Entre 1900 y 2022, según los datos del proyecto Angus Maddison, el PBI por habitante de Argentina creció 299%, el de Australia 714%, el de Canadá 811%, el de España 1.177%, el de Italia 1.010%, el de Japón 1.702%, el de Singapur 3.541%, el de Brasil 1.506% y el de Chile 553 por ciento.
Estos son algunos ejemplos que muestran cómo el mundo, aún con sus dificultades, avanzó muchísimo más que Argentina en términos de ingreso y bienestar de su población; y además, pasó de un aumentó per cápita de 1,5% promedio acumulativo por año entre 1900 y 1929, antes de la crisis del 30, y a 1% a.a. entre 1930 y 2022, último dato de la serie de marras.
Marco 1930 porque es el año en que comienzan a aparecer políticas intervencionistas con la creación de las juntas reguladoras, controles de precios y el BCRA. En rigor, la mayoría de los países enfrentaron la crisis del 30 con medidas intervencionistas, de aumento del gasto público y regulaciones de todo tipo, como el New Deal, que no fue solamente aumentar el gasto en obra públicas, sino una maraña de regulaciones y prohibiciones a través de las Actas de Recuperación de la Agricultura, de la Recuperación de la Industria y del Acta de Recuperación Nacional.
Estas actas establecían, por ejemplo, subsidios a los productores de algodón para que no produjeran y así subieran los precios. Se prohibió la tenencia de oro y toda una serie de regulaciones que extendieron la crisis que quería revertir.
Una vez superada la crisis, la mayoría de los países volvieron a cierta lógica económica, en cambio en la Argentina se adoptaron medidas intervencionistas como políticas de largo plazo
Pero el dato a tener en cuenta es que, una vez superada la crisis, la mayoría de los países volvieron a cierta lógica económica, en cambio en la Argentina se adoptaron todas esas medidas intervencionistas como políticas de largo plazo. Posteriormente, el gobierno de Juan Domingo Perón las consolidó y avanzó con las estatizaciones y fuertes políticas típicas del populismo que generaron una baja tasa de inversión, y cuando la hubo fue ineficiente porque no estaba sometida a la competencia internacional.
Y posteriormente se generó una fenomenal especulación financiera surgida del endeudamiento estatal como, por ejemplo, ocurrió en el Proceso Militar de los 70 y la tablita cambiaria del ministro José Alfredo Martínez de Hoz; luego, en el gobierno de Raúl Alfonsín con los depósitos indisponibles; en el de Mauricio Macri con las Lebac, luego las Leliq y Pases del Banco Central.
Así se desarrolló un estímulo por hacer lobby para poder obtener rentas sin competir -una actitud de vivir de la dádiva del Estado desestimulando el trabajo productivo-; se sucedieron reiteradas confiscaciones de ahorros; estallidos hiperinflacionarios y demás pestes económicas.
Mientras Argentina muestra una fuerte vocación por la decadencia, otros países han logrado mejorar notablemente la calidad de vida de sus habitantes, lo cual desmiente que el país haya sido sometido una conspiración internacional.
A contramano del mundo
Cuando uno observa el desempeño de países como España, Irlanda, Chile, Nueva Zelanda y varios de Europa central, puede advertir fácilmente que el problema es enteramente doméstico. No se supo aprovechar las oportunidades que otros sí aprovecharon.
Ahora bien, explicar la decadencia económica argentina desde el campo estrictamente económico es bastante sencillo: Se hizo lo imposible por espantar las inversiones y el ahorro y se desarrolló un sistema en el cual es mejor ganarse el favor del burócrata de turno para generar ingresos que invertir para ganarse el favor del mercado. Eso no se produjo por arte de magia.
Por ejemplo, quedarse en la falta de inversiones para explicar la decadencia del país es insuficiente. Un paso más allá lleva a explicar que esa falta de inversión también tiene que ver con la inseguridad jurídica. No sólo no hay estímulos para invertir, sino que, además, el que invierte corre riesgos de quedar afectado por la confiscación vía impuestos, regulaciones, prohibiciones, etc.
Esa inseguridad jurídica proviene de un sistema político por el cual los gobernantes, civiles o militares, han considerado que ellos eran la ley y que el orden jurídico tenía que subordinarse a sus caprichos.
Se hizo lo imposible por espantar las inversiones y el ahorro y se desarrolló un sistema en el cual es mejor ganarse el favor del burócrata de turno para generar ingresos que invertir para ganarse el favor del mercado
La crisis económica es, en una primera aproximación, consecuencia de la inseguridad jurídica y ésta, a su vez, de un sistema político por el cual el que gana las elecciones cree que en vez de ser elegido presidente fue nombrado monarca con poderes absolutos.
Si se sigue agregando eslabones a este razonamiento, se llegará a un punto en el cual, inevitablemente, tiene que concluir que la larga decadencia de la Argentina se debe a que la mayor parte la población prefiere gobiernos autocráticos a gobiernos fundados en instituciones eficientes. Es decir, parece preferir el autoritarismo a la democracia republicana, dado que acepta o vota a personas que se consideran con el derecho de disponer libremente del patrimonio y del ingreso de la gente o bien se presentan como dioses salvadores de la patria.
El problema es que la gente compra que una determinada persona es la salvadora de la patria en lugar de entender que son las instituciones que regulan las relaciones entre las personas y entre las personas y el Estado las que son el fundamento del crecimiento económico.
En Argentina el que es exitoso, por lo menos es sospechoso de corrupto. A las personas que tienen éxito no se las ve como alguien que arriesgó, trabajó y produjo algo que la gente necesitaba.
Las reiteradas crisis, si bien tienen su explicación inmediata en políticas económicas inconsistentes, parecen estar basadas, en última instancia, en la existencia de una sociedad que, en su mayoría, desprecia el Estado de Derecho y cree que sólo basta con que aparezca un autócrata bueno que redistribuya la riqueza en forma justa para que le toque a cada uno lo que le “corresponde”.
El problema argentino está en que no generó una cultura de la creación de riqueza dentro de un marco de competencia y respeto por el derecho de propiedad
Dicho de otra manera, el problema argentino está en que no generó una cultura de la creación de riqueza dentro de un marco de competencia y respeto por el derecho de propiedad, sino que se propició la cultura del saqueo, la cual es fogoneada por los inescrupulosos populistas de derecha e izquierda que ven una oportunidad inmejorable para apropiarse del Estado y transformarse en déspotas que, cebados por el poder, avanzan en sus locuras hasta que les estalla una nueva crisis.
En síntesis, la Argentina no podría haber tenido un desempeño tan lamentable sin una población que, mayoritariamente, convalidara la violación de los derechos de propiedad y la destrucción del orden jurídico.
No se puede pensar que se podrá resolver el problema económico argentino sólo desde la economía. A no engañarse: mientras la población no cambie sus pautas de convivencia va a ser muy difícil modificar las cosas.
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