Una vieja cantera de granito, ubicada en lo alto del Monte Castro, fue testigo de cómo el Real Madrid tuvo que ponerse el mono de trabajo de un minero para conseguir una trabajada victoria ante el Braga. Rodrygo, que rompió una sequía goleadora de más de 800 minutos, y Bellingham certificaron el tercer triunfo de los blancos en Champions que les deja a las puertas de los octavos de final. El Braga se metió en el partido con el tanto de Djaló y acabó el encuentro volcado sobre la meta de un Kepa que salvó a su equipo en momentos claves.
Antes de que Michael Oliver hiciera sonar su silbato, los blancos ya superaron una coyuntura especial. Joselu fue baja de última hora y, curiosamente, eso allanó el camino a los de Ancelotti que alineó a Bellingham, Vinicius y Rodrygo y la zaga portuguesa quebró. Entre los tres fabricaron los dos goles de la victoria. Ambos, con Vini en modo asistente y su compatriota y el inglés intercambiándose los papeles en el área, el habitat de Joselu. La ausencia de un delantero referencia no se notó en Braga. Más por las características del rival que por la adaptación del Madrid a jugar sin un punta.
Los de Artur Jorge mostraron una valentía encomiable en ataque directamente proporcional a su fragilidad defensiva. Con la posesión en su poder hacían retroceder algunos metros a los de Ancelotti, pero en cuanto la perdían y el Madrid filtraba a Vinicius, los cimientos del majestuoso Municipal de Braga temblaban. Demasiados espacios entre las líneas permitían al brasileño jugar a campo abierto, como le gusta y donde hace daño. Serdar aún sigue dando vueltas buscando al brasileño cuando este se giró y puso un centro tenso rematado por Rodrygo en boca de gol.
El show de Vini siguió. Eléctrico y metido en el partido, poco que ver con el resto de sus compañeros que, acomodados, se limitaban a conservar la posición y ahorrar energías para la batalla del Montjuic. Un clásico, antes del Clásico. Ancelotti mandó ese mensaje con la alineación, dejando a Alaba, Mendy, Tchouaméni y Kroos en el banquillo. El Madrid, aún así, era muy superior. Se notaba. Pero los blancos confundieron superioridad con confianzas. Controlaban, pero eran reservones y no tenían el partido cerrado. Parecía hacerlo Bellingham. Vinicius fijó a la defensa en la izquierda, cedió el balón atrás y un metro dentro del área el inglés metió un pase a la red.
La sensación de tener el trabajo hecho invadió el alma de los jugadores del Real madrid. Se desconectaron. Pensaron más en lo que estaba por jugarse que lo que aún andaba en juego. Djaló se encargó de que no lo olvidasen. Se tiró una pared con Banza y de un derechazo por el primer palo batió a Kepa.
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