Los países de ingresos medios como la Argentina sufrirán las consecuencias de las crecientes trabas al comercio aplicadas en los últimos años y que amenazan con expandirse todavía más.
Un informe de tres expertos del Fondo Monetario Internacional (FMI) observó que “para muchos países de bajos ingresos, la integración económica global fue crucial para su desarrollo. Ahora que hay un retroceso en la integración económica, los países de bajos ingresos podrían perder potencialmente más del 4% del PBI”.
El informe, denominado “Los costos de la fragmentación geoeconómica” analiza la fuerte diferencia entre la baja de aranceles y otras barreras al comercio en la última parte del Siglo XX y la tendencia opuesta que se registró este siglo, en particular desde la Gran Crisis Financiera del 2009. Esta corriente proteccionista se incrementó con la reducción durante el Covid-19 y con la guerra en Ucrania por la invasión rusa desde 2022.
Ahora que hay un retroceso en la integración económica, los países de bajos ingresos podrían perder potencialmente más del 4% del PBI
¿Cuál es el costo de este reflujo de la globalización tanto a nivel mundial como para la Argentina, que, en los últimos años, salvo un muy tímido intento entre 2016-2019, también se encerró sobre sí misma?
“Cuando la invasión interrumpió la producción en Ucrania y los países occidentales impusieron sanciones a Rusia, se redujo el suministro mundial de materias primas clave. En pocos días, los precios de la energía, los alimentos y algunos minerales se dispararon a niveles récord”, recordaron los economistas Marijn Bolhuis, Jiaqian Chen y Benjamin Kett.
“La interrupción del comercio mundial tras la invasión rusa de Ucrania no es un hecho aislado. En los últimos años, las restricciones comerciales en sectores como las materias primas y los semiconductores, que se consideran cruciales para la seguridad nacional y la competencia estratégica, han ido prevaleciendo cada vez más sobre la integración económica mundial y sus beneficios compartidos”.
El informe del FMI recordó también la decisión del Reino Unido de abandonar la Unión Europea en 2016, como “un ejemplo de esta tendencia más amplia: las dos mayores economías del mundo, Estados Unidos y China, han impuesto una serie de barreras comerciales bilaterales en los últimos años. Y, durante la pandemia de Covid-19, muchos países optaron por restringir las exportaciones de productos médicos y alimentos”.
“Aunque las barreras comerciales siguieron en general una trayectoria decreciente a lo largo del siglo XX, esta tendencia se ha invertido en la última década. Estos acontecimientos pueden ser los primeros signos de una fragmentación geoeconómica más amplia, definida como una inversión de la integración económica impulsada por las políticas, de la que el comercio internacional es un componente central”, destacaron.
“El aumento de las barreras comerciales en los últimos años ha ido acompañado de un estancamiento de la integración comercial mundial. En las tres décadas anteriores a la crisis financiera mundial, los ingresos mundiales y el comercio internacional aumentaron a la par”, detectaron los autores del informe.
“Para muchos países de renta baja y economías de mercado emergentes, esta integración en la economía mundial fue un factor crucial para su desarrollo, ya que les proporcionó acceso a importaciones asequibles, amplios mercados de exportación y tecnología extranjera”.
El impacto de las barreras sobre la inflación
Los expertos brindaron un ejemplo concreto y aplicable perfectamente a la Argentina: “Pensemos en un país que impone un arancel a la importación de semiconductores. En primer lugar, para los consumidores que compran computadoras, un arancel aumenta inmediatamente el precio que pagan”.
Para muchos países de renta baja y economías de mercado emergentes, esta integración en la economía mundial fue un factor crucial para su desarrollo
“Por supuesto, las empresas nacionales pueden intentar introducir modelos competidores o ampliar la producción. Pero esto es costoso, sobre todo porque los consumidores ya habían revelado con el tiempo su preferencia por los chips extranjeros a través de sus elecciones de compra, ya sea por los precios más bajos o por las características del producto. Por tanto, los consumidores salen perdiendo”, advirtieron los economistas.
Pero también, aclararon los expertos del FMI, si se considera a los trabajadores “del país que solía producir semiconductores para la exportación, al reducirse el acceso a sus mercados externos, sus ingresos tienden a disminuir”.
Más allá del impacto directo, hay una cadena inflacionaria expansiva: “En el sector de los servicios profesionales, por ejemplo, las empresas de contabilidad tendrán ahora que cobrar más a los clientes para cubrir los precios más altos de sus computadoras”, explicaron.
El trabajo se focalizó en las pérdidas de producción de la fragmentación geoeconómica a través del comercio, pero hay costos mayores, aclararon.
El análisis incluye un escenario en el que “la fragmentación del comercio se limita a la eliminación de todo el comercio entre Rusia, por un lado, y Estados Unidos y la Unión Europea, por otro, así como a la eliminación del comercio en sectores de alta tecnología entre China y Estados Unidos y la Unión Europea”.
“Este escenario se asemeja a una ampliación de las actuales sanciones rusas a todo el espectro del comercio de bienes y servicios, y la expansión más allá del enfoque actual en los chips semiconductores a todos los bienes de alta tecnología”, alertaron los economistas.
