¿Qué hacen las naciones para crecer y prosperar? El libro “Por un País más Justo y Floreciente” intenta contestar esas inquietudes.
En 1820, tiempos de la Independencia, la población total de la Argentina se estimaba en 530.000 habitantes, y con la sanción de la Constitución de 1853/60, el programa de Juan Bautista Alberdi emprendió un intensísimo dinamismo, tanto que en 1890 sumaba 3,4 millones de habitantes y, en 1913 ascendió a 7,7 millones de personas, y cuyo ingreso medio multiplicaba por 2,5 veces la media mundial.
Eran tiempos en que la Argentina encandiló al mundo, replicando en América del Sur el sueño de los EEUU de “hacer la América”. Abriéndose al comercio, se modernizó la República. La población se había multiplicado por 15 y la economía por 60. Incuestionable, el país estaba llamado a un lugar destacado y a competir con las naciones más avanzadas.
Confiables e incorporados efectivamente a las prácticas comerciales avanzadas los residentes locales conllevaban mayores eficiencias, competitividad, libertades. Esto es, ausencias de trabas redundantes. Prácticas que edificaron protecciones notables entre las repúblicas democráticas y las autocracias populistas.
Los pueblos más satisfechos son los que sufren menos obstáculos innecesarios, aquellos con los ingresos más logrados y los menos corruptos.
Los pueblos más satisfechos son los que sufren menos obstáculos innecesarios, aquellos con los ingresos más logrados y los menos corruptos
Es falsedad mayúscula que tengamos recursos cuantiosos. Estamos mejor informados que nunca a nivel individual, gracias a la tecnología aportada por las sociedades adelantadas. No obstante, los intercambios para acordar las actividades productivas están especialmente empantanados en las naciones rezagadas, por encierros ideológicos, inoperancias, enfrentamientos particulares. Leyes, normas, burocracias y la justicia desapoderadas.
La pobreza de las naciones es consecuencia de enfrentamientos que entorpecen acordar reglas beneficiosas y superar los conflictos remanentes de cada uno del conjunto, y donde las extorsiones juegan un rol importante.
Es un contrasentido afirmar que países rezagados, como la Argentina, gozan de cuantiosos recursos productivos sin explotar. Esto es, medios para aumentar las satisfacciones (los ingresos). Carecemos de tales recursos. Los ingresos los consiguen quienes se ponen de acuerdo en trabajar, beneficiándose mutuamente, solucionando reclamos e intromisiones. Gente que se organiza para convenir trabajos mejor remunerados con quienes contribuyen al producido.
Nos empobrecen enfrentamientos con quienes no aportan al resultado: impuestos abusivos, inflación por emisión monetaria de las más elevadas del mundo. La enorme volatilidad de las normas priva del recurso que debería ser principal: la propiedad privada. Se insiste en renovar pugnas antiguas, ahora hasta en la Patagonia.
¿Qué son los recursos productivos? Los acuerdos para desarrollar las habilidades voluntarias conjuntas y lograr los bienes apetecidos por cada uno.
Nos empobrecen enfrentamientos con quienes no aportan al resultado: impuestos abusivos, inflación por emisión monetaria de las más elevadas del mundo
El recurso productivo decisivo es la aceptación de las actividades compartidas, la confianza en los acuerdos políticos y privados que facilitan las contrataciones de los habitantes entre sí y con residentes del exterior y el cumplimiento de tales contratos.
Así, la Pampa Húmeda, el gran desierto milenario se convirtió en principal recurso con el cambio institucional de la Constitución. Del mismo modo que las diferencias políticas en las fronteras de EEUU y México; EEUU y Cuba; Alemania Occidental y Oriental, China comunista y Taiwán. La Cortina de Hierro y Occidente, etc.
En cambio, las comunidades más propensas a desperdigar esfuerzos perderán mayores ingresos. Para protegerse, recurrirán a instituciones protectoras y creencias que algunos podrían calificar de mágicas, tal como la dolarización, transformando a los pesos emitidos localmente, en dólares, por actos legales.
Lo que muchos suelen definir como un acto de magia, en realidad es una diferencia legal respetada. Una transformación necesaria para impedir que los políticos desnuden la realidad de que los pesos moneda nacional que ahora descubren que no son dólares.
La misma transformación mágica ocurre con las líneas aéreas privadas de bajo costo que dejaron de ser competitivas cuando las descubrieron que en verdad eran privadas.
Es que la sociedad abandonó la disciplina, el respeto que imponía comportamientos que posibilitaban mayor competencia, mayor control y supervisión de reglas eficaces, bajo la magia de la dolarización, privatización y la efectiva aceptación de incentivos privados.
Es necesario aceptar que no se puede recurrir a la emisión monetaria sin límite, pues los pesos restan fondos disponibles para comprar dólares que finalmente se acaban. No es magia si no recursos que acaban demandando dólares. Las asignaciones terminan y nos dejan sin recursos. De igual modo, las creencias populistas se revelan falsas y terminales. Los ingresos son valorados por los privados. No por los políticos ni funcionarios.
No son los funcionarios quienes toman las decisiones más certeras, como en las autocracias populistas.
No son los funcionarios quienes toman las decisiones más certeras, como en las autocracias populistas
Cinco conjuntos deciden: Los funcionarios populistas de las autocracias; los ciudadanos competitivos de las repúblicas independientes; los burócratas que defienden sus posiciones; sindicalistas y empresarios protegiendo sus cotos y ventajas.
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