El caso de Gisèle Pelicot, o mejor dicho, el caso contra su exmarido, Dominique Pelicot, acusado de drogarla y facilitar que la violaran decenas de hombres en su casa, no solo ha conmocionado a Francia sino al mundo. El hombre, que grabó todos esos abusos durante una década, admitió los hechos ante los investigadores y explicó que lo hizo porque le gustaba ver cómo otros hombres tocaban a su entonces esposa. El aparentemente marido ejemplar, padre de tres hijos, abuelo entrañable e incluso considerado buen vecino en Mazan, la localidad francesa de unos 5.000 habitantes donde han ocurrido los hechos, podría ser en realidad uno de los mayores criminales sexuales de los últimos tiempos.
Dominique Pelicot no es un monstruo ni una persona con una patología mental, sino un hombre corriente que dejaba a su mujer en un estado cercano al coma para que otros 51, también considerados buenos padres de familia y honrados trabajadores, se sirvieran de su cuerpo a su antojo. El ‘caso Pelicot’ es un caso extremo de violencia contra las mujeres.
“No se trata de una violencia episódica ejercida por alguien con quien te has cruzado en la calle. Es una violencia relacional, que tiene sus raíces justamente en las relaciones de género, en las relaciones de discriminación y opresión del patriarcado. Si seguimos buscando episodios cometidos por extraños, monstruos u hombres asociales, no vamos a ir a la raíz del problema, que es el sistema patriarcal, ni vamos a ir al grueso de las diferencias sexuales”, dice a Infobae España la jurista María Naredo, experta en violencias machistas.
La también exasesora del Ministerio de Igualdad recuerda que, por lo general, en España las políticas de seguridad ciudadana parten de una dicotomía que “en el caso de las mujeres es totalmente falsa”, pues consideran el espacio público como inseguro frente al espacio privado o el domicilio como guarida”, cuando en realidad muchos de los abusos y agresiones sexuales se cometen dentro del hogar y los agresores suelen ser conocidos de las víctimas y no presentan antecedentes penales.
Así lo reflejan los datos de la última Macroencuesta de Violencia contra la Mujer del 2019, que indica que el 44,2% de las mujeres que han sufrido violencia sexual fuera de la pareja dicen que la agresión sucedió en una casa (18,5% en su propia casa, 20,1% en casa de la persona agresora, 9,7% en la casa de otra persona), el 17,8% en bares o discotecas, y el 32% dicen que sucedió en zonas abiertas como calles o parques. No obstante, en el caso de las mujeres que han sufrido una violación, el porcentaje de quienes mencionan una casa como lugar de alguna de las agresiones sexuales es significativamente mayor: un 59,1%.
Naredo insiste en que no deja de ser precisamente esa la paradoja: “Donde se supone que las mujeres tendrían que tener las relaciones más gratificantes, más amorosas en el sentido de cuidados, se convierten justamente en las más tremendas en términos de violencia física y sexual, de maltrato psicológico y social”.
Otro dato relevante de esa encuesta, es que el 21,6% de las mujeres que han sufrido violencia sexual fuera de la pareja asegura que el agresor fue un familiar hombre, el 49% un amigo o conocido hombre, mientras que el 39,1% dice que el agresor fue un hombre desconocido. Además, el 13,7% de las mujeres que han vivido algún tipo de violencia sexual afirman haber sido violadas cuando estaban bajo los efectos del alcohol o las drogas.
En ese sentido, la magistrada Gloria Poyatos, cofundadora de la Asociación de Mujeres Juezas de España (AMJE), asegura que “un agresor no nace, un agresor se hace” y, por tanto, poco importa la profesión que tengan, pues “se esculpen gracias a la educación de la propia sociedad” y esa educación es machista. “Las mujeres reciben todos los impactos. A los hombres se les coloca en una posición de poder y a las mujeres en otra más sumisa y devaluada, más al servicio del sector masculino”, añade.
En España, además, a lo largo de 2023 los delitos contra la libertad sexual denunciados ascendieron a 21.825, de los que uno de cada cinco fueron violaciones y un 42% de las víctimas de esa violencia sexual fueron menores, según datos del Ministerio del Interior.
La violencia de género se produce en todos los ámbitos
Para Naredo todos estos datos evidencian “el continuum de la violencia de género”, pues se produce en todos los ámbitos de interacción con las mujeres y en todas las etapas de su vida. “Las violencias machistas son esa forma de relación de máxima opresión que viven las mujeres en este sistema patriarcal”, añade la experta, si bien destaca la importancia de que cada vez “se van rompiendo más los roles de género y desafiando esos mandatos”.
También advierte del peligro de los discursos negacionistas que diluyen la contextualización de la violencia machista, pues esos mensajes calan en las generaciones más jóvenes, “que no ponen el foco donde deberían”. “Es muy peligroso, porque, por un lado, no se les responsabiliza suficientemente y no se responsabiliza su socialización, y a las chicas justamente se les confunde con ese mensaje de que se tienen que autoproteger o deben tener cuidado con los espacios públicos. Pero en vez de generarles miedo a ese peligro difuso, sin rostro, es mucho más interesante enseñarles a cuidarse de los peligros reales como puede ser un novio controlador, una forma de violencia mucho más sutil”, concluye.
Según datos de la ONU, se calcula que 736 millones de mujeres en todo el mundo, casi una de cada tres, han sido víctimas de violencia física o sexual por parte de su pareja, de violencia sexual fuera de la pareja, o de ambas, al menos una vez en su vida. La organización internacional también ha advertido que el lugar “más peligroso” para una mujer es su propio hogar, ya que de los casi 89.000 asesinatos de mujeres registrados en 2022 en el mundo, más de la mitad los cometió su pareja, expareja o familiares, y el lugar más frecuente del crimen fue la propia vivienda.
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