La implementación de un dólar-agro no es novedad, pero la insistencia en el mecanismo genera aprendizaje por parte de los agentes económicos. Y las consecuencias son sobre, al menos, 4 dimensiones que deben considerarse:
1) se introduce un cambio temporario de precios relativos que beneficia a algunas subramas de la producción (los que exportan a un tipo de cambio más alto por un tiempo) y afecta negativamente a otras subramas (los que usan insumos de esas ramas o ven subir sus costos por el shock temporario de mayor demanda desde los beneficiados). El desprecio de la autoridad económica y política por beneficiar a unos y afectar a otros solo se explica por el supremo objetivo de acumular reservas un par de meses y recaudar algo más de impuestos. Pero el daño sobre la producción se repite -extendido respecto del dólar soja 1 y 2- y, por lo tanto, se acumula;
2) se persiste en un mecanismo que termina de quebrar al Banco Central (que reemplaza parte de sus activos por pagarés con dudosa capacidad de “protesto”). Las pérdidas del ente monetario surgen del hecho que compra dólares a $300 y los vende, por ahora, a poco más de $200. Las pérdidas son tanto más altas cuanto más exitoso el mecanismo: si se liquidan USD 9.000 millones, la diferencia supera los $750.000 millones. Si es un “fracaso” con solo USD 5.000 millones, la pérdida se limita a poco más de $400.000 millones;
Las pérdidas del ente monetario surgen del hecho que compra dólares a $300 y los vende, por ahora, a poco más de 200 pesos
3) el mecanismo genera mayor emisión, lo que tras un corto período de digestión de las primeras ventas lleva a un aumento (no disminución) de la brecha cambiaria, sumando presión a la inflación. El ritmo de alza general de los precios sube así por dos razones: porque algunos productos ven aumentar en forma directa su valor de venta (por la devaluación) o en forma indirecta (por suba de costos), y porque la ampliación de la brecha cambiaria genera una ronda de ajustes de precios generalizada; y
4) tras la tercera ronda de devaluaciones temporarias se perdió el anclaje nominal y por lo tanto cabe esperar que se aceleren las expectativas inflacionarias. En efecto, resulta claro que tanto las autoridades como el mercado saben que el mecanismo de ajuste del tipo de cambio “especial” es aplicar una tasa de ajuste muy próxima de la inflación.
Tomando como base los $200 de dólar-soja de septiembre pasado, los $300 de abril son un ajuste que se aproxima mucho a la variación que resultaría de aplicar la inflación de 7 meses, de octubre a abril, de alrededor de 52%. Con esa regla, y teniendo en cuenta que los productores solo venden masivamente a ese nivel real del tipo de cambio, todos deberían esperar para diciembre enfrentar un tipo de cambio nominal bien por arriba de los $450 (que está algo por arriba de la estimación promedio esperada para ese mes, pero que rápidamente se aproximará o superará ese valor en próximos meses).
En la economía del cepo, difícilmente podía esperarse algo muy diferente. El ministro de Economía no ha logrado desarticular el mecanismo del cepo (algo que probablemente nunca se planteó ni él, ni su equipo, ni la coalición de gobierno), sino que ha actuado de forma reiterada tratando de preservar un mecanismo que permite definir ganadores y perdedores a partir de decisiones discrecionales del Banco Central y Economía.
El problema es que la economía del cepo genera inestabilidad cuando se reducen los instrumentos disponibles -básicamente, cuando nos quedamos sin reservas para intervenir en el mercado de cambios- y la economía entra en recesión.
La economía del cepo genera inestabilidad cuando se reducen los instrumentos disponibles -básicamente, cuando nos quedamos sin reservas
La caída de la actividad podría ser de una magnitud que obligue a adelantar decisiones de mayor ajuste a la actual conducción económica, y que tarde o temprano genere un “fogonazo” inflacionario. No podemos saber si ello ocurrirá antes o después de octubre, pero sabemos que los ajustes -cuando ocurran- acelerarán la inflación bien por arriba de su nivel actual.
La estrategia de procrastinar podrá ser exitosa o un fracaso en términos políticos, eso es algo que marcará la supervivencia o el entierro de esta coalición de gobierno. Pero en términos de los costos para la economía y la sociedad, nunca es nunca es bueno que las cosas nos estallen en la mano, cuando tuvimos tiempo de desarmar la bomba.
Esta columna fue publicada en Indicadores de Coyuntura FIEL 651, abril 2023
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