A simple vista es uno de los tantísimos campos que se destacan en la pampa bonaerense. A simple vista es una tierra que ha sido labrada durante años y que también es aprovechada para pastoreo de animales. Lo que a simple vista no se percibe es que allí, durante un cuarto de siglo, se levantó el fuerte Cruz de Guerra, fiel representante de la lucha en lo que entonces era la frontera de lo que el hombre blanco llamaba la civilización. Más allá todo era dominado por el indígena.
Está ubicado en el partido de 25 de Mayo, a 52 kilómetros de la ciudad cabecera del partido, en el corazón de la provincia de Buenos Aires, y no era el único en la zona. Cerca estaban el Fortín Huetel o Vettel, el Vallimanca, Hombres sin Miedo, Victoria y San Carlos.
Fue construido en 1828 por el ingeniero francés Narciso Parchappe, a instancias del gobernador Manuel Dorrego y por influencia de Juan Manuel de Rosas, el hombre fuerte de la campaña bonaerense. Levantado a la vera del Camino a Salinas Grandes, en las cercanías estaba la toldería del cacique borogano Mariano Rondeau.
El propósito de esta fortificación fue tener control del espacio de la frontera y poseer un centro logístico militar.
Parchappe, nacido en Francia en 1795, había llegado a Buenos Aires en junio de 1818 con la intención de instalar una destilería de licores. Pasó las de Caín cuando viajó a Río de Janeiro a buscar un alambique y fue arrestado sospechado de participar en una conspiración. Luego viajó a Montevideo y de allí a Concepción del Uruguay. Casado con Victoria Fernández de Castro, en febrero de 1820 obtuvo el título de agrimensor y cambió de rubro.
Mientras se ganaba la vida como comerciante, entró al Departamento Topográfico, el primer organismo catastral en toda América Latina, creado en 1812. El 25 de agosto de 1827 le encargaron la demarcación y construcción de obras defensivas en la nueva línea de frontera. Su primer trabajo fue el de construir el Fuerte de la Cruz, llamado “Veinticinco de Mayo”. También fue clave su participación en el levantamiento de la Forteleza Protectora Argentina, actualmente Bahía Blanca.
El 19 de septiembre de ese año presentó los planos y el 1 de enero de 1818 partió la expedición para iniciar su construcción. La mano de obra empleada fueron blandengues, las milicias y treinta prisioneros que habían sido capturados durante la guerra con el Brasil.
Su función fue la de asegurar los establecimientos de los hacendados de la zona y su ganado. Además se buscaba controlar dos caminos que se adentraban más allá de la frontera con el indígena: el de Salinas Grandes y el De los Chilenos.
Donde desde hace años es un campo privado, Parchappe eligió el punto de confluencia del camino a Junín -que se llamaba Fuerte Federación- y la Fortaleza Protectora Argentina, actualmente Bahía Blanca. Se levantó al sur de una laguna -para aprovechar el agua- que también fue estudiada por los arqueólogos, quienes se propusieron analizar el rol de este fuerte en la vida de frontera y el avance de ésta en la lucha contra el indio.
El primer paso consistió en un relevamiento a través de drones. La perspectiva brindada por la altura dejó al descubierto claramente los contornos de este asentamiento. Dichas imágenes fueron comparadas con cuadros y dibujos históricos.
Por ese campo pasa un camino rural en dirección noreste-sudoeste. Casualmente pasa justo por donde estaba la entrada a lo que era el fuerte.
De unos 400 metros de largo, en sus extremos tenía una forma de diamante, para que pudiese operar la artillería. Diseñado para albergar a doscientos soldados y una veintena de oficiales, tenía un espacio destinado a oficiales, para la guarnición, almacenes, polvorín, pulpería, casa para colonos y corrales, todo rodeado de un foso y contrafoso.
Las prospecciones se realizaron con detectores de metales, sondeos y excavaciones en sectores específicos. Así fue como se identificó el zanjeado perimetral y los baluartes -orientados a los puntos cardinales- sur y oeste.
Se excavaron lo que los arqueólogos denominan cuadrículas. En dos de ellas, en el sector oeste, donde habrían estado el polvorín y las barracas, es hasta el momento el que contiene el mayor potencial arqueológico.
La mayoría de los hallazgos se concentraron dentro de lo que era el fuerte y en un montecito cercano donde habría estado el corral de animales y que algunos sostienen -basados en la tradición oral que fue pasando de generación en generación- que hay un viejo cementerio indígena, aunque para los especialistas en una hipótesis débil.
Se encontraron diversos objetos que hablan de la historia y de la vida del lugar: el ánima de un fusil de avancarga, localizado en el sector oeste; restos de un sistema de ignición de un fusil a chispa; una importante cantidad de clavos de hierro forjado en un punto determinado indicó que ese era el lugar de la caballeriza; botones militares, restos óseos de animales, indicios importantes para conocer la alimentación de la población del fuerte; fragmentos de metal coincidentes con hilos de metal que podrían haber pertenecido a charreteras militares; pedazos de botellas, losa, cerámicas, y parte de una pala.
Además se halló una moneda de 1828, balas de cañón, un proyectil de plomo y pipas de caolín.
El equipo de profesionales estuvo liderado por el doctor Carlos Landa, acompañado por los doctores Luis Coll y Facundo Gómez Romero y el licenciado Emanuel Montanari. Integran un equipo multidisciplinario que incluyen investigadores del CONICET, del Instituto de Arqueología de la Facultad de Filosofía y Letras y del Laboratorio de Arqueología Arquiométrica y Digital perteneciente a dicho instituto.
Con el correr de los años, el fuerte se transformó en un punto de encuentro con indios amigos los que, a cambio de su lealtad, recibían recursos y provisiones. En 1847 adquirió el status de fortín pero luego ya no se le prestó demasiada atención y su estado fue de mal en peor. A veces era usado como refugio esporádico de guarniciones o expediciones.
En enero de 1860, cuando sus ranchos eran pobres taperas, lo que quedaba en pie fue reducido a cenizas cuando un malón lo incendió, lo que selló su partida de defunción. Con el correr de los años, sus restos se fueron perdiendo y mucho de lo que quedó abandonado entre los pastizales fue víctima de la rapiña.
Parchappe tendría un papel destacado en la fundación de la Fortaleza Protectora Argentina, en la mensura de tierras y hasta en actividades mineras en el interior del país.
Una segunda parte del proyecto arqueológico contempla regresar, pero con veteranos de guerra de Malvinas, e imitar lo que meses atrás realizaron donde se libró la batalla de Pavón, ya que se ha comprobado, por experiencias desarrolladas en el exterior, de los beneficios terapéuticos de involucrar a ex combatientes en investigaciones de este tipo. Y por qué no, echar más luz en la apasionante historia de la vida de frontera.
Fuentes: Entrevista a Carlos Landa; “Era un lugar de paso…” Proyecto de investigación arqueológica y puesta en valor del Fuerte Cruz de Guerra (1828-1859), provincia de Buenos Aires, Argentina, por Montanari, Coll, Ciarlo y Landa; Examen preliminar de las armas halladas en el Fuerte Cruz de Guerra (1828-1859), 25 de Mayo, Buenos Aires, N.C. Ciarlo, C. Landa, E. Montanari, A. López. Fotografías gentileza del equipo de arqueología de la Facultad de Filosofía y Letras UBA
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