Patricio Pérez fue una las promesas que asomaban en el fútbol argentino. Enganche habilidoso y de buena técnica debutó con 16 años en un Vélez de transición que tenía a Alberto Fanesi como entrenador interino tras la salida del Patón Bauza. Ese pibe, que llegó a la Primera División como una de las joyas del club de Liniers, fue quemando etapas de manera prematura, pero absorbió como una esponja las situaciones que atravesó, desde no poder encontrar su lugar en los distintos planteles que integró o su paso por las selecciones juveniles, hasta las experiencias en el exterior que le cambiaron la cabeza. Esas lecciones las aplica hoy en día en su nuevo trabajo como director técnico en la Sexta División del club Comunicaciones. Esa misma categoría que no pudo disfrutar a tope como futbolista.
Luego de conducir el entrenamiento matutino de los jóvenes proyectos del Cartero, el Pato recibió a Infobae en la cancha de césped sintético de la institución del barrio de Agronomía y repasó en detalle su carrera como futbolista profesional, sus recuerdos en el Mundial Sub 20 de Holanda (2005), en el cual se dio el gusto de colgarse la medalla de oro con la número 10 en la espalda que alguna vez lució Diego Maradona y al lado de un Lionel Messi, quien con 18 años ya demostraba su incipiente talento.
El retiro prematuro, a los 34 años, se dio tras una recta final en el Ascenso argentino, donde vistió las camisetas de All Boys, Patronato, Excursionistas, Comunicaciones y San Miguel. El Trueno Verde fue su última parada antes de abocarse a un nuevo desafío que lo conecta con su pasión, pero desde el otro lado del mostrador. Además, despunta el vicio y se mantiene activo en el fútbol senior de Vélez, en el que comparte equipo con otros ex jugadores como Lucas Castromán, Gastón Sessa, Franco Razzotti, Mariano Uglessich, Ricky Álvarez y Roberto Nanni, entre otros.
– ¿Qué es de tu vida?
– Antes de mi retiro de la carrera de futbolista en 2019, encontré el momento para hacer el curso de técnico. En los últimos años jugué en Comunicaciones, generé un buen vínculo con la gente del club y me ofrecieron la posibilidad de dirigir a los chicos de las Inferiores. Fue justo en el año de la pandemia y ahí decidí volcarme para poder ser entrenador. También estoy jugando en la Liga Senior AFA en Vélez, arranqué este año y cuando me llamaron no lo dudé. Lo disfruto mucho porque cuando uno deja de jugar no entrena como antes ni compite, pero armamos un gran grupo y nos está yendo bien. Lo lindo es el sentido de pertenencia y compartir con los muchachos con los que tiempo atrás arrancamos en las Inferiores.
– ¿Con qué mundo te encontraste al estar del otro lado del campo?
– Me encontré en un lugar donde me siento cómodo. Me siento bien para poder iniciar esta carrera y en un espacio que capaz que cuando era jugador no lo pensaba tanto. Hoy que estoy de este lado de poder dirigir estoy contento y me da ganas de seguir.
– ¿Cómo se te dio la chance de convertirte en director técnico?
– Es algo que me empezó a surgir solo y ya me daba cuenta de ese cambio. Quería seguir ligado al fútbol porque cuando uno deja de jugar y tan joven, ya lo empieza a procesar. Es una forma de seguir ligado, me gusta estar en el campo, me apasiona lo que hago y seguir en el día a día me reconforta. Encontré un espacio que me llena y está bueno. Cuando los dirigentes me dieron la posibilidad de entrenar, tomé la Octava División, justo en la pandemia, sin competencia y con el torneo cortado. Fue difícil y haber arrancado de esa manera no fue la ideal. Al otro año (2021) me surgió la posibilidad de ir como ayudante de campo a Temperley con Fernando Ruiz de DT y esa experiencia me ayudó a afianzar conceptos. Este año volví al club (Comunicaciones) y tomé la Sexta División.
– Dirigís a chicos que tiene la misma edad que tenías vos cuando debutaste en la Primera de Vélez con 16 años, ¿qué similitudes encontrás con aquellos tiempos?
– Claro, yo debuté con edad de Sexta. Fue un salto grande porque estaba a unos meses de cumplir 17. Prácticamente no jugué en mi categoría, apenas dos partidos fueron. De ahí salté a la Reserva y me tocó debutar. Me acuerdo que cuando uno era chico no tomaba la dimensión de debutar tan joven, pero con el correr de los años te das cuenta de que hay un montón de cosas, por ejemplo desde lo mental o mismo en el aspecto físico, por las que no es tan fácil llegar. A los chicos hay que ir preparándolos porque en cualquier momento, si bien hay excepciones, pueden jugar en Primera con 16 o 17. El futbolista viene con una maduración en edades tempranas y empieza a formarse para poder estar en el plantel profesional.
