En la historia del automóvil ha habido modelos que marcaron hitos y cambiaron el mundo de la movilidad para siempre. El Ford T como el primer auto fabricado en serie. El Jeep Willys como el creador de un nuevo segmento que definió con su propio nombre. El Escarabajo o la Kombi, que se hicieron famosos más por su apodo que por su nombre real, que era Volkswagen Tipo 1 y Tipo 2.
También hubo otros autos que se hicieron tan famosos, que con sólo mencionar su modelo no es necesario que se sepa su fabricante. Se convirtieron sin quererlo en una marca en sí misma. Decir Corvette, Mustang o Range Rover, es suficiente para saber de qué vehículo se trata. Muchos podrán decir que algo similar sucede otros casos como el 911 de Posche o con “la Testarossa” de Ferrari, pero en ambos casos, las marcas pasan por encima del auto. Tener un Porsche o una Ferrari es suficiente, el modelo es lo de menos.
¿Pero qué fue lo que llevó al Corvette, el Mustang o el Range Rover a trascender por sobre su marca? ¿La época en que nacieron?¿La moda? ¿Su aspecto diferenciado de los estándares? ¿Su significado? Quizás sea un poco de todo. Veamos cada caso en particular.
Corvette
El Corvette nació en 1953, cuando todavía en Estados Unidos se vivía la posguerra con la efervescencia de la victoria. Cada año, en el Hotel Waldorf-Astoria de New York se realizaba el Motorama, un show que General Motors montaba para mostrar sus vehículos a lo más selecto del público americano. Para ese año, especialmente, había una idea de lanzar un modelo que hiciera frente a los pequeños deportivos europeos que tenían tanto éxito en el público joven. Así, en poco tiempo, con el menor costo posible, se encargó al Jefe de diseño Harald Earl, que mostrara un concept car capaz de mostrar que en Estados Unidos también se podían hacer autos así y no eran todos grandes y pesadas moles de acero.
El Corvette nació sólo como una idea. Fue montado sobre un chasis Chevrolet existente como sedán y carrozado con fibra de vidrio para hacerlo más liviano y moderno. La forma, de todos modos, no fue una creación americana sino obra nada menos que del maestro Batista Pininfarina. El motor fue uno de 6 cilindros de 3,5 litros que era capaz de entregar 150 CV de potencia a través de sus tres carburadores. Tenía sólo dos plazas, era un roadster, medía 4,25 metros y pesaba nada más que 1.300 kg. Eso sí, tenía una caja automática de dos marchas, que no permitía gozar de una conducción deportiva como la de los modelos europeos de caja manual.
La repercusión del vehículo fue tal en esa muestra, que General Motors decidió anunciar que se convertiría en un modelo de producción para fin de ese mismo año. Cumplieron, pero nunca imaginaron que el entusiasmo inicial se tradujera en sólo 300 autos vendidos. En 1954 sólo se vendieron 1.000 unidades y en 1955 menos aún, 700. ¿Chevrolet había dado un paso en falso? El riesgo fue alto, pero en lugar de discontinuarlo, decidieron intentar una apuesta mayor aún. Le dieron un motor V8 de 4,3 litros y una caja de tres velocidades.
Eso pareció animar a Ford y Chrysler a “subirse al tren” de los deportivos, aunque con modelos más americanos, donde el lujo y la potencia eran mayores, pero el peso también. Sin querer, la competencia le dio vida y sentido al Corvette, que desde entonces empezó a subir en ventas y prestaciones. El nuevo motor V8 de 5,4 litros y 360 CV con caja manual de 4 marchas fue el despegue y consiguió acercarse así a aquellas esperadas 10.000 unidades anuales ideadas en 1953.
Aquel primer Corvette llegó hasta 1962, y desde entonces hubo 8 generaciones que mantuvieron el mito tan vivo como al comienzo. Hoy, el equipo Corvette Racing interviene en el Campeonato Mundial de Endurance (WEC). Hace pocas semanas se consagró campeón anticipado de la temporada 2023 con un piloto argentino, Nicolás Varrone en su tripulación. En el auto no se menciona la palabra Chevrolet, ni tampoco el famoso logo del moño dorado. Corvette tiene incluso su propia insignia.
Mustang
Algunos años más tarde, en 1964, y también dentro de esa época conocida en Estados Unidos como la de los Baby Boomers (generación de las personas que nacieron después de la Segunda Guerra Mundial), Ford hizo un movimiento en la misma dirección en la que había marcado el paso General Motors, su archirrival. Por iniciativa del famoso Lee Iacocca, se inició un proyecto que buscaba entrar a ese segmento, pero con una limitación presupuestaria que no permitía volar demasiado, sino sólo con la forma.