“Esta desvinculación estratégica provocaría pérdidas permanentes del PBI del 0,3% a nivel mundial, lo que equivaldría aproximadamente a la producción anual de Noruega. De hecho, mientras el resto del mundo siga comerciando libremente con Rusia, China, Estados Unidos y la Unión Europea, algunos países podrían incluso obtener pequeñas ganancias”, estimaron.
Por ejemplo, “los exportadores de materias primas, que pueden llegar a sustituir a Rusia como proveedor clave, verían aumentar sus ingresos. Algunos países asiáticos se beneficiarían si las cadenas de suministro de semiconductores se deslocalizaran de China”.
Esta desvinculación estratégica provocaría pérdidas permanentes del PBI del 0,3% a nivel mundial, lo que equivaldría a la producción anual de Noruega
En una alternativa más drástica, en la que “todos los países se ven obligados a elegir entre los bloques Estados Unidos-Unión Europea o China-Rusia, sin que exista comercio entre estos dos bloques, las pérdidas permanentes para las economías avanzadas y los mercados emergentes serían del orden del 2% al 3 por ciento”.
Y los países de renta baja sufrirían una presión significativa, “perdiendo más del 4% del PBI. Estas pérdidas agravarían los riesgos de crisis de deuda y exacerbarían la inestabilidad social y la inseguridad alimentaria”. En este caso, habría una caída del PBI similar a la registrada durante el Covid, pero en forma permanente si predominaran estas barreras, resaltaron los analistas del FMI.
Para combatir este fenómeno, la salida ideal sería el consenso multilateral y “en áreas en las que las preferencias de los países no están bien alineadas, una integración más profunda a través de acuerdos comerciales regionales, junto con una postura abierta y no discriminatoria hacia otros países, puede ser una forma de avanzar”.
“La tendencia a la fragmentación geoeconómica es un reto importante que tendrá consecuencias económicas de gran alcance para los países de todo el mundo. Pero si reforzamos y modernizamos el sistema de comercio mundial, podremos superar estos retos y preservar los grandes beneficios de la integración económica”, concluyeron.
El panorama en la Argentina
En este contexto, el experto en comercio internacional Marcelo Elizondo dijo a Infobae que “es verdad que la política está fragmentando al mundo por la guerra comercial entre China y Estados Unidos, las sanciones contra Rusia y otras restricciones, como las que China impuso a Australia. Pero si uno observa la agenda paralela, de las empresas, los negocios internacionales siguen superfluidos. Las exportaciones totales mundiales del año pasado llegaron al récord histórico absoluto y el comercio internacional volvió a estar en el 30% del PBI; la inversión extranjera directa al stock en el mundo es récord también”.
“Las empresas siguen operando a pesar de las restricciones políticas porque las empresas se han convertido en actores superpoderosos en el mundo que incluso hasta pueden arreglárselas frente a las restricciones y la fragmentación, mueven su planta rápidamente, la sacan de China y la llevan a Vietnam o la India, o digitalizan los procesos y entonces se bancan los costos de algún incremento arancelario o alguna sanción”, agregó Elizondo.
“Las empresas no es que a nivel mundial no tienen problemas con los cambios, pero se adaptan muy rápido, y todo tiene que ver con la revolución tecnológica que hoy les permite un grado de eficiencia, de innovación que incluso les facilita ir por encima de las regulaciones”, apuntó el economista argentino.
La Argentina al estar afuera del mundo se pierde un montón (Elizondo)
En cambio, se lamentó Elizondo: “la Argentina al estar afuera del mundo se pierde un montón y la cuenta puede hacerse en términos de cuánto crecieron las exportaciones argentinas en los últimos 20 años desde que empezó el siglo y cuánto crecieron en el resto de Latinoamérica. Y ahí la Argentina es uno de los que menos creció”.
“En 2000, la Argentina explicaba 0,4% de todas las exportaciones mundiales. El año pasado explicó más o menos 0,31% y este año con la sequía y la caída de las exportaciones del agro va a estar en 0,25%”, precisó el director de la consultora DNI.
En materia de inversión extranjera directa, “cuando empezó este siglo, la Argentina tenía en su territorio un stock de inversión extranjera directa que representaba 0,9% del total mundial y hoy tiene aproximadamente el 0, 2% del total mundial, porque en el mundo se multiplicó la inversión extranjera y la Argentina creció nominalmente, pero mucho menos, entonces pierde participación relativa”, contó Elizondo.
“La Argentina perdió el tren de la evolución tecnológica, de la participación en la redefinición incluso que está teniendo la globalización. ¿Cuánto supone eso en el PBI?, no lo sé, porque el PBI en la Argentina está muy distorsionado porque está medido el tipo de cambio oficial en dólares. Pero en términos de PBI per cápita, la Argentina hoy tiene un PBI a valores de mercado, no al tipo de cambio oficial, de más o menos USD 8.000, es el octavo de América”, dijo el economista.
