en los próximos años en los países desarrollados.
Por otro lado, se espera ver una Reserva Federal un tanto limitada en cuanto a la posibilidad de acción con una postura tendiente a mantener para el mediano plazo la postura Dovish a la que se vio obligada a volver en la última semana.
Sería demasiado ingenuo suponer que la Reserva Federal aprendió las consecuencias de intervenir en los mercados de forma tan intempestiva y sin medir las repercusiones que puede tener tanto en la economía real como en los mercados financieros.
También sería demasiado optimista pensar la posibilidad de que el policy maker audite los balances de las entidades financieras, cuando esto implica una sobre exposición de los bancos para generar una financiación para un tesoro que necesita más y más.
Quizás por eso las advertencias de Hayek respecto a la influencia de los Estados en los ciclos económicos y la fatal arrogancia en la que pueden caer aquellos que dirigen estas instituciones gubernamentales, vuelven a resonar como un eco que no termina.
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