El In Memoriam es, sin dudas, el momento más emotivo de cada gala de los premios Martín Fierro. El homenaje en fotos, videos y palabras activa los recuerdos y los orienta hacia aquellas personalidades que nos dejaron en el último año. Dejar es una manera de decir, claro está, porque su obra, su legado, su recuerdo permanece para siempre en sus seres queridos y en la comunidad artística, que pone en pausa por un instante el bullicio de la ceremonia y hace un respetuoso silencio para acompañar el momento.
En esta oportunidad el homenaje estuvo comandado por la voz de Natalia Oreiro, quien interpretó una conmovedora versión de “No es mi despedida”, el clásico de su admirada Gilda. El tempo mucho más aplacado, que hizo por momentos casi irreconocible la melodía, acentuó el carácter épico de la letra interpretada por la recordada cantante fallecida en un accidente de tránsito en 1996. Una manera, por qué no, de tenerla presente también a ella.
Mientras Natalia llevaba adelante su interpretación, el In Memoriam empezó con la emblemática frase de Lidia Satragno, Pinky, con la que inauguró allá por 1980 la televisión color en Argentina. Así se fueron sucediendo los nombres, los rostros y las fechas de nacimiento y muerte de aquellos que partieron en el último año. Claudio Da Passano, Diana Maggi, Guido Gorgatti, Guillermo Calabrese, Haydée Padilla, Julieta Vallina, Lino Patalano, Mabel Passano, Magdalena Ruiz Guiñazú, María Onetto, Silvana Suárez, Tristán y Rodolfo Bebán fueron algunos de los artistas recordados en la noche más esperada por la televisión.
La sucesión de imágenes solo fue interrumpida por algunos videos destacando las figuras en cuestión. Así, el periodista César Mascetti se hizo presente con un fragmento al frente del clásico Telenoche al igual que el locutor Cacho Fontana, con un material de archivo de su emblemático Odol pregunta. El cierre quedó para Carlitos Balá, su gestito de idea, y sus frases que quedaron retumbando en el Salón Pacífico del Hilton como en todas las generaciones de niños eternos más allá de la pantalla.
Al sonar el último acorde, y luego de un instante de profundo silencio se convirtió en un aplauso sostenido. Las lágrimas de Susana Giménez, que no podía contener a pesar de sus esfuerzos. Las cuatro generaciones Legrand -Mirtha, Marcela, Juana y Ámbar- conmovidas y conmoviendo. El aplauso de Pablo Codevila, la mirada en lo alto y respetuosa de Adrián Suar. La plana mayor del espectáculo argentino rindiendo un merecido homenaje a aquellos que dejaron su sello inolvidable a través de los años.
“Natalia, estuviste mágica”, la elogió el conductor Santiago del Moro al regresar del corte publicitario y antes de seguir con la rutina de premiaciones. Porque el mundo del espectáculo, como en la vida misma, el show debe continuar.
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