La historia de las devaluaciones, “saltos cambiarios” y obsesión de los argentinos con el dólar de los últimos 50 años es también la de su inestabilidad política y económica, reflejada en tasas de inflación crónicamente altas.
No siempre fue así. Durante casi un siglo y medio, desde el primer gobierno patrio, la Argentina tuvo inflación baja. Según el estudio “200 años de economía argentina”, de Orlando Ferreres, entre 1810 y 1940 hubo una sola década de inflación promedio de dos dígitos: 16% anual entre 1831 y 1840.
Ya en el siglo XX, la inflación media anual fue 1,8% en la primera década, 7,5% en la segunda, negativa en los ‘20 y ‘30 (por la crisis mundial iniciada en 1929), saltó a 13% promedio en los ‘40 y a más del 30% a principios de los ‘50, cuando Juan Domingo Perón la enfrentó con un muy ortodoxo plan económico tras fracasar con sus discursos contra el dólar, como uno famoso de 1948, cuando preguntó a la multitud, “¿han visto alguna vez un dólar?”.
El rodrigazo
Ya más alta, la inflación bajó a un promedio anual de 21,6% en los ‘60 y se desmadró en 1975, cuando durante el tercer gobierno peronista, el 4 de junio, el recién asumido ministro de Economía, Celestino Rodrigo, le quitó el corsé al dólar, los precios y las tarifas y produjo el “rodrigazo”.
La nafta subió 181%, el dólar y las tarifas se duplicaron, el boleto de colectivo subió 50%, la inflación subió al 44% mensual y cerró el año en 183%, espoleada por la carrera entre precios, dólar y salarios.
La orgía inflacionaria se sumó a muertos, atentados y asaltos a cuarteles militares y en febrero de 1976, en la antesala del golpe de Estado y del sangriento “Proceso de Reorganización Nacional”, el dólar oficial, a precios de hoy, valía $502 en su versión oficial y $1.823 en su versión “libre”, con una brecha del 263 por ciento.
A precios constantes fue, como muestra el cuadro de arriba, elaborado por Gustavo Reyes, economista del Ieral de la Fundación Mediterránea, la mayor brecha, pero no el más alto “dólar libre” ni tampoco el más alto “oficial”. Estos llegaron en mayo de 1989, en la hiperinflación del final del gobierno de Raúl Alfonsín: a precios actualizados, $1.745 el dólar oficial y $2.367 el libre.
Tras casi dos años de remezones y un segundo episodio hiperinflacionario, el gobierno de Menem logró estabilizar la situación a partir de abril de 1991, con la convertibilidad y el uno-a-uno entre pesos y dólares, que duró hasta la crisis de fines de 2001 y la devaluación de enero de 2002. En junio de ese año se produjo el “pico” cambiario: el dólar llegó a valores en torno a los $650 de hoy. Considerada la devaluación más “exitosa” en 50 años, fue ayudada por el boom de las materias primas y la fortísima tracción del PBI en dólares de Brasil, que mientras tanto revaluaba su moneda, el real, cuya devaluación, en 1999, había precipitado la agonía final de la convertibilidad.
Devaluación y precios internos
A lo largo de los doce años y medio de la etapa inicial del kirchnerismo, competitividad cambiaria y superávits (fiscal y comercial) se fueron erosionando al ritmo de la inflación y llevaron, a fin de 2011, a la instalación del “cepo” y la reaparición de la “brecha”.
La unificación cambiaria del macrismo hizo desaparecer la brecha, pero los corcoveos del dólar retornaron en 2018 y 2019 y la inflación quedó otra vez por sobre el 50% anual. La reinstauración del cepo y su progresivo estrechamiento hicieron que bajo el gobierno de Alberto Fernández y Cristina Fernández, con Martín Guzmán y Sergio Massa al frente de Economía (con un breve cameo de Silvina Batakis) la brecha se afianzara por sobre el 100%, con muy breves excursiones sub-100.
En mayo de 1989, en la hiperinflación del final del gobierno de Raúl Alfonsín: a precios actualizados: $1.745 el dólar oficial y $2.367 el libre (Reyes)
En medio de una aguda escasez de divisas y de credibilidad, la devaluación del lunes 14, tras el triunfo de Javier Milei en las PASO -ganó una primaria, pero se asume presidente electo, promete dolarizar la economía y dice estar listo para gobernar- llevó el dólar “libre” hasta un máximo de $780, con un retroceso posterior a la cercanía de $740, el valor que tomó Reyes para hacer las comparaciones históricas, más alineado con el cierre de $720 del viernes.
Como puede verse en los gráficos adjuntos, si bien a valores nominales el dólar libre o blue está en niveles récord, 270% por sobre el de enero de 2022 y 100% por arriba de los $370 de enero último, si se descuenta la inflación sigue estando por debajo de $807 a que había llegado en julio del año pasado, durante la pasantía en Economía de Silvina Batakis, tras la salida de Martín Guzmán, a quién Sergio Massa acusó recientemente de “haber hecho un by-pass” con dólares prestados para justificar o maquillar las reservas del cierre del 30 de junio (de 2022)”.
En verdad, la maniobra final de Guzmán no difiere mucho de la que la actual gestión económica hizo para pagar los recientes vencimientos de deuda con el FMI: recurrir a préstamos del Banco Latinoamericano de Desarrollo (la ex Corporación Andina de Fomento) y de Qatar, y dejar un margen de incertidumbre sobre el uso del canje de monedas con China (cuyo segundo tramo fue activado, aunque, por razones de confidencialidad, el BCRA no lo confirme) y una prenda de reservas de oro.
