El primer aviso de inestabilidad del mercado financiero mundial lo dio la pandemia del Covid-19. Ante la amenaza de un virus cuya mortalidad era incierta y que demostraba ser sumamente contagioso, las principales economías del planeta frenaron su andar, dejando en funcionamiento tan solo aquellas industrias consideradas “esenciales”. El temor circundante llevó a los gobernantes a imponer restricciones de circulación nacionales e internacionales, que incluyeron exigencias de vacunas y pruebas de no-contagio.
Los cerramientos y el menor nivel de actividad derivaron en fricciones logísticas que no fueron sencillas de sobrepasar. Así, en 2021 comenzaron los primeros síntomas de una inflación que aun hoy en día se mantiene vigente. Obviamente, no fue solo ese el disparador de los precios a nivel internacional.
La desmesurada emisión monetaria, junto con el quantitative easing de los principales bancos centrales del mundo en busca de mantener las tasas de financiamiento cercanas al 0% anual, fueron el verdadero causante. Es cierto que estas medidas provinieron en un intento por aminorar los efectos nocivos que la crisis sanitaria y el encierro generaba en el bolsillo de la población y sus compañías. Después de todo, los puestos de trabajo cayeron drásticamente (en un principio) y mantener a la gente en sus casas demandó repartir dinero público para que cubran sus necesidades.
Como fuere, lo más importante fue el yerro en el diagnóstico.
Tanto la Reserva Federal, como el Banco Central Europeo, pecaron al comunicar que la aceleración de los precios disminuiría una vez que las cadenas logísticas se normalizaran. Al considerar la inflación como una situación transitoria, el tiempo de acción se demoró más de lo debido. Para fin de año, notarían su equivocación, pero sería tarde. No solo los precios estaban revolucionados para los parámetros estadounidenses o europeos, sino que a ello se le sumó un conflicto bélico.
El primer aviso de inestabilidad del mercado financiero mundial lo dio la pandemia del Covid-19
Rusia invadió Ucrania y los precios de las materias primas se dispararon. El crudo, el gas, los granos, todos volaron. Las economías más importantes del mundo una vez más observaron el problema de depender de otras naciones. Para tener de referencia, en 2021 los países de la Unión Europea recibieron más del 45% de sus importaciones de gas natural desde Rusia. En 2022, con las sanciones a la nación liderada por Vladimir Putin, necesitaban una alternativa.
Todo ello derivó en otro golpe a los precios que llevaron a Estados Unidos y Europa a registrar sus niveles inflacionarios más altos en varias décadas. En definitiva, a los bancos centrales no les quedó más alternativa que llevar adelante políticas monetarias sumamente restrictivas, que pondrían al sistema financiero en situación de estrés.
El presente
¿A qué viene este breve repaso de los últimos años? Ni más ni menos que a analizar la actualidad. Hoy en día, el escenario es complejo. No solo los problemas del pasado no han sido resueltos completamente, pues la guerra entre Rusia y Ucrania persiste y la lucha contra la inflación se encuentra en su punto de mayor resistencia (siempre el último tramo es el más difícil previo a regresar al target de inflación), sino que además se abren nuevas aristas.
Por un lado, el fuerte apretón monetario de la Reserva Federal, y las señales brindadas por su último dot plot, han llevado a las tasas largas de interés a sus niveles más altos desde 2006 (previo a la Gran Crisis Financiera). Ello añade una nueva capa de dificultad a un mercado de crédito que sin esta característica ya se ha cobrado varias víctimas en los bancos regionales y le ha brindado un último golpe de gracia a un gigante como Credit Suisse.
Las consecuencias de las tasas largas elevadas son notablemente más peligrosas a las de las tasas cortas
Las consecuencias de las tasas largas elevadas son notablemente más peligrosas a las de las tasas cortas, lo que es rápidamente observable al comparar el efecto del mismo movimiento de tasas en el precio de un bono a dos años y un bono a diez o treinta años. Si a ello le sumamos que en Estados Unidos se retomarán los pagos de préstamos universitarios, los cuales estuvieron congelados dado que los Demócratas quisieron perdonar dicha deuda, estamos ante la posibilidad de refinanciamientos a tasas que el estadounidense promedio no pueda afrontar.
Por otro lado, los últimos dos informes de empleo dieron señales mixtas. En agosto, la tasa de desempleo se elevó 0,3 puntos porcentuales hasta 3,8%, por encima de la suba de 0,2 pp hasta 62,8% de la tasa de participación, mostrando un leve debilitamiento del mercado laboral.
Sin embargo, en septiembre, ambos datos se mantuvieron estables, y el registro de cambio de nóminas fue llamativamente bueno, indicando que se tomaron 336 mil empleados, casi el doble de lo esperado por el consenso.
