Podría existir producción sin capital. De hecho, las personas producían bienes y servicios mucho antes de la existencia del dinero, incluso del trueque. Del mismo modo, existe producción sin la intervención del trabajo del hombre. Las semillas se diseminan por sí solas y los animales se reproducen libremente.
Sin embargo, sin lo que representa el concepto “tierra”, que incluye minerales, vegetales y animales, las posibilidades de vida del hombre serían nulas.
Existe un consenso generalizado en el mundo desarrollado que por efecto de determinadas actividades que realiza el hombre el clima del planeta está cambiando y que esto afectaría a todos negativamente.
Organismos internacionales, tanto políticos como financieros y de investigación, han destinado miles de millones de dólares para averiguar los efectos del impacto del cambio climático en la vida de las personas y en los negocios para promover programas de su mitigación.
Organismos internacionales, tanto políticos como financieros y de investigación, han destinado miles de millones de dólares para averiguar los efectos del impacto del cambio climático en la vida de las personas y en los negocios
Si bien el desafío es el mismo, mejorar las prácticas de producción y consumo para que el estado natural se afecte lo menos posible, existen diferentes frentes que atender:
- Transformación, que involucra cambiar todos aquellos procesos que se realizan sabiendo que tienen un impacto negativo.
- Remediación, que representa a todas aquellas soluciones correctivas que se concretan para resolver el daño realizado en el pasado.
- Conservación, que consiste en cuidar lo que se tiene y potenciar los efectos favorables que su existencia aporta.
Cada uno de ellos apunta a un momento en el ciclo de producción y/o consumo de bienes y servicios. El primero aspira a reducir el impacto que producirá en el futuro, el segundo el que ya se produjo en el pasado y el tercero a sostener el presente.
Empresas y personas llevan actividades que pueden ser modificadas a futuro o cuyos efectos del pasado pueden ser remediados, sin embargo, determinados aspectos de la industria, el comercio y la vida misma que generan impacto negativo difícilmente puedan cambiarse o el costo de la transformación sea muy elevado. Es en estos casos donde la conservación toma relevancia.
El mercado financiero está desarrollando instrumentos novedosos que combinan los intereses del planeta con los negocios, iniciando un camino sostenible para encarar los desafíos que esta circunstancia nos plantea.
Los bonos verdes son un tipo de deuda emitida por instituciones públicas o privadas para financiar proyectos medioambientales o relacionados con el cambio climático.
El mercado financiero está desarrollando instrumentos novedosos que combinan los intereses del planeta con los negocios
Existen colocaciones de deuda soberana, realizadas por países que relacionan la tasa de interés que pagan con el cumplimiento de determinados objetivos legislativos o regulatorios tendientes a mitigar los efectos del cambio climático, por ejemplo, promociones para la generación de energías renovables o la renovación de la flota automotor por vehículos eléctricos.
Tal es el caso de Uruguay con su bono indexado a indicadores de cambio climático (BIICC), del año 2022 cuya emisión fue de USD 1.500 millones dólares y tuvo propuestas por más de USD 2.800 millones.
Si bien son instrumentos novedosos y potencialmente efectivos, existen nuevas propuestas que revolucionarán las acciones climáticas positivas, el comercio internacional y las finanzas.
Es tendencia mundial la conciencia social acerca de las prácticas productivas de los bienes que se consumen a diario. Productos orgánicos, envases reciclados o el uso de materiales biodegradables forman parte de los nuevos marcos regulatorios y las preferencias de los consumidores.
Lamentablemente, el mundo ideal no existe, pues estos estándares complican las escalas de producción y los costos. Esta circunstancia sirve de oportunidad para resolver las cuestiones más complejas: Productividad y costos, asociados a procesos con impacto negativo y conservación de lo que se tiene.
Modelos productivos y de conservación
Asociar los modelos productivos de estos días con proyectos de conservación evidencian la asunción, tanto de proveedores como de consumidores, de la parte de responsabilidad y aporte a la resolución de este complejo fenómeno.
Existen formas de medir el impacto que producen la mayoría de las actividades. Del mismo modo, se miden los servicios que proveen las tierras conservadas. Solo se trata de relacionar demanda con provisión. Esta es una tarea que involucra tanto a reguladores como productores y consumidores.
De existir un pequeño incremento en los costos sería insignificante frente al precio de pagar los efectos evidentes de los cambios que se viven
De existir un pequeño incremento en los costos sería insignificante frente al precio de pagar los efectos evidentes de los cambios que se viven. En resumen, el cambio climático ha encontrado las formas de financiar su mitigación:
- Bonos verdes para transición o remediación.
- Deuda pública relacionada con marcos regulatorios que generen acciones de impacto positivo a cambio de mejoras en las condiciones financieras.
- Certificaciones de participación en proyectos de conservación para resolver los casos de procesos que queden excluidos de las otras alternativas.
En todos los casos existen cuatro componentes principales para la colocación de instrumentos financieros de impacto positivo:
- Para qué proceso o proyecto se destinarán los recursos que se reciben.
- Cómo se evaluará el avance y resultado de la inversión.
- La aplicación de los fondos.
- Informes y auditoría de los impactos producidos.
Es importante recordar que “El pasado es de los tontos y el futuro es hoy”, sin conservar lo que se tiene poco servirá remediar el pasado o apostar al futuro, ambos requieren mayor tiempo y esfuerzo.
El autor es director en Fundación Iberoamericana de Telemedicina
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