“Por donde mire, la Argentina ha perdido participación en la inversión extranjera, en el comercio internacional, y otra cosa que no tiene la Argentina es inversión de las empresas argentinas en el exterior. Nosotros tenemos unos 42 mil millones de dólares de inversión argentina por sus empresas en el exterior, eso es el 0, 1% del total mundial, y eso también te desglobaliza”, advirtió el economista.
A su vez, el economista de Udesa Juan Carlos Hallak dijo a Infobae que no es fácil determinar cuánto se pierde o se gana con una mayor o menor integración del país al resto del mundo.
La Argentina pierde mucho estar tan cerrada al mundo como está hoy. Eso no quiere decir que hay que estar totalmente abierto (Hallak)
“A veces se hacen ejercicios de qué puede ganar o perder un país, pero son ejercicios estáticos, digamos de cómo qué beneficios de una mayor especialización de acuerdo a la ventaja comparativa puede tener un país. Y esos números dan un monto pequeño. El partido grande se juega en lo dinámico, en la dinámica de la innovación, de la productividad de un país más abierto, más cerrado al comercio”, dijo el economista.
Más allá de las dificultades para medir esta situación, Hallak opinó que “la Argentina pierde mucho estar tan cerrada al mundo como está hoy. Eso no quiere decir que hay que estar totalmente abierto; no nos tenemos que ir a los extremos”, aclaró el académico.
“Pero teniendo en cuenta el punto donde está hoy, que es uno de los países más cerrados del mundo, abrirse e ir en la dirección de mayor apertura claramente sería beneficioso para la innovación y la productividad. Claro que creo que hay que hacerlo en forma gradual, pero hoy es un desquicio el nivel de protección comercial y de imprevisibilidad de la protección que hay”, resaltó Hallak.
Los motivos del aislamiento
En tanto, Soledad Pérez Duhalde de la consultora Abeceb sostuvo que “la razón principal por la que a un país como Argentina le cuesta tanto integrarse es que tiene una economía diversificada, con producción de commodities de toda especie, alimentos e industria diversificada, con sectores competitivos, pero también con otros que no lo son”.
“A su vez, los largos períodos de inestabilidad macroeconómica no permiten sostener procesos de inversión que consoliden la competitividad industrial, sino más bien lo contrario, por lo que el país asume una posición proteccionista ante las eventuales negociaciones por su propia fragilidad”, contó a Infobae.
El grueso de la historia argentina de los últimos 50 años es el de un país relativamente cerrado (Pérez Duhalde)
“El grueso de la historia argentina de los últimos 50 años es el de un país relativamente cerrado, lo que se hace cada vez más evidente en la medida que el mundo se integra cada vez más. Los resultados están a la vista: en muchísimos sectores escala reducida de producción, baja productividad promedio, desconexión de las cadenas globales de valor, crecimiento de la brecha tecnológica, salarios en descenso y dualidad productiva: sectores con alta formalidad y elevados ingresos y otros sectores con informalidad muy elevada y precarización laboral”, explicó la directora de Operaciones de Abeceb.
“Quizá el único período de apertura fue 1993 – 1999, cuando Argentina y Brasil deciden conformar el Mercosur y, en nuestro caso hubo además una reducción unilateral y generalizada de aranceles. Los resultados fueron muy heterogéneos: por un lado, un amplio crecimiento del comercio, la producción y los salarios, la inversión fue muy alta con inversión externa productiva destacada y se produjo una mejora notable del stock de capital de la economía, reduciendo la brecha tecnológica”, recordó Pérez Duhalde.
Sin embargo, aclaró la consultora de empresas, “los sectores beneficiados no absorbieron los recursos expulsados por los sectores que se contrajeron y se produjo un fuerte aumento del desempleo, aumento de la informalidad, precarización y desigualdad, además de perderse importantes eslabones de las cadenas industriales de valor. Las privatizaciones de las empresas públicas, y la racionalización de su personal sobredimensionado también contribuyó”.
“Todo este período estuvo caracterizado por la convertibilidad y una constante apreciación del peso que impacto con fuerza en la competitividad de la industria. La experiencia quizá muestre que los beneficios no aparecen per se de una apertura o de un cierre de la economía, sino que paralelamente se requiere de una política económica que acompañe, garantice la estabilidad e implemente programas de desarrollo en sectores estratégicos”, contó la experta.
La Argentina no solo tiene chance de una mayor apertura sino la necesidad de hacerlo (Pérez Duhalde)
“La Argentina no solo tiene chance de una mayor apertura sino la necesidad de hacerlo, ya que la exclusión de las cadenas globales de valor establece una brecha infranqueable en términos de escala, tecnología y formación de capital humano, que genera un retraso del cual luego es muy difícil recuperarse. Además, en el actual proceso de rediseño de las cadenas globales, por pandemia y guerra, la Argentina tiene enormes chances de inserción, pero no será capaz de lograrlo con una economía cerrada, sin inversiones y sin reglas comunes que generen confianza en el resto del mundo”, concluyó Pérez Duhalde.
Se trata de un tema que hasta ahora no se debatió en la campaña electoral, pero que, por su relevancia, debería aparecer en los próximos meses, para no quedar atrapados en una eterna discusión perecedera.
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