De esta forma, las señales inicialmente positivas de agosto, cuando los salarios incrementaron apenas 0,2% mensual, insinuando encaminarse a cumplir con el objetivo de la Fed, se esfumaron con el 0,4% de septiembre. Se podría decir que la tendencia a aflojar del mercado laboral no termina de estar clara, con lo cual la intención de que un ascenso en el desempleo vaya mermando las subas salariales (mayor disponibilidad de mano de obra debería absorber la demanda por trabajadores sin necesidad de elevar los salarios) no se está materializando.
Es evidente que la creación de puestos de trabajo sigue demasiado firme y por ello las presiones sobre los precios no cesan. Quizás una recesión sea lo necesario para finalmente ver ceder al mercado laboral y la inflación, pero por lo visto la actividad se mantiene sólida en la economía más grande del mundo. Ello apoyaría la visión de que sería un incremento en la productividad, en parte impulsada por el desarrollo de la inteligencia artificial, lo que dará lugar al soft landing, sin necesidad de un mercado laboral más débil.
La actividad se mantiene sólida en la economía más grande del mundo
Sumando incertidumbre, a pesar de las señales confusas del mercado de trabajo y la suba en las tasas de interés, la tendencia de los precios repuntó en los últimos registros. Ello en parte se debió al alza en los commodities energéticos, pero también los precios de los servicios se mantienen firmes.
De hecho, los últimos informes de precios trajeron malas señales para la Fed. El índice de precios al productor (IPP) mensual batió las expectativas de los analistas tanto en términos generales (0,5% vs 0,3% esperado) como en el núcleo (0,3% vs 0,2% esperado). Estos movimientos podrían deslizarse de forma descendente en la cadena, como parece haber sucedido con el IPP del mes pasado sobre el índice de precios al consumidor (IPC) actual.
La lectura del IPC mensual de septiembre en los EEUU demostró una suba general de 0,4%, superando el alza esperada por los analistas (0,3%) en vista de unos precios de energía que se mantuvieron elevados. Aun cuando el núcleo estuvo en línea con las expectativas (0,3% vs 0,3%), demuestra que la resistencia se sostiene luego de los registros de 0,2% presentados en junio y julio. Es claro que la dinámica de los precios de los servicios se mantiene fuerte, retomando al menos brevemente su sendero alcista.
Nuevo conflicto bélico
Si a todo este menjunje de problemas se suma la escalada en el conflicto bélico entre Israel y Hamas, se llega a un coctel peligroso. Es sabido que desde hace años Estados Unidos respalda a Israel. Una intervención en favor de Hamas por parte de un país como Irán, Rusia o Corea del Norte sería sumamente riesgosa en términos de paz mundial. De hecho, ya hay un grupo bipartidista en Estados Unidos que pide que Joe Biden bloquee las exportaciones de crudo de Irán por estar potencialmente envuelto en el incidente.
Incluso, la Senadora Lindsey Graham subió la apuesta aseverando en los medios que Estados Unidos e Israel deberían amenazar con destruir los territorios petrolíferos de dicho país en caso de que el conflicto escale (Qué golpe significaría sobre los precios del crudo y, por ende, la inflación). En otras palabras, las agresiones vienen trepando mientras las agencias de inteligencia investigan si Irán tuvo conocimiento de antemano del ataque.
Es claro que los riesgos empiezan a volverse tangibles. Así lo percibe el mundo esta semana, con el oro repuntando tras meses de estancamiento y las tasas largas del Tesoro norteamericano retrocediendo parcial pero rápidamente a pesar de una inflación que no termina de ceder. El flight to quality se hace evidente.
En resumen, el mundo está pasando uno de sus momentos más críticos de los últimos años. Pareciera momento de mantenerse muy cautelosos, aprovechar las bondades actuales del mercado y aminorar el riesgo de las carteras rotando hacia activos de renta fija. Tres años de decisiones cuestionables por parte de los policymakers, sumados a dos conflictos internacionales con potencial de escala mundial, podrían estar madurando en una gran crisis. Incluso podríamos estar frente a una debacle donde la inflación se mantenga vigente, como se ha visto en otros tiempos de guerra.
Las tenencias de renta variable se verán afectadas con notoriedad, en especial si se tratara de activos de riesgo locales
En conclusión, los focos de dolor son diversos y todos ellos pueden llevar a tiempos todavía más difíciles. Si así fuera, las tenencias de renta variable se verán afectadas con notoriedad, en especial si se tratara de activos de riesgo locales.
Recomendación conservadora: resguardarse en bonos de créditos sólidos, cuya potencial expansión de spread de crédito sea inferior a la potencial compresión del spread de tasas. Con los rendimientos del Tesoro en niveles tan elevados, un pivot en la política monetaria beneficiaría considerablemente sus precios.
El autor es Analista de PPI (Portfolio Personal Inversiones)
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