Subirse a un auto es un término que comúnmente se aplica a la acción de abrir la puerta para entrar al vehículo con el que una persona se trasladará de un punto a otro. Sin embargo, dependiendo de qué auto se trate, la acción podría requerir un “cambio de carátula”, porque en buena parte del mundo, para sentarse en un automóvil convencional de cualquier segmento, la acción es la contraria: hay que bajar hasta el asiento, no subirse a él.
Como muchas cosas, la terminología tiene relación con una costumbre que proviene desde tiempos incluso anteriores a los de la existencia de los automóviles en el mundo, ya que a los carruajes o carretas que eran tirados por caballos, y también después a los primeros autos de finales del siglo XIX, efectivamente había que subirse, ya que los asientos estaban considerablemente más elevados del piso que la cintura de las personas.
Paradójicamente, los modernos SUV, el último tipo de auto creado por el hombre, se destacan como principal característica distintiva del resto de los vehículos precisamente por su altura. Hoy, cuando se pregunta a los usuarios las razones que los llevan a elegir un SUV en lugar de un sedán, las respuestas que se escuchan son básicamente tres: la sensación de mayor seguridad percibida gracias a la altura de la posición de manejo, la posibilidad de salir de los caminos convencionales por su mayor despeje del piso, y la comodidad de no tener que bajar para sentarse, aunque con más énfasis de tener que subir desde una altura muy baja para salir de un auto porque en este segmento el asiento está más elevado.
Sin embargo, para que -gracias a los SUV- los autos hayan crecido, antes debieron achicarse. Hasta la década del 50, la mayoría de los autos eran relativamente voluminosos, incluso en Europa o Japón, donde la industria automotriz era todavía incipiente. Pero después de la Segunda Guerra Mundial, la reconstrucción de los países y las economías primero y las sucesivas crisis de petróleo que azotaron a Occidente entre los 60 y los 70, dieron lugar al nacimiento de los autos pequeños. En Europa, sólo por citar un extremo, nació el Mini Cooper. En Japón, después de los Kei car con los que resurgió la industria, aparecieron los compactos muy pequeños como el Honda S600 y S800. Eran todos autos muy chicos y -especialmente- muy bajos.
Es aquí donde entra en juego una condición que hasta hace algunos años no se tenía muy en cuenta, pero que con la globalización, empezaron a percibirse ciertas diferencias de consecuencias (im)prácticas. El promedio de estatura de las distintas regiones del mundo que combina la antropometría y la ergonomía, ha resultado un aspecto de enorme influencia en el diseño de los modelos, y un verdadero problema al momento de exportarlos a otros mercados.
Según la estadística de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en los últimos 100 años los habitantes de los países más ricos del mundo crecieron entre 16 y 20 centímetros, pero aun así, la genética manda y mientras la altura promedio de los países del norte de Europa es de 1,77 metros, la de los países europeos latinos es de 1,70 metros. En Alemania, fabricante de muchos modelos de automóviles, los hombres miden en promedio 1,80 metros y las mujeres 1,66 metros, dando un promedio muy alto, de 1,73 metros.
En Japón, en aquellos años 60, la estatura promedio era de 1,60 metros, y hoy es de 1,72 metros. Sin embargo, las mujeres japonesas miden en promedio 1,58 metros, por lo que el promedio es de 1,65 metros. En cambio, la altura promedio de los hombres en China es de 1,75 metros y la de las mujeres es de 1,63. En Brasil, los hombres miden 1,75 metros y las mujeres 1,62 metros.
En Argentina, la estatura promedio de los hombres es de 1,74 metros y la de las mujeres 1,61, dando un promedio total de 1,67 metros. Esta es la razón por la cual todavía se encuentran autos con algunos problemas de altura para sus pasajeros. En los países nórdicos, por ejemplo, los autos alemanes tienen más éxito que los italianos y franceses, y los chinos más que los japoneses. Es la misma razón por la cual algunos modelos que provienen de México, también tienen alturas no tan confortables para el mercado argentino.
“En general, cuando llega un modelo de un país como México, parte del proceso de homologación para nuestro mercado incluye ajustes de algunas alturas. Parece poco, pero dependiendo en qué elemento se encuentre, una diferencia de cinco centímetros, hace que la posición de manejo sea más cómoda o sea muy incómoda. Por suerte, la integración de las marcas entre sus plantas de distintos países, permiten que se envíen informes técnicos que demuestran el inconveniente, y se hacen las modificaciones correctas para la partida de autos que van a determinados mercados. La forma de fabricar que tiene la industria hoy en día lo permite y el problema se resuelve. Antes, posiblemente eso no ocurría jamás y los autos quedaban incómodos para ciertas tallas más altas”, contó un ingeniero de producto de una marca que trae autos importados de México a nuestro país.
Algunos de los más habituales de encontrar tienen que ver con la posición en la que se sientan los pasajeros. Por ejemplo, ocurre con el apoyabrazos que va en la consola central entre los asientos delanteros, la cual en ciertos modelos de autos pueden quedar muy bajos para algunos usuarios de otros países. También la posición del espejo retrovisor interior puede quedar muy bajo, lo que representa una incomodidad para el conductor más alto de la media del país de origen de un modelo determinado, lo que se traduce en encontrar un obstáculo en su visión hacia adelante en el parabrisas.
En algunas oportunidades, cuando el defecto es inverso, y algún elemento queda más alto del promedio de altura de determinados mercados, eso se soluciona con incorporar un ajuste en altura de los asientos, pero cuando el auto está pensado para personas de menor estatura, la corrección debe hacerse sobre los moldes o la ergonomía del habitáculo.
Quizás, con la integración mundial de las marcas y la revolución de los SUV, este tipo de problemas de adaptación queden en anécdotas de otros tiempos, pero todavía hay un camino por recorrer. Por ahora, aunque subirse a un auto sigue siendo bajar, y salir del mismo es subir.
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