9 de Julio, Corrientes (enviada especial) – Camila Núñez (24) habla y se le llenan los ojos de lágrimas. Sólo sonríe cuando su hija la mira o por nervios. Ella no tiene temor de contar lo que sucedió el día en que Loan Danilo Peña, su primito político de 5 años, desapareció tras el almuerzo en familia que compartieron en el paraje correntino Algarrobal. Ella tiene miedo por su hija, por su seguridad, por su futuro.
Es que Camila se convirtió en una testigo clave en el caso, incluso puso en jaque ante la Justicia la versión del accidente que ensayó su tía, imputada este viernes. Dos veces dio testimonio en la causa, la última fue hace 24 horas y pasó 5 horas y media con la jueza. “Yo desconfío de Laudelina”, lanzó en diálogo a solas con Infobae.
La tía de su marido no es la única persona a la que no le cree esta mamá que está encerrada, y con custodia federal, en un lugar que le cedió el municipio de 9 de Julio desde hace 16 días. Flanqueada por sus abogados, Elizabeth Cutaia y Alan Cañete, de la asociación Infancia Robada, convocados por la ONG Lucio Dupuy y que la sostienen económicamente, Camila también desconfía “de María Victoria Caillava y de Carlos Pérez”, el matrimonio detenido por la desaparición de Loan.
No lo dice en voz alta, pero sus ojos, llenos de lágrimas, lo asienten. No sabe qué pensar de José Peña, papá del chiquito. Una actitud del hombre durante la búsqueda de Loan ese 13 de junio pasado la hace dudar: “Le hacía un gesto con la mano, como vení, vení, a alguien que no vi”.
Y avisa: “Solo la familia sabía que iba Loan”. Camila habla de ese 13 de junio pasado, del almuerzo en la casa de la abuela Catalina y de la excursión al naranjo en que todo cambió: “La vida acá era tranquila hasta que pasó esto”.
Y sigue: ”Si no pudieron concretar llevarse a Loan y a mi nena, van a intentarlo con otro. No quiero que le pase a otro chico lo mismo que a Loan”.
Es que Camila está convencida de que el objetivo primario de ese día de las personas que se llevaron a su primito podía haber sido su nena, aunque finalmente cambiaron de planes: “Yo pienso en mi hija y no me siento segura acá, ni siquiera en Goya. Me quiero ir lejos”.
Sin embargo, confiesa: “Lo primero que quiero es resolver la pregunta que me hace mi nena: ‘¿Dónde está Loan?”. Y luego sostiene que ella siente que “está vivo”.
Camila tiene una hija de 9 años, fruto de su pareja con Diego “Huevo” Peña, el sobrino de Laudelina y José e hijo de Dionisia, a quien conoció hace una década de tanto verle pasar por la puerta de su casa cuando él iba a lo de su abuela. Al año, llegó la niña de ojos impactantes y pestañas largas. Los tres vivían, hasta la trágica desaparición de Loan, en una casa humilde de 9 de Julio, donde no hay gas. Ella corta la leña para cocinar. Y ese 13 de junio, no bien se despertó y sin su marido en casa, decidió que mejor era ir a tomar unos mates a lo de su madre.
“La nena no quería porque había una competición en la escuela, pero nos subimos a la moto y fuimos allá a desayunar igual”, recuerda Camila cómo fue ese jueves de la celebración de San Antonio antes de llegar a la casa de la abuela Catalina.
Ya en el paraje Algarrobal, cuando llegó en moto con su hija, se encontró con su tía y sus dos hijas mayores y Catalina. También estaba José con el nene de 5 años por otro lado del terreno.
“Mi tío me saludó y Loan es medio que duda si te saluda o no. Después, solito afloja. Le cuesta entrar en confianza. Y, ahí nomás, se puso a jugar con mi nena”, relata cómo fueron esos primeros minutos antes de que llegara Antonio con su hijo menor, Caillava y Pérez; y Daniel ‘Fierrito’ Ramírez y Mónica Millapi con su hija y dos de sus sobrinos.
Hacía calor ese mediodía y hablaron de comidas tradicionales en la mesa mientras almorzaban el estofado. Antes de comenzar a narrar todo lo que sucedió luego, Camila traga saliva. Le cuesta repetir una y otra vez el preludio de lo que serían 22 días de angustia: “Antonio salió de la casa por delante. Fue el primero en irse al naranjal. Después, a los 5 ó 10 minutos, lo siguió Ramírez con los chicos. Laudelina, Millapi y yo íbamos detrás”.
Camila era la última. Cuando llegaron a la tranquera, Millapi siguió camino. Ella y Laudelina regresaron. “Yo me lamentaba que no había agarrado la carretilla para juntar leña y mi tía me dijo que iba a una planta de naranjas que estaba ahí al costado. Y ahí regresamos a la casa de la abuela”, continúa con el relato. En el camino, levantó fruta de unos árboles.