Así nació el Mustang, que tuvo también el nombre provisorio de Cougar hasta definirse por la primera denominación poco después. Sus medidas estaban en línea con las del Corvette, tenía un largo de 4,6 metros, pero en lugar de dos plazas, tenía capacidad para cuatro pasajeros. Se ofrecía en versión coupé o convertible y fue la inauguración de un segmento que con el tiempo se denominó Pony cars.
Una vez más, Ford dio en la tecla con el precio, que era inferior a 3.000 dólares, lo que hizo que volaran las ventas rápidamente. El motor del primer Mustang fue el 6 cilindros y 2,8 litros que entregaba una potencia de poco más de 100 CV, pero Ford, avisado por la experiencia de GM, lanzó la alternativa del V8 de mayor potencia y cajas automáticas de tres velocidades o manuales de 4 marchas.
Pero como si eso no fuera suficiente, para fines ese primer año introdujeron la primera gran reforma que daría lugar a la identidad del modelo para siempre. Lanzaron una versión llamada Fastback, donde el baúl del primer Mustang quedaba disimulado con una cola en pendiente que llegaba casi hasta el panel de luces. Sin saberlo, habían dejado plantado un mojón que perdura hasta el presente.
La evolución recorrió caminos diversos con modas para el diseño de los autos. A pesar de todos los cambios, todos los Mustang tuvieron personalidad y fueron vanguardistas, hasta que en 2005, inmersos en una industria que revivía clásicos como una nueva tendencia, relanzaron el Mustang con conceptos que lo identificaron plenamente con aquellos primeros modelos de los años 60.
La última decisión de Ford Motor Corporation sobre el Mustang puede gustar más o menos. Usaron su nombre para el primer vehículo eléctrico global de la marca. Es Ford más que Mustang, pero toma su nombre y su emblema. No reemplaza al deportivo que lanzó los muscle cars, porque sigue existiendo. Eso es lo más importante.
Range Rover
El Land Rover Defender es probablemente el vehículo todoterreno con más épica del mundo. Acaso por su mística, por sus campañas publicitarias como la de los Camel Trophy, y por un diseño más simpático que el del auto que sirvió como inspiración para su nacimiento, el Jeep Willys, aunque no dejaba de ser una versión mejorada de algo que ya existía. Lo que no imaginaron nunca en Rover, pero tampoco en Jeep, era que con la llegada de una evolución, irrumpiría en el mundo del 4×4, un nuevo concepto hasta ese momento inimaginable. El todoterreno de lujo.
Así fue como nació Range Rover en 1970, y aunque no fue la intención parecerse a un Mercedes-Benz en cuanto al equipamiento y las terminaciones, sí se pensó en lo que hoy conocemos como un SUV (Sport Utlity Vehicle). Su creador, Charles Spencer King, sobrino de los fundadores de Land Rover, simplemente pensó en hacer un auto que sirviera para trabajar la tierra durante el día, y para salir a cenar por la noche sin cambiar nada.
En Estados Unidos ya existían el Jeep Wagoneer y el Ford Bronco, pero hasta ese momento en ninguno de ambos casos existía el concepto de comodidad para los pasajeros como condición innata de su concepción. Eran 4×4 cerrados y de cuatro plazas, pero no mucho más que eso.
Entre 1966 y 1970, bajo el nombre camuflado de “Velar”, el Range Rover fue mejorando en su desarrollo interno. Tenía un motor V8 de 3,5 litros y 135 CV que había sido desarrollado por General Motors. Se trataba de una carrocería montada sobre un chasis, como en las camionetas, y tenía una caja manual de 4 velocidades. Frenos a disco y terminaciones muy cuidadas fue el primer indicio de equipamiento especial que mostró a los clientes, que rápidamente entendieron y adoptaron el concepto.
Pero sin dudas, la cualidad que lo hizo distinguirse fue su forma. Una gran superficie vidriada con parantes angostos y un techo muy plano y delgado que hasta parecía pasar inadvertido desde lejos, fue llamado “techo flotante”. Esa condición nació con el primer Range Rover y sigue hoy todavía ahí, como su huella digital.
El tiempo fue testigo del posicionamiento del “Range” como el 4×4 de lujo que ninguna otra marca pudo equiparar. Probablemente puedan superar algún aspecto unos u otros, pero el carisma de un auto no se puede comprar y le pertenece por derecho propio.
El mundo del auto empieza a caminar nuevos senderos con la electromovilidad. La simpleza de la tecnología y los diseños optimizados por ordenadores ciñen cada vez más las formas sobre las mismas ideas. Puede ser que ya no nazcan nuevos clásicos, y los que quedan lo hacen heredando la genética de aquellos que marcaron su tiempo como ningún otro. El tiempo será testigo.
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