– Desde tu perspectiva como entrenador y por tu paso en Vélez, ¿cómo ves el momento de Gianluca Prestianni, quien también debutó muy joven?
– A mí también me tocó vivir una etapa difícil en Vélez porque nos estábamos jugando el campeonato económico, con muchos pibes, no teníamos un equipo de jugadores experimentados. En ese contexto es difícil asimilar cosas que tienen que hacer los grandes y no los chicos. Era difícil manejar esa presión en la cabeza, escuchar que todos te empiezan a comparar. Prestianni está en una situación parecida como la que me tocó a mí. Pero ahora Vélez está peor porque está peleando por no descender. En cambio, al Diablito Echeverri, en River, el contexto lo puede ayudar. Soy de los entrenadores que dice que a los chicos hay que hablarles mucho e ir llevándolos de a poco, no exigirlos. Haber tenido esa experiencia me sirvió y trato de transmitirles que tienen que disfrutar porque están aprendiendo. A Prestianni le debe estar pasando eso, porque entra a la cancha y empiezan a presionarlo, que tiene que sacar la diferencia, que tiene que demostrar, y es un error. Tiene que disfrutar, ahí está la clave. Darle tranquilidad. Es muy chico y tiene mucho para dar.
– ¿Por qué decidiste retirarte del fútbol a tan temprana edad? ¿Costó tomar la decisión?
– En realidad se dio todo muy rápido. Dos o tres años antes lo empecé a pensar. Me retiré joven, con 34 años, y empecé a jugar joven. Tuve una carrera de 17 años como profesional y ya en los últimos dos años comencé a tener lesiones frecuentes (en la rodilla), me costaba recuperarme y me di cuenta que desde lo físico que ya no era el mismo. Empecé a sentir eso. Las pretemporadas me empezaron a costar cada vez más, el último año y medio que lo jugué en el Ascenso me empecé a desmotivar y ahí ya me di cuenta de que podía largar. Hice el curso de entrenador, estudié y me interioricé en cómo se veía el fútbol desde el otro lado porque es totalmente diferente, abarcás otras cosas. Me surgió la curiosidad de ver qué pasaba del otro lado. Me gustó y fue el momento de dar ese empujón para dejar la carrera de futbolista, que es muy difícil. Pero como dije, ya no estaba a pleno y en mi interior ya no me gustaba eso. En alto rendimiento tenés que estar al cien.
En el medio de la charla, surge el tema de su paso por la Albiceleste y sus entrenamientos en el predio de Ezeiza. Pato Pérez lo conoce bien porque pasó por todos los procesos de las juveniles hasta llegar a la selección Sub 20 que comandaba Francisco Ferraro y tener la posibilidad de ser campeón mundial en un equipo plagado de figuras como Fernando Gago, Ezequiel Garay, Pablo Zabaleta, Sergio Agüero y Lionel Messi, entre otros. Su presencia en la Copa del Mundo se dio de manera fortuita, por la lesión de José Principito Sosa.
-¿Qué recordás de aquel paso por la selección campeona del mundo en Holanda?
– No fue en el mejor momento de mi carrera. Fue sorprendente cuando me llamaron para ir al Mundial porque había quedado afuera de la lista. Me llamó el médico de la Selección y me preguntó cómo estaba, me pareció raro. Me dijeron que al otro día tenía que viajar a Holanda porque se había lesionado un compañero. Fue una vivencia única, jugar un Mundial con tu país por más que sea juvenil, con los jugadores que había, es increíble. Cuando pasa el tiempo lo valorás más. Agarramos una muy buen época, una camada con un buen proceso de técnicos que potenciaban a los jugadores y desde ese lado lo disfruté, con compañeros de nivel que llegaron a la Mayor. Los técnicos como Hugo Tocalli, Miguel Ángel Tojo, José Pekerman que supervisaba y nos daba charlas, los profes, creo que me ayudaron un montón.
– ¿Cómo era ese grupo y qué te dejó haber compartido equipo con Messi, que en esa época recién arrancaba en Barcelona?
