Alexander Martínez
Guardamar del Segura (Alicante), 17 dic (EFE). – El conjunto monacal islámico del periodo Andalusí (siglos X-XI) mejor conservado del Mediterráneo occidental opta a ser incluido como Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO cuando se cumplen 40 años desde su descubrimiento bajo las dunas de Guardamar del Segura (Alicante).
La rábita califal de las Dunas es "una huella de la historia" en palabras del experto Rafael Azuar, exdirector del Museo Arqueológico de Alicante (MARQ), un hallazgo único en la península y en el Mediterráneo del año 1984 que tiene como antecedente finales del siglo XIX, cuando Guardamar estaba amenazada por el avance del sistema dunar y, ante el temor de acabar sepultados, el ingeniero Francisco Mira i Botella ideó un plan basado en la reforestación con pinos y otras especies herbáceas.
En esos trabajos encontró una lápida con inscripciones musulmanas que relataban la fundación de una mezquita en el 944 d.C. pero no se profundizó y no fue hasta 1984 cuando comenzaron las primeras excavaciones junto a la desembocadura del río Segura, según ha relatado Azuar a EFE.
“Encontramos los restos de donde se había extraído la lápida que correspondían a la parte exterior de un mihrab (hornacina dedicada al culto en la religión musulmana) de una mezquita” pero la "sorpresa fue cuando seguimos y de una mezquita aparecieron dos mihrab laterales”, una novedad que no terminaba de encajar porque aunque sea muy grande la mezquita, “en el mundo musulmán solo hay un mihrab”.
Esa situación “muy extraña” se clarificó al sacar a la luz el mayor cómputo de epigrafía parietal musulmana de la península hasta el día de hoy, unas inscripciones que se situaban en la quibla del mihrab y que, en su mayoría, enunciaban el nombre del autor y un consiguiente “estuvo en esta rábita”. En la década de 1990 se puso el 60 por ciento de la rábita al descubierto y se halló un “primer ribat o monasterio único hasta el momento” de época Andalusí dedicado a la purificación y al culto de la yihad.
Esta rábita estaba compuesta por un conjunto completamente amurallado de 23 habitáculos adosados unos a otros con su propio mihrab y divididos en dos calles, en los que se diferencia una parte dedicada al culto para las oraciones del viernes, otra a la acogida temporal de peregrinos fuera del recinto amurallado y una última reservada para los morabitos o residentes permanentes y que ocupaban celdas con oratorios personales e independientes.
La rábita era un lugar de peregrinación en Ramadán y las fiestas del cordero para "aquellos que querían retirarse a una vida contemplativa en la oración porque les ayudaba a ganar el cielo”, la mayoría personas ancianas a la espera de la muerte. Los residentes cocinaban en sus propias celdas y se alimentaban a base de frutos de las pinadas, así como de gallináceas y conejos.
Otra de las peculiaridades es “su extraordinario estado de conservación” gracias a que, una vez abandonada a principios del siglo XI por la caída del Califato, quedó al amparo de las dunas, que lo sepultaron y protegieron durante el gran terremoto con epicentro en la ciudad de Murcia de 1040 con consecuencias similares al que asoló la comarca de la Vega Baja el 21 de marzo de 1829, de 6,6 grados en la escala Richter.
Las arenas de las dunas han permitido a los arqueólogos encontrar todo tipo de enseres de la época, como "más de 900 candiles" de hace más de mil años.
Azuar ha destacado que no había escritos de la rábita, por lo que su descubrimiento "es producto de la labor arqueológica" y constituye "un ejemplo que se estudia en las universidades para explicar la importancia de la arqueología”.
Esta de las Dunas ha sido elegida por España en el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS) para encabezar una candidatura con rábitas de Marruecos, Argelia, Portugal e Italia para ser reconocidas por la UNESCO y atrae a 15.000 visitantes los meses de verano, ha relatado a EFE el alcalde de Guardamar el Segura, José Luis Sáez. EFE
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