El Gobierno hizo ese pago a cambio de la promesa de que el miércoles próximo el directorio del FMI autorizará el desembolso de USD 7.500 millones, con los cuales devolverá unos USD 3.500 millones que tomó prestado y con los USD 4.000 millones restantes buscará llegar sin nuevos sobresaltos al primer turno de las elecciones presidenciales, en octubre, evitando atrasos en los próximos vencimientos.
Las cuentas con el Fondo Monetario
El Gobierno busca endilgar el actual soponcio cambiario e inflacionario enteramente a la deuda con el FMI, el “perno” (Massa dixit) que dejó Macri. Pero la deuda argentina con el organismo era de 31.914 millones de DEG (la unidad de cuenta del Fondo) al asumir el actual gobierno, de 32.719 millones (esto es, casi 800 millones más) cuando asumió Massa, cayó a cerca de 26.700 millones con el último pago y será de cerca de unos 32.250 millones cuando el Fondo haga el próximo desembolso.
En suma, en 45 meses el Gobierno habrá aumentado esa deuda en poco más de 250 millones de DEGs (al tipo de cambio actual, unos USD 340 millones; las comparaciones son afectadas por las oscilaciones entre las 5 divisas que componen el DEG: dólar, euro, yen, yuan y libra esterlina).
Desde diciembre 2019 la Argentina casi no redujo la deuda con el FMI, tuvo un superávit comercial de más de USD 30.000 millones, las reservas netas cayeron a negativo en USD 14.000 millones y su deuda pública aumentó en más de USD 94.000 millones
Esa cuenta no registra los intereses pagados al FMI, ni los USD 4.350 millones que este envió en agosto de 2021, por la cuota argentina de la “capitalización” del Fondo.
En cualquier caso, es poco con relación al colapso de las reservas internacionales netas del BCRA, que de unos USD 13.000 millones a fin de 2019 cayeron a un saldo negativo de USD 14.000 millones en la actualidad, según cálculos que el economista y consultor Ricardo Arriazu expuso el jueves en un “call” de Puente Hermanos.
Durante ese período, además, la Argentina gozó de un superávit comercial de más de USD 30.000 millones y, como precisó una nota reciente de Infobae, aumentó su deuda pública total en USD 94.000 millones, de modo que supera ya los USD 405.000 millones.
La línea roja
La evidencia histórica marca que cuando la brecha cambiaria se asienta por sobre el 100%, es muy difícil evitar la devaluación, destacó Gustavo Reyes. Así ocurrió el lunes pasado. Brechas altas, explicó el economista a Infobae, producen sobrefacturación de importaciones, subfacturación de exportaciones y escasez de divisas en el mercado oficial.
De todos modos, según Reyes el TCR “de equilibrio”, que se calcula ajustando los datos históricos con la inflación de la Argentina y de EEUU, no es constante, pues depende de variables cambiantes, como la productividad de la economía, los términos de intercambio entre los bienes que exporta e importa el país, el nivel del gasto público y el flujo de capitales.
Todo lo que está haciendo el Gobierno es sobrevivir a la falta de reservas (Arriazu)
El precio de $780 a que llegó el dólar blue en la semana, dijo el economista, fue un valor ajustado al pánico de quienes creían (o creen aún) venir el diluvio, una suerte de “ticket al Arca de Noé”.
¿Qué pasará de aquí en más? “Ya pasamos por varias de éstas. La Argentina tiene muchos problemas, pero uno inmediato: la falta de reservas. Todo lo que está haciendo el gobierno es sobrevivir a la falta de reservas”, dijo Arriazu en el call de Puente. “Si devaluar fuera la solución de los problemas argentinos, Argentina sería uno de los países más ricos del mundo”, subrayó el prestigioso economista.
Sucede, explicó, que las devaluaciones en la Argentina tienen una altísima transmisión (pass-through) a precios internos. Según la historia, dijo, en una devaluación “mala” el pasaje a precios del aumento del dólar es del 110% en 12 meses. Y en una “exitosa”, del 90 por ciento.
Los casos extremos, mostró en un gráfico, fueron la devaluación durante la hiperinflación de 1989, y la de 2001, cuyo efecto sobre la competitividad fue más prolongado. Un caso opuesto es Brasil. En 2015 tuvo una devaluación del 61%, con una inflación del 6%, resaltó Arriazu.
La Argentina necesita resolver problemas de competitividad y para eso es necesario ver el balance de la economía, no solo un par de precios relativos, como el del dólar y de los bienes y servicios internos, dijo Arriazu.
Para lograr una economía de verdad competitiva, remarcó, es necesario reducir los impuestos al trabajo, el costo fiscal y las regulaciones. Una devaluación, abundó, es solo un alivio temporal, no una solución, “pero como todo el mundo cree que lo es, hay un impacto; esta devaluación se la comen en dos meses y entonces pedirán otra; mientras no pares la calesita de los precios relativos, no vas a parar nunca la inflación de la Argentina”.
Para lograr una economía de verdad competitiva, remarcó, es necesario reducir los impuestos al trabajo, el costo fiscal y las regulaciones (Arriazu)
Hay por delante un período muy difícil, concluyó, pero si el próximo gobierno no hace tonterías, en 2024 la Argentina podría empezar a recuperarse. E incluso antes, cuando hacia noviembre y diciembre la “caballería agrícola” llegue al rescate y empiece a aportar divisas, arriesgó Arriazu.
El año próximo, concluyó el consultor, la Argentina podría tener un superávit comercial de unos USD 20.000 millones (incluido un saldo energético de más de USD 8.000 millones), el mayor de la historia, que suministrará no solo dólares, sino también una “oportunidad para arreglar el país”.
Antes, claro está, habrá que atravesar las consecuencias de la actual devaluación.
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