– El grupo era muy sano y a Ferraro no le costó mucho porque siguió la línea de Tocalli. El nivel que mostraba ese equipo era impresionante. Arriba jugaban Leo Messi, Pablo Vitti, Gustavo Oberman… Era un 4-4-2, y en el medio jugaban Lucas Biglia y Fernando Gago. Yo encajaba como un media punta, pero no jugábamos con enganche definido. Leo tuvo un campeonato espectacular y ya ahí empezaba a mostrar su potencial. Era dos años más chico del tope de la división que era la 85. En ese momento, era un desconocido. Se hablaba de un chico que andaba muy bien, pero nosotros sabíamos muy poco porque no estaban las redes sociales, no era todo tan masivo. Fue todo muy hermético hasta la gente de la Selección en la captación. Fue difícil llevarlo. Hugo (Tocalli) se conectó con gente y con José (Pekerman) lo pudieron llevar al predio para armar ese partido con Paraguay. Yo estuve en ese proceso. Algunos jugadores venían del exterior y Leo era una situación más de los que venían. Al final terminó siendo algo excepcional. Ya se notaba la diferencia que sacaba, pero después del Mundial, y lo que demostró en el día a día con Barcelona, lo hizo superlativo. Uno no sabía lo que iba a pasar.
– Repasando un poco tu larga carrera, jugaste en el exterior como en México, Chile, Colombia y Australia. ¿Qué te dejaron esas experiencias fuera del país?
– Fue linda porque me tocó vivir el fútbol en diferentes culturas. Yo siempre digo que el fútbol argentino es el más difícil de jugarlo porque es mañoso, para el que juega de mitad de cancha hacia adelante no es tan permisivo. En Colombia o Australia te cuidaban más. Acá al creativo se le hace difícil. Me abrió mucho la cabeza aprender de otras sociedades y eso es lo que más rescato. Uno cuando juega acá y no sale hay cosas de la vida que no ve. Tenemos cosas buenas en nuestro fútbol, por eso somos campeones del mundo, pero también hay mucho por mejorar. El exitismo te lleva a lugares feos, parece que el perder es la muerte y no: es parte de la competencia y el crecimiento. Las derrotas hay que tomarlas así.
– ¿En Once Caldas fue tu mejor momento?
– Fue una linda época en Colombia. Estuve tres años y fue donde más me afiancé. Ese fútbol me ayudó por mi manera de jugar, es más bien técnico y no tan físico como el nuestro. Casi todos los equipos jugaban con enganche, hoy cuesta encontrarlos, están con esa ideosincrasia. Hoy el fútbol está cambiando y estamos en una época, si hablamos de sistema, en la que no hay posiciones fijas, entonces hay una evolución desde ese lado. En ese momento me destaqué por eso. Tenía espacios, podía pensar. En Australia también tuve un momento lindo. La experiencia fue muy buena, a mi me llevó el actual técnico de la selección (NdR: Graham Arnold). Vino a ver fútbol acá y estaba jugando en Defensa y Justicia, me siguió unos partidos y me fui. La cultura australiana me demostró que el fútbol es pasión en cualquier lugar que vayas, porque por más que no sea el primer deporte ellos, con su forma de vivir, lo disfrutan y no hay idioma que nos separe.
– ¿Sentís que podías haber jugado más tiempo en Primera División de la Argentina?
– Creo que son momentos. En Vélez estuve en un contexto que no era el ideal para un joven, después aparecieron otros jugadores que estaban muy bien. Se me hizo difícil afianzarme, porque siempre los jóvenes tienen esos 10 o 15 partidos, después viene un pico y el bajón, o vienen otros y parece que no servís más. Hay que saberlo llevar. Uno de los momentos buenos que tuve fue en San Martín de Tucumán. Ahí no nos ayudaron los resultados porque teníamos buen equipo y nos tocó descender. Crecí mucho y lo disfruté porque le jugábamos a todos de igual a igual. Le ganamos a River en el Monumental y a Boca le hicimos dos partidos increíbles. Es la suerte, si no nos hubiéramos ido al descenso capaz que mi carrera era otra y podría haber jugado más tiempo en Primera. A veces también son las decisiones que uno toma y no salen como uno piensa. La disfruté y lo malo me ayudó a crecer como persona.
– ¿Cuáles son tus sueños como entrenador y a dónde apuntás?
– El fútbol es una pasión que tengo desde chico. Ya con el hecho de haber jugado uno tiene un don y decís: “Esto es para mí, me gusta hacer esto”. Por eso estoy acá y sigo ligado de este lado. Quiero poder formar un equipo con los chicos, poder dirigirlos. Estuve en un plantel profesional y vi cosas de ese lado que no son fáciles. Me quiero formar bien y estoy contento porque es el paso en Inferiores que quiero tener, pero mi sueño es dirigir en Primera y por qué no a Vélez algún día. Sería algo especial porque es mi casa y la conozco bien.
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