Aunque la caída en las importaciones no logró compensar la baja en las exportaciones y el mes pasado cerró nuevamente con déficit comercial, lo cierto es que la merma de las compras al exterior debido a las fuertes restricciones en el acceso a las divisas tiene impacto no sólo en el menor dinamismo de la actividad económica sino también en la evolución de los precios.
La paradoja se constata desde principios de año: si bien el Gobierno impone fuertes controles cambiarios y restringe las importaciones para evitar una devaluación que impacte en la inflación, la suba de precios se termina produciendo porque los productos importados trasladan el costo del dólar financiero y no del oficial, que se mantiene atrasado.
De acuerdo a los últimos datos del INDEC, el precio mayorista de los precios importados subió 128% interanual, es decir 40 puntos porcentuales por encima del dólar oficial, y acumuló 38% en los primeros meses de 2023. Sólo en abril aumentó 9,2%, 2,3 puntos por encima de la inflación mayorista total y cifra que se prevé será más alta en mayo, con el impacto del salto de los dólares financieros que se produjo sobre el fin del mes pasado.
“El cepo funciona como un shock de oferta, acelerando la inflación. Esto se ve en la brecha cada vez mayor entre los productos importados y el resto”, afirmó en su último informe la consultora fundada por Miguel Kiguel, Econviews. “Desde abril de 2021 que su evolución se corresponde más con los tipos de cambio paralelos. Y a partir de octubre de 2022, cuando se endureció el control de importaciones vía las SIRA, los mayoristas importados subieron incluso por encima de la devaluación del blue o el CCL (107%)”, agregó.
El reporte hizo un repaso de todos los indicadores parciales de precios difundidos tras el IPC del mes pasado: la inflación mayorista, que subió 6.9%, el costo de la construcción 7.8% y las canastas básicas que se usan para calcular la pobreza y la indigencia de 6,3% y 7.3% respectivamente. Todos esos índices se ubicaron por debajo del IPC, lo cual podría generar alguna expectativa positiva. Sin embargo, tanto la inflación mayorista como la de la construcción se aceleraron respecto al mes anterior mientras que si bien las canastas de pobreza e indigencia bajaron el ritmo de suba, lo hicieron desde un nivel de varios meses por encima del índice general.
De ahí que esa expectativa es, más que nada, una expresión de deseos: para Econviews, la inflación se ubicará en 9% este mes. Es que, en la carrera interanual, todos los registros de inflación se emparejan en torno al 110%, con excepción de la canasta básica alimentaria que se disparó a 121%, por encima del 115% de la categoría “alimentos y bebidas” del IPC.
En cualquier caso, y más allá de la incidencia del precio de los productos importados, la inflación mayorista volvió a “despegarse” de la aceleración de la minorista, con una brecha de 1,5 puntos y de 4 puntos en el acumulado del primer cuatrimestre, lo que podría atribuirse al comportamiento de “cobertura” de los comercios chicos en los que la inflación se registra más acelerada que en las grandes superficies de venta y en los que, según las estimaciones de la consultora Scentia, el consumo se derrumbó 21% el mes pasado.
Pero las presiones para los próximos meses siguen latentes. Entre otras, la corrección de los precios relativos, con las tarifas de los servicios públicos como ejemplo paradigmático. A marzo las tarifas energéticas cubrían sólo el 45% del costo del servicio, proporción mejorará con los ajustes de este mes y que presionará al alza el registro mensual. “Es una de las razones por las que este último salto en la inflación, de 4,9% en noviembre a un piso de 9% en mayo, no se revertirá en los próximos meses”, sostuvo la consultora, que proyecta una inflación promedio de 8,3% hasta diciembre “con mucho más riesgo al alza que propensión a la baja”.
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