No deja de sorprenderme cómo, en la transformación interna de la gestión, ciertas cuestiones que parecían imposibles (por improbables) de lograr en un comienzo, van plasmándose en la práctica y creciendo en su nivel de complejidad.
No es mágico. A medida que los equipos maduran, la organización va incrementando su articulación. Aunque es intangible, se mueve, cambia de forma. Las personas se apropian de los cambios y construyen su nuevo rol en la práctica cotidiana. Nos alejamos de los “no puedo” y encontramos el sentido en el día a día. Hay en mayor medida un permiso para equivocarse. Se va creando un ambiente donde la curiosidad es bienvenida, como mar de fondo: ¿Cómo puedo hacer esta tarea de un modo diferente? ¿Merece la pena plantearnos una nueva metodología? ¿Incluimos a determinadas personas para colaborar y contar con una visión más amplia sobre determinado tema? La transformación toma vida propia.
A medida que los equipos maduran, la organización va incrementando su articulación
Salimos del piloto “siempre se hizo así” y construimos diferente. La cima de la pirámide, por su parte, sale de lo operativo y visualiza a lo lejos. No creo que haya negocio que madure por encima de la maduración de su dirección. Mirando cerca, mi consultora no es la misma que cuando comenzó. “No hay prenda que no se parezca al dueño”, dice el refrán, y en una pyme vale elevar esta insignia a la máxima potencia.
El proceso se transita con la experimentación. Es un camino de aprendizaje e innovación que se fortalece a medida que se recorre el plan de acción, porque se construyen soluciones concretas a partir de nuevas conexiones o condiciones que al comenzar simplemente no estaban allí. Y así los cambios terminan materializándose no por imposición, sino por internalización.
Es provechoso mirar hacia atrás y honrar el camino recorrido, pero la vida avanza y siempre podemos crear circunstancias diferentes a las actuales
La clave es hacerlo con “todos adentro”: demostrada su predisposición, sugiero no aislar a los disidentes, a los “difíciles”, porque ellos también son agentes de cambio y generalmente aportan otra perspectiva. Por su parte, practicar la paciencia y perseverancia, como condimentos indispensables. La transformación en la gestión interna es en sí misma un proceso y los resultados demoran, porque hay un tiempo para todo.
Finalmente, la invitación siempre es animarnos a avanzar, equivocarnos y aprender. Pasar a la acción. Es provechoso mirar hacia atrás y honrar el camino recorrido, pero la vida avanza y siempre podemos crear circunstancias diferentes a las actuales. En definitiva, nadie puede hacerlo por nosotros. Dimensionarlo en las organizaciones implica indefectiblemente mirar hacia adentro, a las propias capacidades y al desarrollo de nuestros equipos. Y aquello que nos falta, crearlo.
La autora es fundadora en MFR Consultoría y Gestión
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