Existen fenómenos que suceden a nuestro alrededor que en ocasiones pasan inadvertidos hasta que algo o alguien nos lo hacen notar.
Probablemente, muchos de ustedes hayan percibido durante los últimos años que el ingreso de inmigrantes venezolanos se manifestaba en locales de comida, remises, talleres, empresas de ingeniería, incluso en guardias de clínicas y hospitales.
La población venezolana que vino a nuestro país, sin dudas, lo hizo para trabajar y estudiar, definitivamente llegaron buscando progreso.
Al igual que la gran mayoría de los que abandonan sus lugares de origen en busca de horizontes mejores, dejan atrás costumbres, amigos y familia.
Nostalgias levemente anestesiadas con charlas y videos por WhatsApp.
El ingreso fruto del trabajo resultaba insuficiente para satisfacer las necesidades mínimas que tenían para su subsistencia. Ni hablar de progreso o ascenso social
En pos de entender que había llevado a estos muchachos a emprender su futuro lejos de su tierra entrevisté a varios de ellos encontrando algunos puntos en común entre la mayoría de ellos:
a) Deterioro del salario en términos reales. El ingreso fruto del trabajo resultaba insuficiente para satisfacer las necesidades mínimas que tenían para su subsistencia. Ni hablar de progreso o ascenso social. Una muchacha venezolana me aseguró que con el ingreso de su empleo en una de las principales agencias de publicidad de su país percibía por mes una remuneración que apenas le alcanzaba para comprar cuatro combos de una conocida casa de comidas rápidas.
b) Desabastecimiento de bienes esenciales. El control de precios y la falta de dólares secaron de productos las góndolas y estanterías de los comercios. Los vehículos se quedaban sin repuestos y la infraestructura de bienes y servicios públicos se deterioraron dramáticamente. En el país del petróleo faltó energía.
c) Éxodo de empresas multinacionales. La falta de reglas claras, circunstancia sostenida durante décadas, impulsaron a las grandes corporaciones a dejar sus posiciones en Venezuela, disminuyendo aún más la oferta de productos y aumentando el desempleo, volviendo aún más precarias las condiciones laborales. Muchas empresas que abandonaron el país lo hicieron porque desde un punto de vista reputacional tener negocios en esta locación les bajaba la calificación empresarial.
d) Fuga de cerebros. Muchos de los empresarios, profesionales y trabajadores más capacitados emprendieron primero la partida, acelerando el proceso de deterioro en la ecuación de inversión y empleo privado versus el público, aumentado el gasto público y la ineficiencia productiva.
El control de precios y la falta de dólares secaron de productos las góndolas y estanterías de los comercios
e) Aumento permanente de la inseguridad física y material. Comandos organizados de delincuentes comenzaron con secuestros extorsivos, ensañándose con sus víctimas, robos a comercios hasta que finalmente se desató una guerra entre víctimas y victimarios pobres.
Estas han sido consideraciones coincidentes entre todos los consultados.
Días pasados, mientras almorzaba en un bar, esos que forman parte de cadenas de locales gastronómicos, noté que entre los camareros ninguno tenía aquel característico acento caribeño.
La intriga me invitó a consultare al mozo que atendía mi mesa que era lo que había pasado con aquellos compañeros extranjeros que en otras oportunidades me habían atendido.
Su respuesta fue inmediata: “Se fueron, sólo quedó uno de los más de cincuenta que trabajaban en esta cadena de seis locales”.
Fue entonces que me pareció oportuno conversar con ese último venezolano en la nómina de aquel bar para entender qué está pasando.
Primero me comentó que al igual que en Venezuela, el ingreso en Argentina ya no le alcanza.
Muchas empresas que abandonaron el país lo hicieron porque desde un punto de vista reputacional tener negocios en esta locación les bajaba la calificación empresarial
Que ha empezado a notar que algunos productos faltan o carecen de variedad de oferta. Que cada vez hay menos grandes empresas internacionales.
Que las propuestas de trabajo son más precarias.
Que muchos de sus compatriotas se han ido hacia otras latitudes o trabajan desde acá para otros mercados.
Sin embargo, remarcó que en Argentina, que “todavía se puede andar relativamente seguro”, que la gente vive en una tensa calma, pero calma al fin.
Entonces, me vi obligado a hacerle la pregunta del millón.
¿Por qué se quedaba él en nuestro país?.
Gentilmente me explicó lo siguiente:
Los que primero se fueron no llegaron a establecer lazos estrechos con ciudadanos locales, es decir que nunca se afincaron, en sintonía con el impulso que los llevó a dejar a su país de origen partieron sin pena ni gloria para seguir buscando mejores oportunidades.
Algunos, que se integraron socialmente, que armaron parejas y familias con argentinas y argentinos partieron en grupo para armar sus proyectos de vida en otros lugares.
¿Hasta qué punto podrá nuestro país apelar al amor que tenemos los que aquí vivimos para seguir sin propuestas claras y viables de un futuro mejor?
En cambio, en su caso, al igual que algunos otros, los menos, su pareja quiere seguir viviendo en nuestro país. No acepta cambiar de lugar, de costumbres o de amigos, de estar lejos de su familia de origen.
A este sensible muchacho solo el amor lo retiene.
¿Hasta qué punto podrá nuestro país apelar al amor que tenemos los que aquí vivimos para seguir sin propuestas claras y viables de un futuro mejor, con trabajo digno y reglas sostenibles que permitan que, rompiéndonos el lomo, como hacemos cada día podamos ascender socialmente?
¿Será un acto de amor sacar a nuestros seres queridos, más vale temprano que tarde, de este berenjenal político que se apoderó de la economía, nuestros sueños y el futuro?
¿O quizás, estemos esperando llegar al punto en que se discuta entre pobres el escueto reparto de las migajas que queden de una Argentina devastada por la inoperancia de la política, que solo se resuelve a sí misma?
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