Es común que cuando uno propone bajar el gasto público, inmediatamente surjan las preguntas: ¿no es recesivo bajar el gasto público? ¿No se haría sufrir a la gente?
El primer punto a resaltar es que siempre se habla de déficit fiscal, que hay que cerrar la brecha fiscal. Error, el problema no es solamente el déficit fiscal, sino el tamaño y la calidad del gasto público. Como lo he sostenido en otras oportunidades y lo decía Armando Ribas, que en uno de los almuerzos que solíamos tener me dijo que su propia herejía era la siguiente: es preferible tener un déficit fiscal de 2% del PBI con un gasto público del 15% del PBI a tener equilibrio fiscal con un gasto público del 50% del PBI. La razón muy sencilla: tener equilibrio fiscal con un gasto público del 50% el PBI es matar al sector privado con impuestos.
Pero vayamos al punto. ¿Es cierto que es recesivo bajar el gasto público? La respuesta es no, salvo un caso en particular y solo en el corto plazo. Pero veamos las diferentes opciones que se presentan.
En principio el gasto público se financia con impuestos. Esto quiere decir que, si el estado aumenta el gasto público, inevitablemente tiene que cobrarle más impuestos al sector privado para pagar el mayor gasto. Por lo tanto, el contribuyente José tiene que pagar más impuestos y le disminuye el poder de compra y al nuevo empleado público Pedro le aumenta el poder de compra porque recibe los impuestos que pagó José. José tiene menos poder de compra por, digamos, 100 y Pedro tiene mayor poder de compra por 100. Aumenta el poder de compra de Pedro y baja el poder de compra de José. El nivel de actividad económica se mantiene igual, lo que cambia es la asignación de recursos.
Si el estado aumenta en el gasto en planes sociales, obra pública, más empleados, subsidios o lo que sea, lo que se produce es una transferencia de ingresos de los que pagan impuestos hacia quienes reciben esos recursos vía el estado. No hay mayor actividad
El punto es que los recursos se asignan no de acuerdo a lo que quiere el que genera el ingreso, sino de acuerdo al burócrata de turno, con lo cual hay una ineficiente asignación de recursos que disminuye la productividad de la economía.
Ejemplo: se dice que si se aumentan las tarifas de los servicios públicos la gente no podría pagarlos y habría un estallido social. Un trabajo concreto que hicimos para 2022, para una familia de ingresos medios que empezó ganando $ 240.000 mensuales en enero y terminó ganando $ 481.514 en diciembre, pagó en el año $ 36.000 mensuales de impuesto a las Ganancias porque su sueldo fue aumentando, pero no lo hizo el mínimo no imponible de ese impuesto.
Esa familia tuvo un subsidio en el consumo de gas de $ 5.297,17 mensuales. Es decir, pagó más impuesto a las ganancias que el beneficio que tuvo por el subsidio al gas.
Lo que no puede pagar la gente son estos impuestos, no la tarifa de gas, luz, transporte, etc. Si se eliminaran los subsidios y se aumentara el mínimo no imponible, esa persona no perdería poder de compra, lo ganaría, y los recursos productivos estarían mejor asignados.
Como puede verse en el gráfico, la carga impositiva consolidada, entre los impuestos nacionales y provinciales pasó de 18,5% en 1991 al 29,7% en 2022. Esto significa desestímulo a las inversiones, menor poder de compra de la gente para consumir y ahorrar, y despilfarro de recursos en un gasto público que no cumple con las funciones básicas de su existencia del estado que es proveer seguridad, justicia y defensa nacional. Ni siquiera la gente está feliz con los planes sociales que recibe, que es un negocio para los gerentes de la pobreza. Los jubilados son en su gran mayoría pobres y el sistema de salud pública y educación están colapsados.
De manera que no es cierto que, si al mismo tiempo que se baja el gasto público se bajan los impuestos, vaya a haber un menor nivel de actividad.
¿Qué ocurre si el aumento del gasto público se financia con deuda colocada en el mercado interno? Se produce el desplazamiento del sector privado del mercado crediticio, aumenta la tasa de interés y se contrae la inversión y el consumo privados. Se expande el gasto público y se contrae el consumo y la inversión del sector privado. Nuevamente, hoy hay efecto expansivo.
El ejemplo más evidente lo tenemos hoy en que el stock de pasivos remunerados del BCRA que representa el 67% de los depósitos del sector privado. Si a esto se le agregan los bonos en pesos que coloca el tesoro, no hay crédito para el sector privado. Por ejemplo, no hay crédito para que un joven pueda comprarse un departamento de 2 ambientes. Y eso es, entre otras causas, porque el estado no deja margen para que el sector privado tenga crédito.
Si el aumento del gasto se financia con emisión monetaria, se está aplicando el impuesto inflacionario, con lo cual cae el ingreso real de la población, disminuye el consumo y se benefician los que reciben los papeles recién impresos.
Por último, el estado puede aumentar el gasto público financiándolo con deuda externa. En este caso, en el corto plazo, el estado gasta más sin cobrar más impuestos, con lo cual la gente no pierde poder de compra en el corto plazo y se genera una expansión artificial de la economía también en el corto plazo. Pero llegado el momento habrá que pagar, por lo menos, los intereses de la deuda externa y ahí habrá que cobrar más impuestos para poder pagar los intereses de la deuda externa, contrayendo el consumo y la inversión interna. Es el único caso en que en el corto plazo puede generarse la ilusión de mayor actividad con el aumento del gasto público.
Lo concreto es que, si el estado baja el gasto, cobra menos impuestos, se endeuda menos en el mercado interno y/o cobra menos impuesto inflacionario. En otras palabras, baja el gasto y lo que baja de actividad por la reducción del gasto público, aumenta por el mayor consumo e inversión de sector privado, con el agregado que los recursos son mejor asignados por la gente que por el burócrata de turno.
En síntesis, es falso que la reducción del gasto público lleve a un proceso recesivo, por la sencilla razón que si el burócrata gasta los impuestos de la gente no hay una multiplicación de los panes y los peces, solo hay un cambio en la demanda, pero no en el nivel de demanda. Lo que sí ocurre es una ineficiente asignación de recursos.
No hay que tenerle miedo a bajar el gasto público. Hay que tenerle miedo a que siga en estos niveles y termine de arrasar la economía argentina.
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