Cuando llegaron a la casa, Camila se puso a pelar los fritos y le pasó el cuchillo a la tía. “Carlos, entonces, empezó a decir que se iban a ver el partido y Victoria le avisa que va a buscar mandarinas para llevarse. La tía la sigue. La abuela iba más atrás”, detalla. Y añade: “Pérez empezó a caminar de un lado para el otro como nervioso. José estaba en la mesa”.
Fue en esa situación que la vio a Laudelina afuera. “Y ahí empezó todo”, se sincera otra vez, con los ojos mojados. “Me preguntó si entró Loan, tenía el teléfono en la mano. Caillava creo que seguía con las mandarinas, pero no la vi”, describió antes de irse para el lado de la tranquera a ver si veía al nene.
“Salí sola y me encontré con los cinco chicos que gritaban ‘Loan, Loan’. Diez metros más adelante estaba Millapi mirando, pensando en que respondería al llamado el nene, pero nada. Laudelina se quedó en la casa y Pérez y Caillava todavía no habían arrancado cuando salía a buscar. No llegué al naranjo”, remarcó Camila.
En ese contexto, se encontró con Benítez. “Le dije a Antonio que le pregunte a la vecina María Isabel (González) si no había pasado Loan para su casa. Fue solo y yo volví para la casa. Allá ya no estaban Pérez y Caillava ni su vehículo. A mi tía no la había visto. Sólo estaba su hija mayor y le cuento que se perdió, que le avise a su hermana y salgan a buscarlo”, señala. Para continuar: “La abuela estaba al frente, observando a ver si aparecía por otro camino el nene. No sé dónde estaba José”.
Su hija aparece en ese contexto de la entrevista. Ella le hace un té, le pone tres cucharadas de azúcar y alguien del equipo de abogados Cutaia-Cañete le acerca cereales de chocolate. Camila la mira y de nuevo los ojos se le hacen agua. Ahí, sin que la nena escuche, refuerza lo que le contó a la jueza Cristina Pozzer Penzo este miércoles: que vio a Laudelina hablar por teléfono detrás de un árbol.
El hijo de la vecina María Isabel se sumaba para ese entonces a la búsqueda a caballo, mientras la mujer le avisó a la hermana de María, la mamá de Loan, para que la llamaran. Eran las 16 cuando la madre del nene, por ese entonces perdido, arribó a la casa de la abuela: “Atrás de ella llegaron Victoria y Pérez”.
Camila no regresó a su casa. Se quedó allí. “Para mí, en sí, se lo llevaron. Cómo puede ser que el chico no responda con tanto grito”.
-Tu hija estaba en el momento en que Loan desaparece. ¿Qué te dijo?
-No habla de eso. Es muy difícil. Anoche, soñaba y hablaba. A veces se despierta y pregunta dónde estamos, le da un escalofrío, se acomoda, te abraza y se vuelve a dormir.
Mientras Camila sostiene que ya no se habla con su pareja, pero que él le dijo que le parecía raro que se perdiera tan rápido, lanza una frase que le llamó la atención de ese día. Caillava conversaba con la abuela y, en forma de chiste, le dijo: “Mi marido no tenía que haber venido porque no come pollo casero”. “Catalina le preguntó para qué lo trajo: ‘Para que no quede solo en la casa’, le respondió”.
-¿Por qué tenés miedo?
-Por la nena. Se me hace que si se apaga esto, y queda en la nada, van a buscar otro objetivo. Si no pudieron concretar con las dos personitas que estaban ahí, se me da que quieran repetir. Ella ahora me dice que a la casa de la abuela no quiere ir. No quiero que le pase a otro chico lo mismo que a Loan… Yo siento que él está vivo, porque cuando se te va un familiar te duele demasiado el alma y no sabés si te podés levantar… Yo pienso en mi hija.
-¿Te sentís segura acá, escondida y con custodia?
-Yo me quiero ir. ¿A Goya? No, más lejos todavía. Lo primero que quiero es resolver la pregunta que me hace mi nena: ¿dónde está Loan? Una vez que yo sepa qué pasó, dónde está, qué fue lo que pasó, ahí voy a estar tranquila y aceptaría todo lo que Dios me ponga por delante.
-¿Desconfiás de Laudelina?
-Sí.
-¿De Caillava?
-Sí.
-¿De la abuela?
-No, la fui a ver y está muy mal, le rompieron la puerta en el allanamiento y está preocupada. Le preguntaron si tenía oro, joyas de valor… No sé qué querían.
-¿Sospechás de Millapi?
-Mi nena se quedó varias veces con ella.
-¿De Pérez?
-Sí.
-¿De José?
Se quedó en silencio. Y se fue a ver la tarea de su hija que le trajeron del colegio para que no pierda las clases.
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